Unjinete (delárabezanáti, en alusión a la tribubereberZenata),[1]charro,cabalgador,caballista oamazona en femenino,[2] designa a la persona que monta uncaballo o a la persona diestra enequitación, máxime si esto se relaciona con sus labores más frecuentes (arrieros, domadores, etc.).
Aunque la explicación de la base etimológica a partir de la palabra “zenetha” exige su propio artículo de índole histórica, corresponde aquí decir que los“zenetha” o zenetas o zanatas eran una “tribu” de bereberes que durante laEdad Media rivalizaron con otra no menos importante, la de loszeneguíes.
Los zenethas al parecer se configuraron comoetnia en elSahara Occidental y en la margen norte delrío Senegal, especialmente tras la invasión árabe. Tal invasión les habría forzado —entre otras cuestiones— a adoptar como parte de su táctica el uso con gran destreza primero de losdromedarios ycamellos, a partir de su experiencia con el tipo decaballo árabe ágil y ligero. La evolución de estos jinetes fue importante en elMagreb y, a partir del siglo VIII, en la España medieval dominada por los árabes.
En el mundo hispanoparlante,jinete es sinónimo degaucho,huaso,llanero,vaquero ocharro.
En Occidente, desde al menos inicios de laEdad Media las mujeres montaban "a la amazona", o "a la mujeriega", sentadas de lado con las piernas juntas, ya que montar a horcajadas o "a la jineta" se consideraba indecoroso, perjudicial para la fertilidad femenina y tampoco la indumentaria, con largos y pesados vestidos, lo facilitaba. En el siglo XIII surgió la jamuga, una silla con respaldo, brazos y reposapies para mejorar la comodidad de la dama, pero esta seguía sentada de lado, lo que se volvía incómodo en trayectos largos, y, lo principal, no podía controlar su montura, necesitando la constante ayuda de unpalafrenero que guiaba su caballo, burro o mula. Era una equitación pasiva debido a una posición que impedía ejercer ninguna acción sobre la montura.
Pero en elRenacimiento las damas quieren participar más activamente en las cacerías, "tomar las riendas". Algunas damas intrépidas incluso se atrevieron a montar a horcajadas durante la caza, como la mismaDiana de Poitiers, a pesar de las fuertes críticas.Catalina de Médicis fue la introductora de una silla mejorada para no perderse las jornadas de caza con su esposoEnrique II, la silla de corneta fija. La posición de la amazona cambia por completo, la corneta evita que la dama resbale hacia la izquierda, la pierna izquierda se gira hacia el eje del cuello del caballo, sostenida por un fino estribo, y así los hombros y caderas de la mujer se orientan en dirección a la marcha. Con la mejorada posición, la amazona toma las riendas pudiendo dirigir los movimientos de la montura, ganando gracia y solidez, siendo posible no solo pasear a caballo, si no cazar activamente o incluso galopar conjugando feminidad y deportividad.[3]
De entre los innumerables ejemplos, pueden escogerse por su popularidad: el jinete sin cabeza deLa leyenda de Sleepy Hollow deWashington Irving,Los cuatro jinetes del Apocalipsis, novela deVicente Blasco Ibáñez, losJinetes negros de la trilogíaEl Señor de los Anillos deJ. R. R. Tolkien o el poema "Canción del jinete" deFederico García Lorca.