

Untítere otíteres, en un amplio sentido, puede referirse a cualquier objeto que cumpla estos dos requisitos:[nota 1][1]
El uso desde hace cuatro siglos del término «títere», exclusivo del ámbito geográfico y cultural de la lengua española,[nota 3] lo convierte en un tesoro lingüístico que una vez más habla en favor de la riqueza de este idioma. A la persona que maneja el títere se le denomina «titiritero».
Una de las primeras menciones documentales «oficiales» que aparecen en la península ibérica, se remonta al reinado deAlfonso X de Castilla, a raíz de la solicitud (Suplicatio) que eljuglarGiraut de Riquier dirigió en 1273 al rey para establecer privilegios y orden de jerarquía artística entre los muy variados oficioshistriónicos. Dos años después, Alfonso X emitió unaDeclaratio que distinguía y clasificaba la siguiente tipología:[3]
Frente a la parquedad y ambigüedad de las definiciones académicas y de los diccionarios de uso,[nota 4] los estudios, tanto de titiriteros como de investigadores especializados en teatro para niños y de títeres, prefieren la definición que, en 1611, dejó escritaCovarrubias en suTesoro de la lengua castellana, que explica el origen del término en la costumbre de los titiriteros de colocarse en la boca una lengüeta que usaban para deformar la voz, sonando el chirrido resultante una especie de 'ti-ti' metálico.[4] El dramaturgocubanoFreddy Artiles informa de que esas lengüetas todavía se utilizan por titiriteros de diferentes lugares delplaneta.
Bernal Díaz del Castillo, en suHistoria verdadera de la conquista de la Nueva España, fue uno de los primeros en dejar referencia escrita de la palabra «títere», al mencionar a un hombre de la comitiva deHernán Cortés en su expedición aHonduras que «jugaba de manos y hazía títeres»[5]
Los primeros teatritos mecánicos que se mencionan, en 1539 segúnVarey, son los llamadosretablos (por su parecido con las tablas pintadas o en relieve).[6] El vocablo, de origen religioso, se aplicó poco después a los títeres manuales.[nota 5] Más tarde llegarían a diferenciarse ambos teatrillos, quedando el término «retablo» para los manuales, y los mecánicos empezaron a conocerse comoTutilimundi (tutilimondi o titirimundi), mondinovi o mundinuevo. Covarrubias, en su definición, aclara que el mencionadoretablo era la «caxa» (armazón del teatrillo) y no los títeres.[7]
Cervantes se refiere a esta forma teatral en varias de sus obras,El licenciado Vidriera, elColoquio de los perros y con especial intensidad en «dos momentos importantes de su obra»;[8] enEl retablo de las maravillas, entremés de 1615, y en los capítulos XXV y XXVI de la segunda parte deDon Quijote de la Mancha, publicada aquel mismo año.[9] Casi como un homenaje cervantino,Manuel de Falla compuso en 1923El retablo de Maese Pedro (con títeres yescenografía deHermenegildo Lanz y la colaboración deManuel Ángeles Ortiz); además de otras colaboraciones con los títeresgaditanos de laTía Norica (una de las más valiosas colecciones detíteres de cuerda deEspaña). Poco después, y en esa misma línea abierta por Cervantes,Federico García Lorca escribió elRetablillo de Don Cristóbal en 1930, culminando sus trabajos para los popularestíteres de cachiporra.[10]
«Y, diciendo y haciendo, desenvainó la espada y de un brinco se puso junto al retablo, y con acelerada y nunca vista furia comenzó a llover cuchilladas sobre latiterera morisma, derribando a unos, descabezando a otros, estropeando a este, destrozando a aquel, y, entre otros muchos, tiró un altibajo tal, que si maese Pedro no se abaja, se encoge y agazapa, le cercenara la cabeza con más facilidad que si fuera hecha de masa de mazapán».Miguel de Cervantes. Capítulo XXVII de la Segunda Parte delQuijote:El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha.
Durante elSiglo de Oro español y el inicio del periodoilustrado era tradicional que durante el periodo de laCuaresma, los espectáculos de títeres ocupasen los escenarios que la temporada teatral se había visto obligada a abandonar por prescripciónreal y siguiendo los preceptos de la religióncatólica. Así, durante cuarenta días los titiriteros,acróbatas yvolatineros, y las comedias de muñecos, entretenimiento considerado infantil, tomaban plazas, calles ycorrales para diversión de grandes y chicos. La afición al espectáculo teatral, más allá del contenido -ya fuera dramático o cómico-, llenaba los tablados como se puede leer en la comedia deJuan Ruiz de AlarcónMudarse por mejorarse, donde le dice un personaje a otro:[11]
«...Acudir veríasesta Cuaresma pasada,
y oyendo a un viejo graznar».
contenta y alborozada
al corral cuarenta días
toda la corte, y estar
muy quedos, papando muecas
viendo bailar dos muñecasJuan Ruiz de Alarcón (ca. 1580-1639)
Gaspar Melchor de Jovellanos, uno de los más sensiblesilustrados españoles del siglo XVIII, dejó escrita en suMemoria para el arreglo de la policía de espectáculos y diversiones públicas, su opinión sobre los títeres:[12]
«Acaso fuera mejor desterrar enteramente de nuestra escena un género expuesto de suyo a la corrupción y a la bajeza, e incapaz de instruir y elevar el ánimo de los ciudadanos. Acaso deberían desaparecer lostíteres ymatachines, lospayasos,arlequines ygraciosos del baile de cuerda, laslinternas mágicas ytotilimundis y otras invenciones que, aunque inocentes en sí, están depravadas y corrompidas por sus torpes accidentes. Porque ¿de qué serviría que en el teatro se oigan sólo ejemplos y documentos de virtud y honestidad, si entre tanto, levantando su púlpito en medio de una plaza, predicadon Cristóbal de Polichinilea su lúbrica doctrina a un pueblo entero, que, con la boca abierta, oye sus indecentes groserías? Mas si pareciese duro privar al pueblo de estos entretenimientos, que por baratos y sencillos son peculiarmente suyos, púrguense a lo menos de cuanto puede dañarlo y abatirlo».Jovellanos, 11 de junio de 1796
Más allá de las censuras del ilustrado Jovellanos, los títeres, que casi siempre estuvieron en manos de artistas extranjeros, sobre todo italianos, decayeron a finales del siglo XVIII, superados en popularidad por nuevas distracciones como la famosalinterna mágica. Habría que hacer una excepción con las marionetas de laTía Norica, que con el horizonte de lasCortes de Cádiz y un variado repertorio mantuvo viva enAndalucía la tradición titiritera. También enCataluña se desarrolló una importante cultura del títere, a partir de la introducción por artistas italianos de lassombras chinescas al comienzo del siglo XIX; este espectáculo de origen mágico, generador en Oriente de varios ejemplos deteatro de sombras, sedujo con su poética a personajes comoPere Romeu,Santiago Rusiñol yMiquel Utrillo, impulsores de inolvidables veladas titiriteras en el café de «Els Quatre Gats» en la Barcelona del cambio del siglo XIX alXX.[8][13]
La reunión en Madrid de artistas e intelectuales de toda España rescató del olvido el arte titiritera durante las primeras décadas del siglo XX.[14] Se considera como uno de los estimulantes de esa renovación del género la experiencia propuesta porJacinto Benavente y su teatro para niños (Teatro fantástico), en cuyo marco se estrenó en 1910 laFarsa infantil de la cabeza del dragón deRamón del Valle Inclán, y más tarde el «Teatro Pinocho» dirigido porMagda Donato ySalvador Bartolozzi, y llegando desdeGranada eldon Cristóbal, bruto poético, par de otros «títeres de cachiporra» comoPunch,Guiñol o los primitivospolichinelas.[15] En la década de 1920, la literatura del títere español alcanzaría su momento más brillante de la mano del gallego Valle-Inclán y el catalánJacinto Grau; el primero con suTablado de marionetas para la educación de príncipes (1926) y los «dramas para marionetas» incluidos en suRetablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, y GrauEl señor de Pigmalión (1921).[8]
El panorama literario-titiritero en España puede completarse con los trabajos deAugusto Martínez Olmedilla (Teatro de marionetas, 1920);[16]Tomás Borrás (Fantochines, 1923);Eduardo Blanco Amor (Farsa para títeres, publicadas ya en elexilio, en 1953);César Muñoz Arconada (Tres farsas para títeres, 1935); yRafael Alberti (La pájara pinta yBazar de la providencia, de 1926 y 1934, respectivamente).[17]
Hay que resaltar la producción deRafael Dieste como uno de los directores delTeatro Guiñol de lasMisiones Pedagógicas impulsadas porManuel Bartolomé Cossío desde laInstitución Libre de Enseñanza. Dieste escribió para aquel mágico guiñol ambulante piezas comoFarsa infantil de la fiera risueña (1933),El falso faquir (1933),Curiosa muerte burlada (1933),La doncella guerrera (1933) ySimbiosis (1934).[17][18]

Hay cuatro técnicas mayores en la manipulación de títeres:
Existen todo tipo de espectáculos mixtos donde se mezclan estas cuatro grandes técnicas titiriteras entre sí y con otras menos conocidas.[19]
Además de los cuatro tipos más conocidos,de guante,de varilla,de sombra ymarioneta (títere articulado movido por cuerdas o hilos), hay otras variedades que pueden funcionar de modo independiente o integrándose en los ya mencionados, como recursos del titiritero:[20]

La directora de teatro y titiritera argentina Mane Bernardo propuso un interesante orden o clasificación general para distinguir los diversos tipos de muñecos que componen el universo de los títeres, en constante expansión.
Bernardo ordenó los muñecos en función de su situación respecto al titiritero y el lugar donde se coloca este para manipularlos. Así, el títere puede serajeno al titiritero (como la marioneta y el títere de sombra) oformar parte de él, como los títeres de guante y los de varilla. En el segundo aspecto básico de clasificación, la colocación del manipulador, este puede operar desde arriba (marioneta), desde abajo, (varilla y guante) o desde un lateral (títeres 'a la planchette' y títeres acuáticos); un caso diferente pero también a mencionar es el delbunraku japonés, cuyos operadores, manipuladores o titiriteros se colocan detrás del muñeco, a la vista del público.[21]
El panorama es amplísimo; entre los titiriteros y creadores pioneros, y las compañías que continúan activas se podrían citar:Mane Bernardo, la familiaCueto,Wilberth Herrera,Javier Villafañe,Roberto Lago,Frederik Vanmelle,Silvina Reinaudi,Fredy Reyna, los hermanosRosete Aranda,Eduardo Di Mauro y un largo etcétera.
Algunos museos dedicados al títere son:
Algunos teatros de títeres con gran tradición son:
De la larga lista de festivales de títeres y marionetas, pueden mencionarse aquí:
El concepto del títere, definido porArtiles como ‘creación humana casi tan antigua como el hombre’, ha generado una rica colección de expresiones, dichos, consejos, adagios, máximas y moralejas.[22] Entre, ellas, quizá las más populares sean:[23]