Losoficios viles y mecánicos eran losoficiosartesanales omanuales, considerados viles,[1] por cuanto, eran incompatibles con lanobleza en lasociedadfeudal y delAntiguo Régimen. Se basaban en latradición y lacostumbre, y se accedía a ellos por elsistema gremial deaprendizaje.[2]
Dentro de la división tri-estamental de las funciones sociales,[3] eltrabajo manual estaba reservado alTercer Estado (plebe o común) y era incompatible con el modo de vida noble, que debía ser el ejercicio de las armas y el mantenimiento delhonor; vivir de larenta feudal, no "ganarse la vida" trabajando.[4] Lo mismo puede decirse del modo de vida delclero, aunque elclero regular utilizara el trabajo, no tanto con fines productivos sino como una parte de suascetismo (regla de San Benito: ora et labora).
La denigración del trabajo proviene de laAntigüedad clásica, asociada almodo de producción esclavista, y se encuentra justificada, por ejemplo, en lafilosofía dePlatón yAristóteles. Desde laEdad Media, lasprofesiones liberales oartes liberales, es decir, las que se basan en el trabajointelectual y se caracterizan por el acceso a través deestudios universitarios, tenían una consideración superior.
Hasta laIlustración (en España, con la Real Cédula de 18 de marzo de 1783, deCarlos III) no se levantó la consideración legal de envilecedores a los oficios mecánicos, incompatibles hasta entonces con lahidalguía y loscargos públicos.[5]
Declaro que no sólo el oficio de curtidor, sino también los demás artes y oficios del herrero, sastre, zapatero, carpintero y otros a este modo, son honestos y honrados; que el uso de ellos no envilece la familia ni la persona del que lo ejerce; ni la inhabilita para obtener los empleos municipales de la república en que están avecindados los artesanos y menestrales que los ejercitan; y que tampoco han de perjudicar las artes y oficios para el goce y prerrogativas de la hidalguía, a los que la tuvieren legítimamente... siendo exceptuados de esta regla los artistas o menestrales o sus hijos que abandonasen su oficio y el de sus padres y no se dedicaren a otro o a cualesquiera arte o profesión con aplicación y aprovechamiento aunque el abandono sea por causa de riqueza y abundancia; en inteligencia de que mi Consejo, cuando hallare que en tres generaciones de padre, hijo y nieto ha ejercitado y sigue ejercitando una familia el comercio o las fábricas con adelantamientos notables y de utilidad al Estado, me propondrá, según le he prevenido, la distinción que podrá concederse al que se supiese y justificase ser director o cabeza de tal familia que promueve y conserva su aplicación.[6]
A la consideración genérica común a los oficios manuales se añadía a algunos de entre ellos una particular condición "envilecedora".
Había también oficios viles, que no hay que confundir con los oficios mecánicos.Estos últimos eran todos los que necesitaban un esfuerzo físico, un trabajo manual, que llevaba aparejada cierta descalificación; por eso, aquellos artífices que tenían interés en proclamar la ingenuidad de su arte, se esforzaban por dejar bien claro que ellos ejecutaban solo la labor magistral, dejando a sus ayudantes los aspectos materiales de su tarea; losfarmacéuticos tenían mancebos que pulverizaban, calentaban y mezclaban los ingredientes, lospintores se valían de su sirviente para preparar los lienzos y los colores (el caso deJuan de Pareja respecto aVelázquez), etc. Pero si bien las actividades mecánicas se reputaban incompatibles con la hidalguía, no descalificaban al artesano, que tenía su puesto señalado en la escala social y en los cortejos se agrupaba tras la enseña de su gremio. En cambio, la profesión vil envilecía a quien la practicaba, por ejemplo elmatarife, elpregonero, elverdugo. Los precedentes clásicos incluían en esta reprobación a cuantos se ganaban la vida divirtiendo al público, como loscomediantes, aunque la práctica atenuase mucho este juicio tan severo. Fue un argumento muy usado en las polémicas sobre la licitud del teatro.
Antonio Domínguez Ortiz,La España del Quijote[7]
Al final de la edad del bronce se sitúa el mito deHabis, rey legislador y civilizador, introductor de los bueyes y del arado para labrar la tierra; el mito le atribuye haber prohibido el trabajo a una parte de la población (los nobles) y de haber repartido a la plebe en siete ciudades. Esta leyenda es pareja con la deRómulo y Remo, la deCiro el Grande, la deMoisés, la deSargón I de Acad, la deSemíramis, y la deTriptolemo.
Justino, 44, 4, 13: Ab hoc et ministeria servilia populo interdicta et plebs in septem urbes divisa (citado enMariano Torres,Tartessos - Página 383).Martín Almagro Gorbea,La necrópolis de Medellín, Volúmenes 3-5, pg. 1070:
... la imprecisa, hasta ahora mal comprendida y muy discutida referencia deJustino (44, 13) en el epítome deTrogo Pompeyo, que hace referencia a queHabis, el rey-fundador mítico deTartessos, tras organizar las clases sociales y prohibir los trabajos serviles al pueblo, había organizado la plebe o población tartesia en siete ciudades