CULTURA
Kim Philby, uno de los primeros agentes ingleses en la Guerra Civil.
Kim Philby, uno de los primeros agentes ingleses en la Guerra Civil.Bettmann
Luis Alemany
Luis Alemany Madrid
Actualizado

"En febrero de 1943, los servicios secretos alemanes obtienen uno de sus mayores éxitos en el norte de España; logran la caída de la red de espionaje británica en Bilbao".La España espiada, el libro coordinado por los historiadoresEmilio Grandío y Carlos Pírizy escrito junto a otros seis investigadores (editado por Cátedra), está llena de frases así, tan intrigantes que los lectores pasan sus páginas en vilo. No es una exageración y la prueba es que alguien le preguntó a Grandío en la presentación del libro si este era una novela.

En febrero de 1943, lo que ocurrió fue que Walther Giese, un agente del Abwehr (los servicios secretos del Ejército alemán), llegó a Bilbao con la identidad encubierta de un operador de radio y con la misión de enviar a agentes y equipos de radio hacia América Latina. En esa tarea, hizo contactos entre los marineros de la ciudad y empezó a colaborar con alguien de Falange que también tenía su red de informantes. Entonces, apareció un marinero que confesó que trabajaba para los británicos, quetenía miedo de caer con su red y que estaba dispuesto a cambiar bando, así que les dio todos los detalles del trabajo del enemigo. Los ingleses preparaban pistas de aterrizaje en los alrededores de Vitoria, Pamplona y Bilbao. ¿En febrero de 1943? Los siguientes nueve meses serían asombrosos.

"La tradición de este tipo de estudios sobre operaciones de inteligencia existía, pero estaba limitada por lo más fundamental para cualquier profesional de la Historia: la documentación. En los últimos años ha aparecido documentación nueva que, evidentemente, nos lleva a escribir nuevos trabajos y también a plantear nuevas preguntas y nuevos enfoques", explica Emilio Grandío. "Ese el primer sentido deLa España espiada. Hay otra novedad en el libro: el trabajo no está enfocado exclusivamente en los centros de decisión política, en Madrid y Barcelona, sino que intenta ir al territorio. Hemos podido sumar informaciones, entender la actividad de los servicios de información en zonas no tan centrales.En Canarias, en Galicia, en el Pirineo, en Gibraltar, en sitios en los que los servicios de información, aparentemente, no tenían tanto que hacer.Ver las partes y el conjunto nos ha permitido entender una realidad distinta".

El índice deLa España espiadadescribe ocho capítulos escritos desde departamentos universitarios deSantiago, Navarra, Cádiz, Las Palmas, León, Barcelona, Sevilla, Las Palmas y Alabamapor historiadores que han podido acceder a archivos en el Reino Unido, Estados Unidos, Alemania, Francia y España a los que no accedieron sus colegas 20 años mayores. "El Archivo General Militar de Ávila tiene una parte dedicada a los servicios de información muy interesante. Pero nuestra fuente fundamental son losarchivos exteriores, el material de los servicios de información extranjeros que nos miraban a nosotros y que ahora nos dan enfoques distintos".

¿Y qué veían, qué esperaban? «La prioridad del Reich en España era muy parecida a la de Gran Bretaña y, a partir de 1944, de Estados Unidos. Querían tener bajo cierto control la posición estratégica de la Península Ibérica y forzar a una persona concreto, Francisco Franco al que, en todas las entrevistas, en todos los informes, describían como a un sacamuelas, a alguien con quien no sabían a qué atenerse. Se desesperaban con su ambigüedad constante. [El diplomático inglés] Alan Hillgarth le hizo un perfil perfecto a Franco. Escribió que se creía enviado por Dios... La personalidad de Franco fue fundamental para el posicionamiento de los estados extranjeros. Si hubieran estado en su posición Beigbeder o Kindelán o Muñoz Grandes, el escenario habría sido diferente», dice Grandío. Los británicos, por ejemplo, se plantearon forzar la caída del general, pero no para restituir la II República, de la que no tenían buena opinión.«Su prioridad no era salvar a España de la dictadura sino ganar la Guerra Mundial».

Aquello pudo pasar. De los ocho capítulos deLa España espiada, el más sorprendente es el que firma Javier Rodríguez González, de la Universidad de León:Redes de información extranjeras entre el interior y el norte peninsular. Volvemosal año fatídico de 1943, a la aparición de Walther Giese en Bilbao.

"Desde principios de la primavera de 1943, hubo otra red de alrededor de 80 o 90 agentes ingleses, desplazados por toda la costa cantábrica y coordinados por los servicios secretos. Dieron alguna formación militar a la Federación de Guerrillas de León y Galicia, recabaron información... Uno de esos agentesfue un mando que en el año 1939 había sido condecorado por Francopor su participación en el requeté".

¿Por qué esa ofensiva? "Eso lo entendemos ahora, al ver la imagen de conjunto. En el verano de 1943, Portugal decidió una política inequívoca de colaboración con los aliados. Los ingleses controlaban el aeropuerto de Azores y ese verano llegaron a Portugal tanques, aviones y material de guerra británico.Desembarcaron y hubo desfiles por las avenidas de Lisboa. E hicieron correr un rumor que decía que iba a haber una invasión de España el 8 de octubre si Franco no cedía a las demandas de los británicos o abandonaba el poder. Los ingleses estaban haciendo presión y esa era su escenografía. Samuel Hoare, el embajador británico, visitó a Franco el 20 de agosto en el Pazo de Meira y se fue sin cita de retorno", cuenta Grandío.

¿Qué quería Hoare? Los aliados exigían que acabara el acceso preferencial de los alemanes al wolframio, que España cerrara los puertos de Canarias a la marina del Reich y que se acabara la tutela alemana sobre las fuerzas de Seguridad del Estado y sobre las fronteras con Francia. Franco, en agosto de 1943, contestó con ambigüedades y Hoare le hizo ver que, en adelante, su Gobierno lo consideraría a él, personalmente, como a un enemigo.

"Hay una mención a esta operación en un libro inglés de hace unos años, nada más. No hay reprotajes en la prensa ni libros específicos". Continúa. "Al principio, me parecía que era una locura. ¿Cómo iban a desembarcar los aliados en Galicia? Pero si tenemos la perspectiva de que Portugal ya dejaba hacer a los británicos, entonces se entiende todo. En los archivos británicos el plan de invadir España aparece con el titularPlan de defensa portuguesa ante la amenaza española de invasión de Portugal. La amenaza no era real, claro".

-Porque Franco nunca pensó en invadir Portugal, ¿verdad?

-No. Pero sí era creíble después de las operaciones Félix [plan para la toma de Gibraltar] e Isabela [plan para la militarización alemana del territorio español]que las tropas alemanas atravesaran Españapara tomar el control de Portugal.

Franco rechazó el ultimátum y los ingleses concentraron tropas en Portugal y empezaron a mover sus fichas en el norte de España. "En realidad, los inglesesya habían empezado a trabajar en esa posibilidad en 1941", dice Grandío.

Buscaron socios y ¿a quién encontraron? A los maquis que operaban en el límite entre Galicia, León y Asturias. "La Federación de Guerrillas fue, por decirlo, en plata,gente que quedó embolsada en 1939 en una zona muy agreste. Algunos, incluso, cayeron en territorio portugués. No tenían a dónde ir pero, a partir de 1941, empezaron a tener asistencia y formación de los ingleses para poder desarrollar, en el futuro, posibles acciones de sabotaje contra el franquismo". No eran grupos homogéneos ideológicamente. En el monte había azañistas, anarquistas, gente que había huido por motivos casuales... Sólo en 1944, el PCE cooptó a la Federación.

El otro lugar en el que los ingleses buscaron cómplices fue entre los carlistas navarros, en quienes detectaron a una posible familia. ¿Otra sorpresa? Grandío cuenta que las operaciones de los ingleses en España las llevó un equipo de católicos practicantes con los que los carlistas podían identificarse y a los que podrían convencer de que la caída de Franco iría en favor de su programa político autonomista. En la práctica,una filtración desde Navarra hizo que la red inglesa en el Cantábrico cayera.

"Yo tengo una hipótesis que no podemos demostrar todavía", explica Grandío. "La red cayó de una manera absolutamente singular. Ninguna red del mundo cae así, de golpe, con toda la documentación reunida en el dormitorio de una pensión. Hoy se puede ver esa documentación, está en el archivo militar de Ferrol, en siete cajas. Aparecen las 80 o 90 personas que estaban implicadas, con sus fotografías, con documentación británica, con planos enormes... Es extraña esa manera de caer. Por otra parte, hay huecos en esta red que también son muy interesantes. El primero: a Lorenzo Sanmiguel, el líder y referente de la red, lo mataron en esa pensión. Según el informe judicial, sacó una pistola y los agentes lo mataron antes. Bueno, puede ser o no ser. Su segundo escapó y no volvimos a verlo. Teóricamente, hubo una delación, aunque no necesariamente vinculada a este segundo. La hipótesis es que, si el proyecto de invasión británica desaparecía, ya no tenía sentido la red del Cantábrico. En noviembre de 1943, Samuel Hoare volvió a visitar a Franco y acordó que no conspiraría más en contra de él a cambio de que Franco limitase su apoyo a los alemanes. Inmediatamente después, el señor Alan Hilgarth se fue de España". A Alan Hillgarth lo presentamos unas líneas atrás como diplomático. En realidad, fue el hombre más importante en el servicio de espionaje aliado en España. "Se fue al sudeste asiático para ser el alto mando de la inteligencia británica".

-Está sugieriendo que los ingleses dejaron caer a sus guerrilleros cuando dejaron de servirles?

-El caso de Alan Hillgarth fue muy claro. Su salida fue una manera de decirle a Franco: "Seguiremos negociando con usted, que ya no tenemos nada en su contra". Y como no había invasión, no tenía sentido toda esa red de radios que comunicaban directamente con Londres. Al contrario, generaba un conflicto diplomático mayor.


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