Esta contribución teórica propone una reflexión abierta sobre la incertidumbre, tan presente en los debates sociales y educativos contemporáneos, y sobre el valor que puede tener para el bienestar de las personas y las comunidades aprender a habitar esas «incertidumbres». Percibir diferentes alternativas antes de tomar una decisión, encontrarse perdido ante la ambigüedad de alguna información y sentir desorientación frente a la complejidad, son características de esta escurridiza «incertidumbre» (Barreneche, Santi, 2022). La incertidumbre puede ser percibida de forma negativa si (...) provoca miedo, preocupación, ansiedad, percepción de vulnerabilidad (Hillen et al., 2017) o de forma constructiva si aparece como un motor vital para la investigación (Tauritz, 2019). La comunidad de indagación filosófica (CPI) -tal y como se conceptualiza y promueve en el plan de estudios de la Philosophy for Children (P4C) - se convierte en un «entorno de creatividad seguro» (Weinstein, 2016), en el que aprender a habitar la incertidumbre. Una IPC que improvisa (Zorzi, Santi, 2023), desarrolla y hace conscientes disposiciones hacia la incertidumbre, aprendiendo a ver las alternativas como un recurso, las ambigüedades como horizontes creativos de sentido, y la complejidad como una actuación colectiva a experimentar. Seis dimensiones de la improvisación – (1) respeto a las diversidades, (2) confianza en las posibilidades, (3) construcción de un sentido de comunidad, (4) actitud de apertura a los cambios, (5) actitud exploratoria, (6) pasión creativa, surgidas de otras investigaciones previas (Zorzi et al., 2019), se proponen para orientar la formación de facilitadores y CdI, dialogando con los «nueve momentos recurrentes de desequilibrio» sugeridos por Karin Murris (2008). (shrink)