Abstract
El rol de la mujer en el sexo ha sido, por mucho tiempo, un tema central y de difícil resolución. La mujer, al ser considerada como la pieza fundamental en la reproducción de la especie humana, ha perdido cabida en el sexo por placer y se le ha denigrado hasta tal punto que su voluntad y autonomía se han subordinado a la voluntad y autonomía de otros: sus padres, esposos e incluso la humanidad como especie. El consentimiento entra aquí como el recurso más valioso para que las mujeres reivindiquen su autonomía y el poder que tienen sobre sí mismas. Este acto de habla, el consentir, visto desde su dimensión locucionaria, ilocucionaria y, sobre todo, perlocucionaria, es la condición de posibilidad para que la mujer retome la agencia moral que le corresponde y sea vista ante los demás como un ser con voluntad y autoridad propia. La realización exitosa del consentimiento ilocucionaria y perlocucionariamente le abre las puertas a la mujer a retomar el placer sexual que se le ha arrebatado por siglos y a hacer efectivos sus derechos sexuales por los que tanto ha luchado. Sin consentimiento la mujer no sería más que un objeto en los contextos sexuales.