Title: De Sobremesa; crónicas, Quinta Parte (de 5)
Author: Jacinto Benavente
Release date: December 26, 2018 [eBook #58545]
Language: Spanish
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Nota del Transcriptor:
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Jacinto Benavente
CRÓNICAS
QUINTA SERIE
MADRID
PERLADO, PÁEZ Y COMPAÑÍA
SUCESORES DE HERNANDO
Arenal, 11 y Quintana, 31 y 33
1913
ES PROPIEDAD.—DERECHOS RESERVADOS
Artes Gráficas MATEU.—Paseo del Prado, 30.—Madrid.
De sobremesa
Los ojos y las almas se van tras lo quebrilla, y la botadura del barcoEspaña hasido lo más brillante en esta semana pasada.
¡Un barco de guerra magnífico! La consideraciónde la cantidad pudiera entibiarel entusiasmo por la calidad, si, como dijoShakespeare, lo que es hambre para un gigante,no fuera hartazgo para un enano.
Los que no se deslumbran por lo que brilla,acaso más relumbrón que lucimiento,sin quitarle importancia al flamante acorazado,estiman en tanto el saber que muypronto la Transatlántica Española contará[6]con dos nuevos barcos, barcos de paz, contodos los adelantos y comodidades de losmejores transatlánticos ingleses y alemanes.
Como en España todo se hace cuestión deideas, por lo mismo que nos tienen todassin cuidado, el hablar mal y por sistema dela Compañía Transatlántica Española esuno de los tópicos anticlericales.
Aquí, hasta del hallazgo de un supuestoretrato de Cervantes se hace programa departido y poco menos que dogma católico.D. Alejandro Pidal ya comprometió á laDivina Providencia en el hallazgo.
Se ha censurado á la Compañía Transatlánticaporque en sus barcos se dice misay se reza la oración y el rosario. Yo nocreo que la asistencia á estos actos sea obligatoriapara los pasajeros. Pero, nótese:siempre censuran la celebración de estas ceremoniaslos que, sin creer en ellas, no seatreven á proclamar su descreimiento y...porque no se diga, se molestan en presenciarlas.Es cobardía suya y dicen que es intoleranciaajena.
A mí me parece más intolerancia la delos barcos ingleses, que, al viajar por líneas[7]donde son muchos los pasajeros católicos,sólo celebran el culto protestante y no llevanun sacerdote que pueda auxiliar á unmoribundo de religión católica.
Pero, en este caso, nadie habla de intoleranciasni de intransigencias, y lo más graciosoes que los más libres pensadores nopierden ceremonia del culto protestantepor... curiosidad, por pasar el rato. Y esoque, al final, hay colecta.
También habrá oído usted decir que loscamareros de los barcos españoles, con esademocracia tan nuestra, se permitían andaren mangas de camisa entre los pasajeros.No he podido comprobarlo; pero sí que,en barcos ingleses, con esa aristocracia tansuya, andaban... no en mangas de camisa,en calzoncillos.
En esto, como en todo, así hemos escritonuestra historia y así vamos contándola porel mundo.
El saludo al nuevo barco de guerraEspañano debe ser cuestión de ideas; tampocodebe serlo el saludo á los barcos de paz dela Compañía Transatlántica Española.
Distinguidos escritores y críticos de Artehan solicitado, para la próxima ExposiciónNacional de Bellas Artes, una instalacióndestinada á exponer obras de don IgnacioPinazo.
Tan de justicia es la demanda que, sinduda, la inmediata respuesta será la concesión,y aun ha de parecemos tardía, puesquizás hubiera debido anticiparse á la peticiónel ofrecimiento en este caso.
En la inquietud algo anarquista de nuestramoderna pintura, entre oscilaciones dela moda, influencia de fuertes individualidades,titubeos de los unos y afirmacionesprematuras de los otros, Pinazo ha sido deesos grandes y seguros artistas que, fieles ála realidad objetiva del Arte, sobre modas ygustos pasajeros, son como estrellas fijasguiadoras infalibles del derrotero cierto.
No quiere decir que la moda no sea legí[10]timaen arte y que no tenga sus encantos.La moda es siempre expresión de una modalidadespiritual en el tiempo, y por serdocumento interesante en la Historia delEspíritu Humano, también puede serlo enla Filosofía del Arte.
Mas si nada pierde una mujer hermosacon ir vestida y adornada al gusto del día,y aun lo gracioso del atavío es picante realcede la hermosura á los ojos vulgares, solicitadospor lo llamativo del adorno antesque por la verdad de la hermosura, no esmenos cierto que, si el adorno es gracia,sólo la desnudez es verdad.
Un figurín es muy poco; una hermosamujer, bien vestida, es algo; una mujerdesnuda y muy hermosa, es hermosa deveras.
Pues de esta sólida hermosura es la obrade Pinazo. Por las obras de otros pintoreshan dejado figurines y modas sus gracias ysus artificios; en unas, eso fué toda su razónde ser; de otras, quizás por haber atendidodemasiado á lo pasajero no quedó todolo que debiera haber quedado. En Arte sólosobrevive lo que es vida, lo que es Espíritu.
La obra de Pinazo es algo más que unfigurín, y la exposición de sus obras puedeser saludable enseñanza para tantos jóvenesartistas en camino de perderse desorientados;unos, por andar á la última moda;otros, por sacar moda nueva, como no sehaya visto, si es posible.
Hay obras de arte de contemplación recomendablecontra neurastenias artísticas,como el campo y el mar y sus aires puroscontra la neurastenia física.
Las obras de Pinazo son de estas obrasprivilegiadas; obras de salud, de fuerza,de verdad, como las de Velázquez, sus hermanasmayores.
En París han andado á cachetes un autory un crítico por un quítame allá esa obra.El autor es M. Caillavet, fecundo colaboradorde M. Flers, con algunas infidelidades,como es natural en toda colaboración, yasea matrimonial, ya literaria; el crítico esM. Mas, del periódicoComedia; y la obraen cuestión esPrimerose, representada enla Comedia Francesa.
En los Círculos teatrales de París ha sidosabrosa comidilla el incidente. Unos ponenpor Tenorio y otros por Mejía. No estoy seguro,pero me atrevería á jurar, supuesto elcompañerismo entre gente de letras, quelos autores estarán á favor del crítico y loscríticos á favor del autor. Los actores, naturalmente,á favor del autor y del crítico,en presencia de cada uno de ellos, y en ausencia...deseando que no hubieran quedadoni las plumas del uno y del otro.
En París, como en todas partes, la críticateatral peca de benévola. Su mayor injusticiaconsiste, quizás, en tratar con igual benevolenciaá todo el mundo. En este casoparticular M. Caillavet no ha tenido razónpara incomodarse. M. Mas es un fanáticoadmirador de la Comedia Francesa. Consideradicho teatro como una preciosa instituciónnacional y vela celoso por sus prestigiosy por sus excelencias. M. Mas cree queel teatro Francés no puede ser como otroteatro cualquiera, atento sólo á lo productivodel negocio; cree que son más elevadossus deberes y sus atenciones. Se lamenta decontinuo porque los actores de la Comedia[13]andan desperdigados por esos mundos y dificultancon sus continuas ausencias la esmeradainterpretación de las obras. Deploraque las actrices del severo teatro conviertanla clásica escena en escaparate exhibitoriode atrevidas creaciones modistiles, y truenacontra el predominio de las obras modernassobre el repertorio clásico de Corneille, Raciney Molière.
Lo mismo que ahora contraPrimerose,la obra de Flers y Caillavet, ha protestadocontra otras muchas obras de Lavedan, deDonnay, de Bataille, de Hervieu.
Era un sistema, y ya se sabe que contraun sistema sólo es posible otro sistema.Como las bofetadas no pueden ser un sistema,el mejor de todos era el seguido porlos demás autores y por el administradorde la Comedia Francesa, M. Claretie, hombrede mundo y de teatro: Dejar decir y...¡que critiquen!, como decía Pina Domínguezal cerrar con ímpetu la portezuela desu elegante berlina.
Monsieur Mas sostiene, con razón, quesólo por tratarse de un teatro subvencionadose permitía protestar contra el excesivo[14]número de representaciones dePrimerose.
Monsieur Claretie opina que, no sólo dela subvención oficial vive su teatro, y connúmeros, vencedores siempre de las letras,puede demostrar que el público prefierelas obras modernas á las de Corneille, Raciney Molière.
En un país republicano y democrático elsufragio universal es la razón suprema.
Y en cuestiones de Arte es en lo único queestará de acuerdo la aristocracia con la democracia.Votarán siempre por la vulgaridady por la tontería.
En un salón se notaría gran diferenciaentre una duquesa y una cocinera. En elteatro, si hay alguna, es en ventaja de lacocinera.
Un curioso impertinente ha descubiertoy publicado la verdadera fecha del nataliciode algunas celebridades.
La gente goza mucho con estas indiscreciones.
Nuestra admiración se trocaría en odiosi no considerásemos á los seres superioressujetos á estas miserias, patrimonio de lahumanidad.
Necesitamos saber que en algo son nuestrosiguales, y en algo, tal vez, inferiores.
La tristeza de admirar sólo está comparadapor la alegría de compadecer.
Pobre del grande hombre de quien nose haya dicho alguna vez ¡Pobre hombre!
Por eso la admiración á los grandes hombreses más espontánea cuando son más viejos.No se les admira por haber sido grandesmás tiempo, sino porque ya les quedamenos tiempo de serlo.
Los setenta años de la Patti, los sesenta ypico de Sarah, despertaron generales simpatíasy admiración. Cuando un artista estan declaradamente viejo, quisiéramos que,á poder ser, no se muriera nunca. Las graciasseniles hallan tan propicia nuestra admiracióncomo las gracias infantiles. Todolo que sea poder decir: ¿Ha visto usted?¡A su edad! ¡Es admirable!
Los perjudicados con estas indiscrecionesson los de la edad ingrata: Caruso y D'Annunzio,con sus cuarenta y tantos años, ylas artistas cincuentonas. Para estas edadesno hay compasión. Son los años crueles,sin amor y sin respeto. Años en quetodo es ridículo, en que todo parece afectado,impropio, equivalentes á las horas dela tarde en el día, las más difíciles de distraer,las más difíciles en acertar con el trajeadecuado. Cualquiera es elegante por lamañana ó por la noche; pero ¡por la tarde!La tarde es la verdadera piedra de toquede la elegancia; como la tarde de lavida lo es del saber vivir. ¡No ser ridículoen esa edad ingrata, de los cuarenta á lossesenta! ¡Insuperable dificultad!
Y ¡si hombres y mujeres se limitaran enesa edad terrible al trato y sociedad de suscontemporáneos! Mas, justamente, en esaedad, como se teme al espejo, se huye dela confrontación con los que pueden servirnosde espejo.
Las señoras y los señores maduros se rodeande jovencitos. Es la edad de los amoresdesproporcionados, trágicos. La edad enque á nuestro llanto responden las risas; ánuestra fidelidad el engaño; en que decimos:Tú, y nos dicen: Usted. Besamos enla boca y nos besan en la frente.
También ha sido sabrosa indiscreción lade haber enterado al público de lo que cobrananualmente los más aplaudidos autoresy compositores.
A estas horas habrá quien crea que nohay profesión en España como la de compositoró autor dramático.
Yo me permito advertir á los deslumbradospor esas cifras, más verdaderas que elocuentesen esta ocasión, cómo esas cantida[18]desapetitosas, cobradas por algunos autoresdurante algunos años de su vida teatral,son, en parte, los atrasos de muchos añosde penuria y de lucha, y en parte anticipode otros que llegarán, de agotamiento y decadencia.
Si el público quiere saber la verdad quese esconde detrás de esas cifras, no mire loque cobran los autores; mire cómo vivenmuchos de ellos, y sabrá mejor á qué atenerse.
Y no es que pequen de ahorradores ni deavarientos. ¡Si el público supiera los apurosque pasan á veces, por muy poco dinero,muchos de esos que cobran tanto!
No hay duda que sobre el dinero del teatropesa alguna maldición, sin duda por serel teatro cosa diabólica. Lo cierto es que nohay dinero que menos luzca. Ni renta queen menos tiempo consuma el capital.
Todo autor pudiera decir, como la actrizfrancesa Mme. Dorval, ante los aplausosdel público: Bien pueden aplaudirme; lesdoy mi vida.
En fin, si será teatral el dinero del teatro,que estoy seguro de que, al leer las cantida[19]descobradas, los primeros sorprendidoshabrán sido los mismos autores. Pero ¿esposible que yo haya cobrado todo ese dinero?—pensaránalgunos.
Y no hay duda; las cifras no mienten,todo eso es verdad. La de autor dramáticodebe ser profesión envidiable. ¡Ojalá pudieracederse ó traspasarse como un comercioó establecimiento cualquiera con todos susenseres! Y ¡ojalá pudiera anunciarse lacesión ó el traspaso como en Francia:¡Après fortune faite!
Entre dos amigos:
—Pero ¡chico! ¿Estás comprando ostras?¿Quieres suicidarte?
—No. Yo no soy aprensivo. Además, tengoconvidada á la familia de mi mujer.
Como anticipo al centenario de Shakespeare,y ya nos contentaríamos para sumatotal con un anticipo como ese en nuestrocentenario de Cervantes, durante el próximoMayo ha de inaugurarse en Londresuna curiosa reconstitución de dicha capitalen tiempos de Shakespeare, con sus tortuosascallejas, sus casas de madera. Habrásuntuosas fiestas, en que tomarán parte másde tres mil personas de la mejor sociedad,vestidas á usanza de la época en la severapero fastuosa corte de la reina Isabel, lavestal de Occidente. Habrá torneos y pasosde armas, con históricas armaduras en caballerosy palafrenes.
En el teatro del Globo, copia exacta delque fué dirigido por Shakespeare en uniónde Burlage, serán representadas obras deShakespeare, de Marlowe, de Ben-Johnson,de Beaumont y Fletcher y de otros gloriosos[22]autores contemporáneos del que logró oscurecerla gloria de todos.
Unakermesse revivirá costumbres populares,las canciones y danzas de la época, pavanasy gallardas.
En la sala de los festines podrá asistirse áuna comida de ceremonia de la reina Isabel,rodeada de sus adoradores y de sus cortesanos.
Habrá conciertos de música del sigloxviy mascaradas á la italiana, tan del gusto deaquella corte, rara mezcla de rudeza y refinamiento,de energía y de corrupción.
No faltará el recuerdo triste para nosotros;la reproducción delRevenge, el barcoque mandaba lord Ricardo Granville enel combate contra nuestra Armada Invencible;el mismo, también, en que nuestromortal enemigo el Drake dió por primeravez la vuelta al mundo.
Tan magnífico espectáculo ha sido organizadopor una empresa particular y será ámodo de heraldo anunciador de las grandiosasfiestas que dispone Inglaterra para el añodiez y seis.
Lo mismito que aquí, ¿no es verdad,[23]amigo Cávia? Aquí ya hemos convertido laconmemoración de Cervantes en algo religioso,en declarar dogma católico y conservadorla Invención del escondido retrato;Invención no menos gloriosa que la de laSanta Cruz por Santa Elena.
Ahora van á enviarse fotografías y foto-grabadosdel retrato por esos mundos.¡Quiera Dios que no vuelva maltrecho yvapuleado, como Don Quijote de sus aventurasy andanzas!
En nuestro espíritu nada se pierde ni sedestruye, aunque mucho se oculte. De continuoallegamos experiencia y conocimiento,y por una serie de superposiciones, juzgamostal vez terreno de solidez fundamentallo que sólo es arena de aluvión movediza.Cuando creemos más perdida algunaprimera cualidad de nuestro espíritu, unaemoción, un recuerdo, una sacudida cualquiera,arrastra todo lo superpuesto y reapareceen nosotros lo que más enterradoparecía.
Sólo así se comprende cómo sobre unabalumba de ciencias filosóficas y naturalessurje y se alza de pronto un libro diminuto:el Catecismo.
Sólo así se explica cómo después de haberleído á Mæterlink y á Ibsen, nos interesamosen el teatro con pueril interés, conemoción plebeya, por el melodrama de burdascomplicaciones. Cómo, después de haberleído á Flaubert y á D'Annunzio,nos divierte el folletín policíaco ó el cuentode niños.
Por eso hay espectáculos y libros y cuentosque durarán cuanto dure la Humanidad.Y no porque al renovarse las generacionescada generación celebre las novedades,sino porque, como en la Humanidad,con ser tan vieja, siempre habrá niños yjuventud, en el hombre, por muchos añosy mucha experiencia y muchos desengañosque pesen sobre su vida, siempre existiránel joven y el niño, prontos á mostrarse apenasuna emoción de su mocedad ó de su infancialos solicite. Como la tierra madre,el corazón del hombre se abre en grietas,simas, para decirnos, una, la historia, de[25]sus edades geológicas; el otro, la de susedades espirituales.
He aquí por qué unos cuantos hombresmaduros y muchos viejos estábamos encantadosuna de estas noches con los juegos deprestidigitación y de ilusionismo del caballeroWatry.
Este es un espectáculo en que se ha progresadomuy poco. Quizá en eso está sumayor encanto. Las innovaciones le perjudican.Preferimos á los modernos aparatosde electricidad, combinaciones de espejosy cámaras oscuras, las antiguas suertes debaraja y de escamoteos; las que dieron inmortalprestigio á Roberto Houdin, á BenitaAnguinet, á Herman, al conde Patricioy demás célebres figuras de un arte siempreantiguo y siempre nuevo, como todo lo quetiene raíces profundas en lo más profundode la Humanidad.
¿No es este todo el secreto del Arte? ¿Haynovedad que valga tanto como acertar conuna de vejeces que nunca envejecen; elcuento de ilusión que al niño maravilla porser niño y al hombre le ilusiona porque secree niño al recordarlo?
Bien dice el refrán: «No hay peor cuñaque la de la misma madera». Cuando entrelos pintores hay más literatos, decidenlos pintores recusar el juicio de los literatos.
Para la próxima Exposición de BellasArtes desean los pintores que nadie, ajeno ála pintura, intervenga en la admisión decuadros. Grave pecado de ingratitud meparece. ¿Qué sería de la mayor parte de lospintores modernos si los literatos no se encargarande comentar y de explicar suscuadros al público?
Sin los literatos, ¿hubiera logrado imponerseel impresionismo francés? ¿Quéhubiera sido sin Ruskin de los hermanosprerrafaelistas de Inglaterra? Y ¡de cuántospintores modernos no puede decirse loque el conde Tolstoi decía de Ibsen: «Ibsenes feliz; él escribe lo que le parece, sin saberlo que escribe, y después los críticos se[28]encargan de explicárselo». ¡Ah! ¡Si algunosde nuestros pintores modernos tuvieranque entendérselas directamente y cara ácara con el público! Y también muchos delos antiguos.
Uno de los experimentos más interesanteses el de acompañar en su visita al Museo áuna persona que no esté tocada de literatura,á un espíritu virgen y sincero. Yo lesaseguro á ustedes que las convicciones másfirmes se tambalean. ¡Ven tan claro y tanlimpio estos ojos vulgares! ¿No veríamosnosotros como ellos, si sólo percibiéramosla objetividad de la belleza en los cuadros,en vez de ir saturados de subjetivismos deescritores y críticos? ¡Cuántas obras dearte no deben su gloria á su propia hermosura,sino á la hermosa página que inspiraron!Cuando contemplamos la Venus deMilo, ¿es la Venus de Milo la que nos admira,ó tantas famosas páginas literariasescritas en su honor?
La cultura es la buena educación del entendimiento,mas por lo mismo que es buenaeducación, no puede ser siempre sinceridad.
Hay buenas formas, indispensables parafrecuentar el mundo artístico, como paraandar en sociedad. ¡Si dijéramos siemprelo que pensamos y lo que sentimos!
Pero, como dice en la comedia de PailleronLe monde oú l'on s'ennuie, en castellano,Las tres jaquecas, el subprefecto republicanoá la duquesa monárquica, que lepropone hablar mal del Gobierno: «¡Ah,duquesa, yo no puedo hablar mal, soy empleado;pero la oiré á usted con mucho gusto».Cuando no nos atrevemos á ser sincerosni con nosotros mismos, ¡cómo agradecemosy cuánto celebramos que alguien seatreva á serlo!
Por esto, los reyes y los grandes señores,obligados á fingimientos de cortesía, gustabande traer á su lado bufones y chocarreros,que, con achaque de burlas, dijeranlas verdades. Por esta misma razón, todavía,en muchas casas aristocráticas gustande convidar á unas cuantas personas maleducadas, que puedan, de cuando en cuando,soltar cuatro frescas á los demás invitados,con gran susto, aparente, de los señoresde la casa; en realidad, con gran rego[30]cijo,porque son las cuatro frescas que ellossoltarían con mucho gusto, si la buena educaciónno se lo estorbara.
Y hay que convenir en que si la sinceridady la mala educación á todas horas seríanintolerables, son muy convenientes algunavez, como ventiladores. Sin ellos nose podría respirar en algunos momentos.¡Tan cargada de mentiras y de convencionalismosestá la atmósfera social!
Hay salidas de tono, ó dígase coces, inapreciablespara determinar una corrientede aire puro.
Ahora, que á las personas de buen talanteni les gusta acocear ni ser acoceadas. Poreso suelen acompañarse de quien sepa hacerlocon oportunidad.
Un empresario de mucho entendimientodecía que todo empresario necesitaba tenerdos representantes: uno, honrado, para entendersecon él, y otro, pillo, para entendersecon el público. Del mismo modo, esmuy conveniente en la vida tener dos amigosde confianza: uno, bien educado, paratratar con él; otro, mal educado, para quetrate á los demás amigos. Y ¡si fuera posi[31]blereunir en uno solo al que supiera decirnoslas mentiras agradables á nosotros ylas verdades desagradables á los demás!
Pero esta suerte es patrimonio de losgrandes personajes políticos. Por lo regular,cuando se tiene un amigo mal educado,somos sus primeras víctimas. Pero, enfin, en gracia de que puede molestar á todoel mundo, le perdonamos gustosos que nosmoleste.
La huelga carbonera de Inglaterra, de interésmundial, como ahora se dice, nos preocupamuy poco. La actitud de Francia enla cuestión de Marruecos, de interés tan nacional,nos preocupa lo mismo; menos, esimposible.
Los temas de conversación preferentesson: la crisis probable, el nuevo arrendamientode la Plaza de Toros, la opereta vienesa,las tres peticiones en la Iglesia de Jesús,la chismografía de sociedad y de bastidores...Amenidades todo: como en lospueblos felices y en las casas en donde hayque comer.
Y bien mirado, ¿no es admirable esta despreocupaciónnuestra? Los destinos futurosde la Humanidad ¡son tan inciertos! ¡Todoel poderío, toda la riqueza del Imperio británicoá merced de una huelga proletaria!
¡Oh! ¡El brazo de reyes, emperadores,hombres de guerra y hombres de Estado,ese brazo extendido, que parece en nuestrasestatuas imperioso, dominador!
Ya son los brazos cruzados del obrero,del trabajador, del miserable, los que rigen,gobiernan y mandan en el mundo.
Ante esta pasiva acción, ¿qué puede otraacción? ¿Qué puede el pensamiento? Losbárbaros no necesitan esta vez ni avanzarsobre el Imperio; les basta con cruzarse debrazos, y el Imperio caerá por sí solo.
Mientras el mundo viva preocupado poresta amenaza, y hasta realizarse, nosotros,que ni aun entonces nos preocuparemosgran cosa, podemos ser el rincón apetecibledel mundo, que sirva como de Sanatorioá los pensadores europeos que se hayanvuelto locos de tanto preocuparse por lo quenosotros nos tendrá sin cuidado.
No hay que echar á mala parte nuestraingratitud con los grandes hombres. Se hadicho que la ingratitud es la independenciadel corazón. Entre nosotros no es sino la independenciadel cerebro. Nuestra ingratitudsólo es olvido, y somos olvidadizos por pereza.
Como la soberanía nacional en unos cuantospolíticos de profesión, delegamos gustososla facultad de discurrir, con tal de molestarnoslo menos posible.
Cuando admiramos ó cuando dejamos deadmirar, no hay que tomar en serio nuestroentusiasmo ó nuestro desvío. Nada es convicción,todo es comodidad.
Así, no hay gloria duradera entre nosotros.Y no por combatida, por ignorada.La crítica, aunque fuera para negar, ya seríaconocimiento, pero ya sería molestia. Esmejor suprimir.
[34]La fama de todo gran escritor, por gloriosoque sea, padece un eclipse peligroso:cuando extirpada la generación de sus admiradorescontemporáneos, se suceden otrasnuevas generaciones, solicitadas por nuevosnombres y nuevas glorias; cuando la obraes vieja y aún no es antigua; cuando ya noes actualidad y aún no es historia; cuandoya no creemos en el Revilla que la celebróen su tiempo y aún no llegó para ella el Menéndezy Pelayo que haya de consagrarla ánuestra admiración definitiva.
La gloria de Campoamor ha podido tenereste eclipse. Los jóvenes dejaron de admirarleporque era el mejor pretexto para noleerle. Lo mismo ha sido con Víctor Hugo,con Lamartine, con otros muchos.
Apenaba la escasez de estudios biográficosy críticos de Campoamor y de sus obras.Entristece que el poeta de las mujeres notenga una edición de sus obras, elegante,artística, digna de ser ofrecida á una mujercomo regalo. Las mujeres ¡ingratas! dejaronmorir al poeta sin ofrecerle el homenajede su admiración y de su cariño.
Ahora, patrocinada por leales amigos, se[35]abre una suscripción para erigir un monumentoal poeta. Las hijas de aquellas madresque amó tanto, como él decía, ¿se acordarándel poeta? «Me besan hoy como sebesa á un santo»; exclamaba con ternurade abuelo, en el noble ocaso de su vida.
Las jóvenes de ahora no besan á los poetasni los tienen por santos, y á los santostampoco los besan, se los comen. Como noande en ello batuta eclesiástica, poco puedeesperarse de las damas aristocráticas y delas jóvenes distinguidas.
De este modo, como decía Hamlet, bienpuede asegurarse que la memoria del másilustre hombre vivirá cuatro días, y eso sifué fundador de iglesias, que si no, podrádecirse como del caballito de palo se canta:
Sería muy triste que sólo contribuyeranlos hombres al monumento que ha de perpetuarlas glorias del poeta de las mujeres,del que poetizó el dolor en femeninocon nombre de dolora.
Andrés González Blanco ha redimido[36]culpas de la juventud literaria de nuestrosdías con un magistral estudio sobre Campoamor;libro de crítica seria, sin impresionismos,sin nerviosidades; un estudiotodo serenidad, como corresponde á uno delos pocos poetas españoles del sigloxix,que ha de hallar, por lo menos cada veinteaños, un crítico de entendimiento que leasus obras y sepa imponerlas á la admiraciónde los que no leen.
En España, este público que no lee nuncaes el que más sostiene el esplendor delas glorias literarias; como la multitud quenunca piensa, el esplendor de las religiones.
Los deportistas de nuestra Sierra delGuadarrama se oponen á la construcciónde un Sanatorio para tuberculosos.
El deportista ha leído á Nietzche; el deportistano tiene compasión. Como aquelhombre frío, del que habla Wordsworthen una poesía, capaz de estudiar botánicasobre la sepultura de su madre, el deportistaconsidera el mundo como un inmenso[37]campo de recreo. Si su afición es el automóvil,quisiera que el mundo fuera unainmensa carretera asfaltada y que hastalos cráneos de los transeuntes fueran de asfaltopara deslizarse con suavidad sobreellos.
Sobre la Sierra han puesto sus grandespatines dominadores. Bien está que se exponganpor gusto á romperse la cabeza enun ejercicio tan saludable y tan útil en España;pero ¡exponerse, por sensibleríasimpropias de hombres fuertes, á contagiarsede tuberculosis! Una cosa es tener valorante un riesgo seguro, y otra ante un riesgoimaginario. Sí sabe uno cómo puede matarse,pero ¡cómo puede morir!
En este caso, los higienistas se ven combatidoscon sus propias armas. ¡Se ha exageradotanto el peligro de los contagios! Yaes casi heroísmo acercarse á un enfermo.
Lo que debieron considerar esos intratablesdeportistas opuestos á la construccióndel Sanatorio en el Guadarrama es que, másvale prevenir y curar á los tuberculosos enun Sanatorio apropiado, que no vivir decontinuo entre ellos sin medios de evitar el[38]contagio. ¿Es el nombre lo que asusta?Pues si en el edificio de la Sierra puede escribirse:Sanatorio, por todo Madrid puedeescribirse: Foco. Véase lo que es preferibley dónde es mayor el peligro.
Es la Academia Española institución tanaristocrática y conservadora, que tiene ágala no dejarse guiar en sus acuerdos y ensus determinaciones por nada que trasciendaá dictado de la opinión pública y democrática.Por esto, tal vez sea contraproducenteel movimiento general de la opinióná favor de la candidatura de la condesa dePardo Bazán para ocupar uno de los sillonesacadémicos vacantes.
Aunque tanto blasonan de su mayoría,cuando les conviene, es axioma de nuestrasclases conservadoras que la mayoríano tiene razón nunca. Pero es, claro está,cuando se trata de la otra mayoría. En España,tratándose de literatura, la mayoría,por desgracia, es una mayoría relativa,que solo puede considerarse mayoría comoD. Hermógenes consideraba numerosos lostres ejemplares vendidos deEl cerco de[40]Viena, con relación á uno. La opinión general¡se interesa tan poco por estos asuntos!Tener cinco mil lectores en España, ya esser un escritor popular. Como nuestro poetamás popular hemos celebrado siempre áZorrilla, y, aparteDon Juan Tenorio,¡cuántos de los que conocen la obra ignoranel nombre de su autor! De sus restantesobras, ¿qué razón puede dar el pueblo, loque se llama el pueblo?
La Academia Española debiera, pues,atender de vez en cuando indicaciones de laopinión, sin temor á verse atropellada porel vulgo y mucho menos por el populacho.Los que se preocupan en España por la literatura,aun los más vulgares, ya constituyenuna aristocracia.
En el caso de la condesa de Pardo Bazánno podrá atribuirse la demanda á espíritusectario de ninguna clase. La condesa dePardo Bazán ha sido siempre una gran señorade las Letras, y ya que tan mal pareceá nuestras clases conservadoras el escritormetido en política—cuando esta política noes la suya, por supuesto, pues á los suyosbien les celebran el civismo y la literatu[41]ra,—nose dirá en esta ocasión que la políticay el sectarismo y las pícaras ideas desnaturalizanel puro desinterés artístico delo solicitado.
¿Qué puede oponerse á la concesión?Fundar la negativa en el sexo de la ilustreescritora sería notoria injusticia, y ni siquierapuede alegarse como tradición. Justamentelas primeras Academias de España,aquellas Academias de poesía, famosasen lo antiguo, eran presididas y congregadaspor mujeres y las más nobles y discretasdamas concurrían á ellas. Los JuegosFlorales, las Cortes de Amor, origen de lasmodernas Academias, por la mujer tuvieronvida y espíritu.
Por lo mismo que las Academias son institucionesaristocráticas, conservadoras, yestá bien que así sea y esa es toda su razónde ser, yo creo que nada puede aristocratizarlastanto como el ingreso de las mujeresdistinguidas.
Sin negar ni desconocer el mérito de algunosescritores, indicados á cada vacantepor la opinión pública, no dejo de conocerque su sitio no está en la Academia; des[42]entonan.La Academia no debe atendersólo al mérito literario. No es en círculo tanselecto como una Academia, es en cualquierreunión de café, y hay escritores degran talento y de grandes merecimientos áquienes no se les puede tolerar de contertulios...
Por eso está muy justificada la resistenciade la Academia Española á ciertos nombramientos.
Ahora, tratándose de la condesa de PardoBazán, ninguna oposición lo estaría.
¿Se teme que, una vez abierta la puertaá las mujeres, no habría marisabidilla niliterata de las perniciosas que no se creyeracon el mismo derecho á ser académica?Esta objeción lo mismo reza con los hombres.¡Pues sí que hay entre los escritoresvarones alguno que no se crea academizable!
Nos quejamos á todas horas de la inferiorcultura y capacidad de la mujer, ycuando alguna mujer sobresale entre todas,la negamos el debido premio á sus merecimientosá pretexto de que es mujer.
Hay, además, una razón patriótica para[43]que la condesa de Pardo Bazán sea nombradaacadémica. Muy pronto ha de ir á laRepública Argentina, quizás á otras Repúblicasamericanas. Son pueblos progresivos,donde la mujer es el alma de la cultura,donde se tiene muy triste idea de nuestroatraso y de nuestro espíritu tradicionalista.Conviene, ya que una infanta de Españafué nuestra embajadora política contodos los honores, que nuestra embajadoraliteraria vaya rodeada de todos los prestigiosy pueda dar testimonio, no sólo de loque puedan valer las mujeres entre nosotros,de esto se basta la ilustre escritorapara responder, sino de algo que significamás para nosotros: de cómo sabemos honrarlasy enaltecerlas. Cuando al saber y altalento se le regatean satisfacciones en supatria, por donde va, más que grandezas,va atestiguando mezquindades.
Se anuncia el estreno de una refundición,reducción, adaptación, ó como quierallamarse, deEl barbero de Sevilla, de Ros[44]sini,con destino á los teatros de zarzuelaespañola y de género chico.
Hay quien clama contra esto, que le pareceatentado y profanación contra la óperade Rossini.
No lo creo así. Si las obras musicales fueranprofanadas en cuanto no se presentanen toda su integridad y en su marco adecuado,profanadas están todos los días eninterpretaciones detestables, en ejecucionesparciales, en sextetos, pianos, discos fonográficos,etc.
Popularizar y vulgarizar estas obras encondiciones decorosas me parece obra muylaudable. Sobre que el interés del refundidory el de los artistas que han de interpretarestas refundiciones, han de tener encuenta con quién y hasta dónde puedenatreverse. Seguramente, á nadie se le ocurriráreducirEl ocaso de los dioses ni LaWalkiria.
Pero la música ligera y alegre deEl barbero,¿por qué no ha de oirse en nuestrosteatros de zarzuela? En Romea oímos la«Quinta sinfonía», de Beethoven, entre lasdanzas de la Tórtola de Valencia.
[45]El teatro Real es teatro caro. Hay muchosque no pueden ir á la montaña; hayque llevarlos á la montaña—El barbero noson los Andes—aunque sea en pedacitos.
Créanlo esos críticos celosos del respetodebido á una obra. No es tan grave faltadescender una ópera al género chico comoelevar el género chico á categoría de ópera.
La obra literaria, el Arte moderno en general,aun en lo más serio y meditado, adolecende inconsistencia, con aire de improvisación,de algo ligero y provisional.
En cada época hay un género literariodominante que, por decirlo así, da el tonoá toda la literatura de una época. Hay unperíodo literario épico, hay otro dramático,los hay líricos y los hay novelescos.
En la época actual el género dominante,el que da el tono á toda la producción artística,es el género periodístico. La literaturaperiodística domina sobre todo el Artemoderno.
El poeta lírico, el autor dramático, el novelista,el orador sagrado, el historiador,pintores y escultores; todos ellos son periodistasen sus poesías, en sus dramas y comedias,en sus novelas, en sus sermones,[48]en sus historias, en sus cuadros y en susestatuas.
La actualidad periodística con alas de mariposa;polvillo de sus alas, tinta fresca ypegajosa de imprenta, es la musa del Artemoderno.
Por eso cuando los mismos edificios, sólidasobras de arquitectura, los monumentosescultóricos de mármol ó de bronce nosparecen hojas de volandera actualidad,más nos sorprende hallar la obra de serenidady de reposo en la obra periodísticajuntamente.
Tal es el libro deAzorín «Lecturas de España»,formado con artículos de periódicoque tuvieron su día de actualidad y entranahora, por derecho propio, en la eternaactualidad de las obras maestras.
Cuando tantos libros grandes ofrecidos ála inmortalidad por sus autores, desdeñososdel juicio y del aplauso de sus contemporáneos,pasaron como pasa el artículo deperiódico, este libro de artículos de periódicosólo ahora parece en su verdaderaforma, con su prosa robusta, sano equilibriode músculos y nervios, sus juicios cer[49]teros,su noble continente de hidalgo castellano.
Para mí, tan propenso á nerviosismos ydestemplanzas, nada tan admirable comoesta prosa deAzorín, tan distinta de casitoda nuestra moderna prosa. Entre tantoasomo de chillones colorines, es la prosa deAzorín como un buen grabado en acero,como un aguafuerte, donde claros y obscurosdan la exacta equivalencia de todos loscolores y de todos los tonos.
Tiene este libro, además, para los quesiempre hemos admirado áAzorín, aunquealguna vez haya irritado nuestra sensibilidad,la ventaja, sobre otros libros suyos,de que nada, al leerle, en nuestro sentimientoprotesta contra nuestra admiración.
Azorín, como no podía ser menos, parececurado de su «maurismo» agudo. Ya nocree, como creen los conservadores, que elmundo es sólo un medio para que don AntonioMaura y don Juan de la Cierva gobiernenen España.
Azorín es demasiado inteligente, demasiadoartista para limitar su ideal á los idealesde ninguno de nuestros partidos políticos.[50]Su apasionada ceguedad conservadora fué...natural reacción de protesta contra los liberales.
Nuestros partidos liberales se dan tal arteque, en España, parece incompatible el serliberal y el ser inteligente. Los conservadorestienen de bueno el no ser liberales; peroel no ser algo es ser muy poca cosa. Comola única ventaja que tiene un partido españolsobre otro es no ser el otro, lo mejores echar por la calle de en medio, aunquese exponga uno á que le miren de mala maneralos de una acera y los de la otra, y mássi ven que uno va por su camino sin hacerlesmaldito el caso.
Se quejan los políticos del desvío de losescritores, de los artistas. Pero ¿estiman enalgo los políticos á los escritores, á los artistas?Lo que ellos estiman en el escritor noes la inteligencia, es la sumisión de la inteligencia.
Los políticos, como las mujeres, no secontentan con dominar en el corazón si nodominan en la cabeza. No se contentan conque los perdonemos sus faltas por cariño,quieren que no las conozcamos por igno[51]rancia.Los políticos y las mujeres percibenclaramente, aunque la envolvamos en palabrasde afecto, la mirada de inteligenciaque parece decirles: «Aunque te quiero...te conozco; á mí no me engañas.»
Las mujeres y los políticos odian á todoel que no pueden engañar.
Por eso los hombres inteligentes no sonnunca afortunados en amor ni en política.
En la historia del teatro español, durantela segunda mitad del sigloxix, es de granimportancia el estudio de los actores italianosque han pasado por nuestros escenariosy de su influencia sobre nuestro arte dramáticoy nuestro arte escénico.
Los actores italianos han sido siemprelos que mejor han realizado el ideal de larepresentación escénica: verdad en la poesíay poesía en la verdad.
Este era el arte de sus grandes trágicos:la Ristori, Salvini, Rossi. Este es el arte desus modernos comediantes.
Lo extraño es que, tierra de admirablesactores, no lo haya sido de grandes autores.Italia no ha tenido un Shakespeare, un Calderón,ni siquiera un Molière. Sus actores,más que del teatro patrio, han sido por todoel mundo mensajeros y vulgarizadores delteatro de Shakespeare y del teatro francés.
[54]La Ristori apenas representaba obras italianas:Medea,Fedra,María Estuardo,Macbeth eran las obras de su repertorio.Alguna tragedia de Alfieri, comoMirra, ylaFrancesca de Rimini, de Silvio Pellico,eran las únicas obras italianas de su repertorio.
Salvini y Rossi eran los intérpretes deShakespeare.
Virginia Marini, con su excelente compañía,la mejor compañía italiana que hemosvisto en Madrid, en la que figuraban segundasactrices que luego fueron eminentes yprimerísimas, como la Vitaliani, la Reitery la Belli-Blanes, y actores como Ceresa,Cola, Vitaliani y Zoppetti, nos dió á conocerel repertorio, antes modernísimo, deSardou y Dumas, hijo:Dora,Fernanda,Rabagás,Demi-monde,Monsieur Alphonse,La princesa Jorge, etc.
Estas obras parecían la última palabradel realismo en el teatro. La falsedad esencialse ocultaba bajo la minuciosidad de losdetalles y el verismo de la presentaciónescénica. Los árboles no dejaban ver elbosque.
Después de Virginia Marini fueron la PíaMarchi, Novelli; después la Mariani, Zacconi,la Vitaliani, Tina di Lorenzo, y entreellos Emmanuel con la Glech, primero, despuéscon la Reiter, y, sobre todos, la Duseincomparable: la divina y la humana, dolorosadel Arte, cuerpo de nube fulguradapor intensa luz espiritual, resplandecienteen relámpagos de pasión ó ensombrecidade tristezas profundas como la noche sobreel mar.
Todos estos actores han influído con suarte sobre nuestros actores, sobre nuestrosautores y sobre nuestro público. Han sidoeducadores de nuestro gusto y vulgarizadoresdel teatro extranjero. Gracias á ellos,nuestro público sabe que hay algo mejor,algo lo mismo, y mucho, también, peor quelo nuestro.
Hoy su influencia no es tan notoria, lasnovedades teatrales que pueden ofrecernosson pocas, y el interés por asistir á sus representacionesse limita al aprecio del méritopersonal de los actores.
Lyda Borelli es la actriz italiana de esteaño. Llega la última, sin novedades llama[56]tivasen su repertorio, y lucha con desventajaen el terreno ocasionado de las comparaciones.Pero su figura, su arte, son tanpersonales, es tanella, que la comparaciónmás inevitable se desvirtúa. Lyda Borelli esla última... como el último amor, que nosparece el primero.
En esa melo-comedia deZazá, que es áLa dama de las camelias lo que la Repúblicafrancesa es al Imperio, en lo social y político,y lo que Zola es á Víctor Hugo, enimperios y repúblicas literarias, Lyda Borelliconsigue, con ser obra de tantos recuerdos,que no recordemos á ninguna otraactriz; y esto, sin preocuparse de no recordará ninguna, sin rebuscar nuevos efectosni caer en extravagantes originalidades. Lamayor originalidad de Lyda Borelli es ésa:que no pretende ser original.
Y, por eso mismo, lo es, del único modoque se puede ser original en Arte: por sentimientopropio, íntimo.
Lyda Borelli, sobre todas las excelenciasde su arte, posee lagracia; la gracia, en elsentido artístico de la palabra, más cercadel teológico que del vulgar significado. Es[57]la gracia, ese don de esclarecerlo todo, dever alegría hasta en la tristeza; en una armoníade la inteligencia y del sentimiento,que siempre es claridad.
Esa gracia que es todo el arte griego ypone la divina alegría de comprender sobreel humano dolor de sentir; como la serenidaddel mármol, en la escultura, ennobleceel dolor inquietante de la carne.
El arte de Lyda Borelli culmina enSalomé,de Oscar Wilde.
Ella consigue lo que no pudo conseguirel desdichado poeta inglés en su obra ni ensu vida: con nervios modernos, actitudesesculturales.
La Exposición Beruete, con fervorosaatención ordenada por el cariño filial y elnoble afecto de un insigne artista, Sorolla,quizás haya sido una revelación para loque hemos convenido en llamar el gran público.
Aquí, donde el Arte sólo es cultivado porlos pobretes, nadie suele tomar en serio lasaficiones artísticas de un gran señor quepara nada necesita del Arte. El título debuen aficionado es el más alto á que puedeaspirar.
Que don Aureliano Beruete era un admirablepaisajista han de reconocerlo ahoratodos al visitar la Exposición de sus obras,y esta hora de justicia quizá sea para muchosde remordimiento.
Con ser un gran lírico del paisaje, comolo es todo gran artista, era Beruete, comotodos los grandes líricos, un espíritu abier[60]toy receptivo que en todo se transformaba,en vez de transformarlo todo á la propia comodidadde una manera y de una técnica,como tantos falsos líricos del Arte. Convieneno confundir el carácter con la tozudez,y, en el artista, la personalidad con el amaneramiento.
Ha de ser el artista, como la luz del sol,más admirada en cuanto alumbra al esparcirseque en el sol mismo. Y ¡el sol es ungran lírico!
Toledo, Guadarrama, Avila, Suiza, nadaperdieron de su objetividad, con ser tan diversa,porque todo fué contemplado sin lapreocupación del procedimiento. No era elpaisaje el que se acomodaba á la técnica;era la técnica la que se acomodaba al paisaje.
No es siempre lo que más se admira loque más enamora. Para mis simpatías hay,entre todos, un cuadro; una vista de Madrid,castiza como un sainete de Ricardo dela Vega: entre solares y tapias de ladrillorojo, desmontes areniscos, unas pobres casuchasbajas, y, sobre ellas, una de esas casasmadrileñas, tejado color de puchero,[61]balcones de colorines, la fachada con suciorevoque amarillento, y el sol de Madridalegrándolo todo; el sol, que rosea y doralos sucios revoques descoloridos como sifueran mármoles y jaspes de palacios señoriales.
Es preciso ser muy madrileño para hallarpoesía en estas cosas. Es preciso ser muyartista para saber decir á los demás: Aquíhay poesía.
Los países meridionales, tan calumniadospor las personas serias, ejercen una granatracción sobre los artistas y los escritoresdel Norte. Italia, España, su Arte, su Historia,son de continuo estudiados por ingleses,alemanes, rusos y escandinavos.
Ahora es el dinamarqués Joerguensen,enamorado de San Francisco de Asís, peregrinofervoroso por los lugares que en suvida recorrió aquel caballero andante deCristo, vestido el sayal de la fuerte humildadpor toda armadura.
Es el sueco Bratli, estudioso investigadorde la vida y la obra de Felipe II, con im[62]parcialidaddesacostumbrada en autores extranjeros,y aun nacionales, al tratarse derey tan desgraciado con los historiadorescomo con los novelistas y autores dramáticos.
De estos últimos, el que le ha presentadocon menos sombríos colores ha sido el máscercano á sus días, el español Enciso, ensu comediaEl príncipe Don Carlos.
El escritor sueco, en su monografía, pretende,y no en vano, esclarecer la sombríafigura del monarca español, tan mal estudiaday comprendida por sus apologistascomo por sus detractores.
Se considere la Historia como Ciencia ócomo Arte, sólo cabe poner en ella el calorde una pasión, la pasión por la verdad.
La obra de Bratli debe ser agradecida porlos españoles. Nuestra Historia corre por elmundo en libros extranjeros y en libroscasi siempre inspirados por odios y antipatías.Diríase, al leerlos, que sólo en Españahubo Inquisición; que sólo en España hubopersecuciones religiosas, cuando fué, enrealidad, donde hubo menos; que sólo Españaconquistó y colonizó cruelmente, y[63]que sólo la Ciencia y las Artes españolas padecieronbajo la presión de la Iglesia y delPoder real. Y no es lo malo que los extranjeroshayan contado así nuestra Historia;lo peor es que nosotros la hemos aprendidotambién en sus libros, sin tomarnos el trabajode aprender las Historias de otras naciones,para comprender cómo, calumniadosy todo, la nuestra no desmerece nada.
Felipe II era el soberano más noble, másculto y más humano de su tiempo. Su mayordefecto fué el que tan donosamente leseñaló don Juan Valera: el de ser un tantoengorroso. Y esto fué lo que alabaron en élde prudencia.
El alcalde de Madrid se ha creído en elcaso de amonestar al concesionario del teatroEspañol, el sabio doctor Madrazo, porla baratura del precio en las localidades.
Yo creo que el Ayuntamiento debieraagradecer el desinterés del señor Madrazo ycongratularse de que un teatro municipalsea, por fin, un teatro popular, por sus pre[64]cios,al alcance de las clases menos acomodadas.
¿No es deber del Ayuntamiento procurarpor todos los medios el abaratamiento delas subsistencias? ¿Quieren que el teatroespañol sea un teatro aristocrático? Entoncesdebieron empezar por no concedérseloal doctor Madrazo, tan conocido por susideas democráticas y republicanas.
Entonces, si un millonario generoso seofreciera como empresario del teatro Españolpara obsequiar al público con funcionesgratuitas, ¿no se le concedería el teatro?
Además, ¿cree el Ayuntamiento que esel precio de las localidades lo que da ó quitaal teatro el decoro debido á sus prestigios?
No es al precio, sino á la calidad del espectáculoá lo que debiera atender el Ayuntamiento.
Bien está á peseta el chocolate de á peseta.El Ayuntamiento, en este caso, al contrarioque en el sabido cuento, lo pide máscaro, sabiendo que peor es imposible.
Dice una antigua canción inglesa, parafraseadapor Dante Gabriel Rossetti: «Elmar no tiene más rey que Dios».
Los archimillonarios, reyes del mundo,pasajeros delTitanic, navegaban sobre elmar con toda confianza, seguros de haberlevencido. En un palacio, fortaleza flotante,con la garantía de haber pagado muchosmiles de francos por el pasaje. La travesía,alegre: fiestas, bailes y músicas y amoríosviajeros de esos que no comprometen ánada. ¿Naufragar? ¿Hundirse? ¿Quiénpensaba en eso? El barco poderoso, contoda su fuerza, con todas sus seguridades,era, en medio del mar, como un símbolode un Estado social capitalista, defendidopor cañones y escuadras pagados á buenprecio, como el pasaje en el transatlánticode lujo.
Algunos de aquellos millonarios, grandes[66]industriales, hombres de negocios, quizásbuscaban en viaje de recreo descanso á suspreocupaciones, al malestar causado poruna huelga obrera en sus fábricas, en susindustrias. Y las olas del mar les parecíande mansedumbre; no amenazadoras, comolas olas proletarias. Era el mar un reposo yuna caricia. ¿Cómo habían de imaginarseque pudiera ser el vengador?
Vencieron la huelga de los hambrientosy no contaban con el hambre vengativadel mar.
Ya no se ofrecen víctimas humanas ensacrificios religiosos. Pero hay una divinidadjusticiera para ordenarlos. Y esta imprevistanivelación ante el dolor y la muertees tal vez el único destello de justicia queresplandece sobre la tierra.
Víctimas expiatorias son estos millonarios.Con su muerte ponen inquietud sobrela soberbia de los poderosos y paz sobre elodio de los miserables.
¡También los grandes transatlánticospueden hundirse en un momento!
Entre ellos y las pobres embarcacionesveleras, donde van á ganarse la vida pesca[67]doresy marineros de ventura, ya puedehaber algo de simpatía. ¡El mar no tienemás rey que Dios! Más grande y más fuerteque la tierra, ni siquiera el dinero.
Y el mar no cuenta sus historias con ruinas,epitafios ni monumentos, como la tierra,vieja comadre, que nos va señalando ácada paso: «Aquí fué Troya», «Estas sonlas ruinas de Nínive», «Esta fué la Acrópolisde Atenas». En la mayor desolación haysiempre rastros visibles sobre la tierra, efeméridesde su historia. En el mar no hayseñales ni vestigios de ruinas ó grandezas.El mar no dice historias, sólo nos dice:¡Eternidad!
Por eso en él se templan las almas mejorque en la tierra. Unos pobres músicos, losúltimos tripulantes del barco, sin duda, quetal vez en el incendio de un teatro, en unacatástrofe terrestre, hubieran sido los primerosen huir y en defender su existenciaprecaria de músicos jornaleros, ante el marse agrandaron como héroes de epopeya y[68]fué su pobre música destemplada un himnoal espíritu: el salmo religioso en que aceptael Dios de misericordia la música de valsesy rigodones que animó el danzar frívolode los millonarios durante la alegre travesíade recreo.
Monsieur Le Bargy, el ex socio de la ComediaFrancesa, en reciente entrevista conel traviesoDuende de la Colegiata, ha juzgadocon despectiva frase á los actores italianos.
Al decirle el inquieto duende que los actoresitalianos ensayan las obras con mayorprontitud que los franceses, el celebradoactor hubo de replicar: ¡Así las hacen!
¿Cree el aplaudido intérprete deEl marquésde Priola que es tanta la diferencia ysiempre en favor de los actores grandesactrices?
Ni por artistas, individualmente considerados,y por compañías, en su conjunto,mucho menos, creo, y conmigo el públicomadrileño, que la desventaja está de partede los actores italianos.
Entre los actores franceses los hay excelentes¡quién lo duda! Pero, sea por culpasuya ó de los autores que para ellos escriben,lo cierto es que su trabajo se limita áuna especialidad. Ni Sarah, ni la Bartet,ni la Réjane han interpretado en toda sucarrera artística la variedad de obras y depersonajes distintos que nuestra María Guerreroó cualquiera de nuestras actrices.
Ahora mismo, en el último retrato deSarah, intérprete de la obraIsabel de Inglaterra,vemos á Sarah, la de siempre, vestida...como Sarah, no como la reina Isabel;peinada... como Sarah... La misma Sarahque se presentó rubia enCleopatra yha sido Sarah eternamente; como Guitryes Guitry siempre y Mounet Sully es MounetSully en cuantas obras interpreta.
Actor por actor, ni Sarah es la Duse, nininguno de los actores franceses que noshan visitado es comparable á Zacconi, áNovelli, á Emmanuel, á Ceresa, á FlavioAndó; ni las compañías francesas, la deAntoine inclusive, han presentado nuncaun conjunto como cualquiera de las compañíasitalianas.
En arte escénico no hemos podido aprendernada de los franceses; de los italianos,sí.
Los actores franceses van demasiado poseídosde su superioridad por esos mundos.Ya es hora de que se vayan desengañando.
Y conste que soy el primero en admirará los buenos actores franceses y, entre ellos,á M. Le Bargy, á quien es lástima que elpúblico madrileño no haya podido admirarcomo galán joven cuando, al sustituir áM. Delonnay en la Comedia Francesa, eraexcelente intérprete de las comedias deMusset.
Hoy, como primer actor,grand premiersole, habría algunos reparos que ponerle.Pero no es cosa de complicar la cuestión deMarruecos.
El actor M. Le-Bargy me ruega que inserteen esta sección la siguiente carta. Asílo hago con sumo gusto y fina voluntad.
«Sr. D. Jacinto Benavente.
Muy señor mío: He tenido ocasión dedecir á uno de sus compañeros que la improvisaciónen cualquier arte no me parecíaun buen mecanismo de perfección en eltrabajo y que para lamise en scene de unaobra dramática prefiero, á los bruscos procedimientosde los comediantes italianos, elsistema de los ensayos lentos y minuciososque han adoptado los teatros de París.Con tal motivo, se ha lanzado usted á laguerra como un conquistador y ha declaradoque en la interpretación dramática, Parísha sido eclipsado por Roma.
Las opiniones son libres; mas tengo lacostumbre, respetándolas todas, de no prestaratención sino á aquellas que se apoyan[72]sobre pruebas ó sobre la autoridad de unjuicio informado, prudente, comprensible.Respeto, pues, infinitamente su juicio sobrelos actores franceses; pero excusándome deno poder detenerme en esto, pues se vislumbraen aquél una idea preconcebida de menosprecio,ó al menos el desconocimientoabsoluto del genio de nuestra raza. Si yotomase en consideración lo que ha dichousted, en particular, de Sarah Bernhardt yde Mounet Sully, haría, al defender á estosgloriosos artistas, un esfuerzo más vano sinduda que el que hizo usted al atacarles.
Antes de despedirme os ruego vengáis undía á París: tendré el honor y el placer derecibirle, enseñarle nuestro arte dramáticoen su propio marco y revelarle esos maticesque parecen haber pasado desapercibidos ásu fino discernimiento.
Queda su más atento seguro servidor,q. b. s. m.,Ch. Le-Bargy.»
Conste, en primer término, que mis ideasrespecto á los actores franceses podrán serequivocadas, pero no preconcebidas, comoM. Le-Bargy asegura.
Contra la opinión de la crítica, en gene[73]ral,juzgué en la temporada anterior al artistaitaliano Caravaglia como desdichadointérprete deHamlet. Ya ve M. Le-Bargycómo no siempre es Roma la capital delArte. En Italia, por fortuna, el Arte estádescentralizado y no es Roma, ciertamente,la capital artística de mayor importancia.
He sido y soy gran admirador de Sarah,sin desconocer que la Duse es artista demás sinceridad.
En cuanto á Mounet Sully, cuando tantodió que reir al público madrileño, fuí delos pocos defensores que tuvo. No me negaráM. Le-Bargy que el arte de Mounet Sullyes un artesui géneris, y en el mismo Parísno todos son admiradores del fogoso artista.Monsieur Le-Bargy procede con nobleza aldefenderle, ya que todos sabemos que no hareinado siempre la mejor armonía entre eldecano de la Comedia Francesa y el propioM. Le Bargy.
¿No recuerda el excelente artista—hanpasado algunos años,—durante una representacióndeEnrique III y su Corte, de Dumas,padre, una desagradable escena,horsd'œvre, ocurrida entre M. Le-Bargy y Mou[74]netSully? Parece ser que Mounet Sully reprendióen tono algo destemplado á M. Le-Bargypor haberse permitido una alteraciónen lamise en scene de la obra. Monsieur Le-Bargyreplicó con la misma viveza y dijo,refiriéndose á Mounet Sully: «Il se permetbien d'autres».
Ya ve M. Le-Bargy que conozco las intimidadesartísticas de los teatros de Parístanto como á sus actores, y que mi juiciopodrá ser equivocado, pero no ligero. Es elde todo el público madrileño, y M. Le-Bargysabe que empieza á ser el del americano.
Los actores franceses carecen de sinceridad;son muy especialistas. ¿Puede citarseuna actriz francesa que haya interpretadola variedad de personajes que María Tubau,María Guerrero ó Rosario Pino?
Los actores franceses cuentan por docenaslo que ellos llaman sus «creaciones»;los actores españoles y los italianos, porcientos. Esta intensidad en la variedad estan estimable, por lo menos, como la intensidaden la unidad. Y para el público, másinteresante.
Si alguna vez vuelvo á París, tendré[75]sumo gusto en saludar á M. Le-Bargy y enatender sus indicaciones; aunque temo noconsigan rectificar mis juicios, ya que, actricesy actores, por dicha suya, serán losmismos que tuve ocasión de aplaudir, hacetreinta años, cuando fuí á París por primeravez, y los mismos que he vuelto á celebrarcuantas veces he vuelto. Y los actores¡ay! no son como el buen vino: con losaños y con los viajes no ganan nada.
Existen industrias por esos mundos delas que no tenemos aquí la menor idea. Unade ellas es la cría de mariposas. En Inglaterra,en el condado de Kent, Mr. Newmanha destinado una granja á esta novísimaproducción, recompensada con no despreciablesrendimientos.
En Inglaterra son muchos los coleccionistasde mariposas. Son muchos tambiénlos Museos que tienen por proveedor á místerNewman. La moda también ha venidoá favorecer su industria. Mesas y veladoresse cubren con una tela de seda y sobre ellamariposas disecadas de varias especies ymúltiples colores. Todo ello se cubre conun cristal y el efecto es muy vistoso, comode bordado japonés ó chinesco.
Para obtener alguna nueva especie demariposas es preciso un procedimiento llamado«azucarar». Para azucarar se emplea[78]una mezcla de azúcar, melaza, ron, cervezay jugo de pera. Con esta mezcla se trazanrayas sobre la corteza de los árboles.Las rayas han de ser verticales, á un metrodel suelo, y han de tener 45 centímetros delargo por dos de ancho. Entrada la noche,las mariposas acuden á golosear. Las mejoresnoches de caza son las noches tormentosas.Cuanto más cerrada la noche, másfructuosa recolección.
Para la caza hay que proveerse de unacajita, bien mullida de algodón en rama, yde una linterna: con la linterna se iluminala raya azucarada; el cazador acerca lacaja, cuya tapa sostiene abierta con undedo; el cazador elige su presa, toca ligeramenteen la cabeza á la mariposa, la mariposacae en la caja, que se cierra de golpe.Desde allí pasa á las jaulas de cultivo, cuandono es condenada á inmediata muerte.
Míster Newman posee unas cien mil mariposas.Algunas de ellas, como la llamada«Rey de la selva» (Purple Emperor), sepaga á cinco y seis francos. Aunque sonmuchas las pérdidas en tan frágil mercancía,las ganancias compensan lo suficiente.
[79]Y ¡es una industria tan poética! Aquí nose concibe. Y eso que el procedimiento de«azucarar» es muy conocido. Es el medioempleado por los Gobiernos para obtenermayoría en todas las votaciones. Los caramelosrepartidos con profusión en el Parlamentovienen á ser el símbolo tangibley chupable de otras más apetitosas golosinas.Todo es «azucarar».
Pero ¿quién ha de criar mariposas aquí,donde es preciso proteger á los pájaros ydonde no quedará dentro de poco animalitocon alas, pájaro, mariposa ó poeta?
Lo raro es no ver cazuelas de mariposasfritas como de pájaros. Entre la substanciade una mariposa y la de un pájaro... ¡Comidade ilusión! Por eso tan española, tanmadrileña sobre todo. El pájaro frito vieneá ser para los madrileños la gallina que EnriqueIV de Francia deseaba para todo ciudadanofrancés, como garantía de paz yde ventura en sus Estados.
En estos de España no pueden pedir losgobernantes más de lo que asegura un pájarofrito.
Ahora se trata de proteger á los pájaros[80]con detrimento de la popular alimentación.
El pájaro tiene una leyenda sentimentalde beneficioso para la agricultura.
Yo sé de quien prohibió que se matara nise hostigara á un solo pájaro en sus huertasy tierras de labranza, y ¡vaya si notó el beneficio!De la siembra dieron tan buenacuenta como administrador en «absentismo»del amo. Y de la fruta... como si sehubieran propuesto anunciar un remediocontra la obesidad: la dejaron toda en loshuesos.
Por eso digo que lo de beneficiar á laagricultura debe ser leyenda que han hechocorrer los pájaros en combinación con losnaturalistas. Y es que la mayor parte de losnaturalistas estudian á los animales... disecados.Como al pueblo la mayor parte delos sociólogos. Así hay tantas lamentablesequivocaciones al legislar.
Dentro de pocos días tendremos en elteatro de la Comedia una compañía italianacon el repertorio del Gran Guignol, á imitacióndel tan celebrado de París.
[81]Género teatral, á ratos también literario,muy á la moderna. Rápido, cinematográfico,violento, brutal en ocasiones, se apoderadel espectador por los nervios. ¡La inteligenciay el corazón se defienden tanto!Los autores dramáticos, atentos á la psicologíadel público, han comprendido queel espectador moderno es más atacable porlo fisiológico. Se impone un teatro rascanervios.Como única emoción, el espanto;como único razonamiento, la sorpresa;como único sentimiento, la curiosidad.
El autor se entra por los nervios del espectadorcomo un loco, como un criminal,como un violador. Le considera como á unamujer histérica, se impone á él como hipnotizador,como alienista, como juez de instrucción.Es un teatro para estudiar á losespectadores. Obtendrá un excelente éxito.Sobre todo con las señoras. ¡A las mujeresles gusta tanto asustarse en público!
Después, y visto el buen éxito, padeceremoslas imitaciones consiguientes. Y aquí síque puede decirse como de tantas otras cosas:¡Bien vengas, Gran Guignol, si vienessolo!
Un escritor de alto entendimiento y generosocorazón, el señor Zozaya, ha supuestoque yo era enemigo de los pájaros. Deningún modo.
Unas cuantas libras de fruta averiadapor su glotonería no es razón para malquistarsecon los pájaros. Como unas cuantaspesetas «sableadas» por un amigo no es razónpara reñir con él, si el amigo es simpáticoy sablea con gracia; que es el caso delos pájaros al picar en la fruta.
Nadie como yo les defiende de asechanzasde gentes y de muchachos. Para sazonarlesla acidez de la fruta añado unas migajas depan á su merienda.
De no haber sido gato en otra encarnación—enésta lo soy por gracia de madrileño—óave de rapiña—menos probable, puesno me queda el menor instinto,—no meremuerde la conciencia por haber perse[84]guido,maltratado, cazado, ó simplementedevorado, después de cazado por otro, almás insignificante pajarillo.
A predicarles, como San Francisco deAsís ó San Antonio de Padua, no he llegado.Pero versos de Rubén Darío, de GabrielD'Annunzio y de Guerra Junqueiro sí hanpodido oirme recitar en mis soledades, álas horas de siesta canicular, en que todo seamodorra, como en la cantada por Zorrilla.Todo, menos los pájaros y yo, bien halladosá la sombra de un huerto, oasis en doradallanura castellana.
Su piar y los versos por mí recitados soncomo escala de armonía infinita, ascendente,que va del abecedario, balbucido por labiosinfantiles, al libro todo sabiduría.
Por todo esto amo á los pájaros, sin pararmeá considerar si son útiles para laagricultura.
Mis poetas tampoco le serán de gran utilidad.
Pero yo no quisiera creer que los pájaroscantores y yo, recitador de poetas, somoscomo un insulto á los campos de trabajo yde pena que nos rodean.
Tampoco debemos creer, como algunospájaros y muchos poetas, que todo aquellono es más de apropiada decoración paranuestra escena poética.
Como el piar de los pájaros es preludiobalbuciente de tanta música y tanta poesía,mi recitar de versos en el silencio de loscampos abrasados acaso es también preludiode cosechas futuras. Los poetas no puedenhaber sembrado en vano. Entre tanto,sería injusto preguntarles como á los pájaros:si son útiles para la agricultura.
Los niños son muchas veces víctimas dela vanidad de los padres. Los perros, de lavanidad de sus amos.
¿A qué otro sentimiento responde, en elprimer caso, los concursos de belleza infantil,los disfraces de Carnaval, la exhibiciónde habilidades en los niños; en el segundocaso, las Exposiciones de perros? Los pobresanimales, encerrados en jaulas malacondicionadas, rodeados de personas extrañas,padecen, inocentes, el mal del siglo:[86]el exhibicionismo. Cuando ya no tenemosmás que exhibir, exhibimos al perro.
El perro, animal simbólico de la fidelidad,atributo de tumbas conyugales en otrostiempos, simboliza en estas Exposiciones laexhibición íntima de los hogares. Ya sabíanustedes cómo éramos todos en casa: la señora,las niñas, los criados; ahí va el perro.Que no se quede sin su fotografía.
El trabajo de los futuros historiadores noserá, ciertamente, el de juntar documentos,sino el de aportarlos. ¡Bien documentada vala posteridad!
Ni siquiera tienen estas Exposiciones deperros la justificación de contribuir á lamejora ó propagación de las razas mejores.Sabido que no hay nadie tan egoísta comoun poseedor de ejemplares de precio.
Es más difícil obtener la mano izquierdade uno de estos perritos de lujo que la derechade una linajuda y bien dotada heredera.
Ahora que ha vuelto á reconstituirse laSociedad Protectora de Animales, bajo lapresidencia de una inteligente dama, debieraoponerse á estas Exposiciones tan opuestasal verdadero amor por los animales.
[87]En algunas partes las Sociedades protectorashan llegado á oponerse al sostenimientode las casas de fieras y jardines zoológicos.
Tratándose de animales feroces y salvajes,sin cesar perseguidos, yo no sé, ignorantede su concepto y su aprecio de la libertad,si ellos no pudieran preferir la cómoday descansada vida de estos jardines ymenageries á la azarosa vida de las selvasy de los desiertos.
Tratándose de animales domésticos, nohay duda. La protesta de las Sociedadesprotectoras estaría más justificada.
El jardín zoológico puede ser civilizadorpara las fieras. Todas las razas salvajes sehan civilizado en jaulas, más ó menos holgadas.
El perro está ya bastante civilizado. Volverleá la jaula es un peligro. Podría volverá sentirse lobo. Tal vez de puro civilizadoparticipe del sentimiento vanidoso de loshombres y goce con las exhibiciones. Perohay que concederle alguna superioridadmental.
Aunque lleva mucho tiempo de ser el me[88]joramigo del hombre. Mucho más que MuleyHafid de ser el buen amigo de los franceses.Debe estar contagiado del todo. MuleyHafid parecía más fiero y hoy está hechoun falderillo. Dentro de poco también estaráen París en su buena jaula y ¡tan contento!
Voces de gesta ha aparecido en las libreríasantes de ser representada en Madrid.Esto indica en cuánto más estima Valle-Inclánel juicio reposado del lector que laemoción arrancada al público, por sorpresaunas veces, con habilidades teatrales, quetienen más de lo artificioso que de lo artístico;otras, con los recursos del arte escénico:brillantez de la interpretación ó deldecorado.
Son muy pocas las obras dramáticas que,como esta admirable tragedia de Valle-Inclán,pueden permitirse el lujo de su desnudezartística al presentarse sin engañosteatrales.
Al escribir estas líneas ignoro la opinióndel público de teatro. Importa poco. ObrascomoVoces de gesta están sobre el público,y su probable fracaso demostraría, una vezmás, que hay un nivel medio del que no[90]conviene elevarse. Yo estoy seguro de queel público del estreno, en el teatro de laPrincesa, alcanza ese nivel con holgura. Nome atrevería á decir lo mismo del públicoen los días de abono aristocrático.
Voces de gesta es obra redentora. Ellasola se basta á redimir de muchos pecadosteatrales. Es obra de esas que sirven parajustificar á un empresario: «No dirán queno se hace Arte.» Y sirve para disculparlecuando no lo hace: «Pero, ya ven ustedes,el Arte no da dinero.»
Por desgracia, los empresarios tienen razón...mientras el público se obstine en dársela.
Hay que afrontar la verdad cara á cara.La Prensa periódica ha procurado, con altopatriotismo, realzar la tristeza de todos porla muerte de Menéndez y Pelayo.
En este caso, la actitud de tristeza no habastado á determinar el sentimiento, comoafirma el psicólogo James.
Cierto que la persona de Menéndez y Pelayoni su obra, por su índole misma, po[91]díanser populares. Lo triste ha sido que,entre la misma gente culta, antes hemos advertidoel revuelo alrededor de las muchasvacantes dejadas por el muerto glorioso quela emoción por su prematura pérdida.
En los mismos artículos necrológicos hanpodido advertirse más amplificaciones defórmulas encomiásticas que estudio detenidode las obras de Menéndez y Pelayo. Sinduda el dolor embargaba las inteligencias.
Es muy de la tierra lo de contar por cadalector cien admiradores. Hablen los muchosque se decían admiradores de Costa, sinhaber leído uno solo de sus libros; hablenmuchos de los que se decían admiradores deMenéndez y Pelayo.
La fe y la admiración son muy amablesformas de la pereza. Hay quien no cree yquien no admira por la misma causa.
Por todo esto, sucede que la fe, como laadmiración, como sus contrarios, adolecenentre nosotros de una tibieza fundamental,por falta de fundamento, que en vano pretendemostrarse calurosa entre voces enfáticasy gestos exaltados.
Sólo parece al exterior, con luz del alma,[92]lo que ha sido calor del alma interiormente.
Por eso al morir Menéndez y Pelayo hemosoído clamar su nombre; pero ese clamorsonaba como el eco de vacío aposento:un aposento que debieran haber llenado lasobras del escritor, más admirado que conocido.
Los Museos de cuadros antiguos tienenalgo de panteón. Un cuadro sólo parece animadocon vida propia como acorde justo entoda una armonía de ambiente. El retratodel noble caballero ó de la dama infanzona,en la sala señorial de linajudo palacio,entre sillones y escaños de roble, mullidosde terciopelos ó damascos desvaídos; entretapicerías heráldicas, candelabros de plataó de hierro forjado, armaduras enmohecidasy códices miniados. La pintura religiosade atormentado ascetismo, á la indecisa claridadde lámpara votiva, en un rincón dealguna antigua iglesia ó convento pobre. Lapintura religiosa risueña, de vírgenes y niñosde Dios familiares, divinizados por gozosahumanidad, en altares acariciados desol, en iglesias muy blancas, de algún conventode monjitas más hacendosas que rezadoras;hadas de santidad con manos mi[94]lagrosaspara confituras, bizcochadas, bordadosal realce y randales sutiles como vilanosó telas de araña. Las triunfantes alegorías,entre mitológicas y caballerescas,con su trompetear de oros y púrpuras, en laamplia galería del alcázar, frente á los ventanalesque dominan á la ciudad de leyenda.
Fuera de su lugar son los cuadros vagocontorno espectral sin vida. Siquiera en losMuseos dice la tumba, que es cada cuadro,un nombre glorioso. Y el nombre evoca unrecuerdo vivo en nuestra memoria, y no estodo muerte.
Pero estas Exposiciones de cuadros modernosson aun más tristes. Si nos ponemosen la realidad, parecen almacén y dicen comercio.Si poetizamos, son como galería denichos; pero con nombres que no dicen glorias;sólo dicen muerte, con la frialdad deuna estadística.
Y uno por uno, en adecuado lugar, enpropio ambiente, es posible que todos loscuadros estuvieran bien. Figuraos una Exposiciónde niños: al verlos allí solos, antelas miradas curiosas, indiferentes del público,no pensaríamos en que era alegría[95]de una casa; pensaríamos en la Inclusa.El Arte necesita un calor que no puede hallaren las Exposiciones. Todo parece allímuerto ó abandonado, y, con la multitud desepulturas, todo va en el recuerdo al hoyogrande.
Cuando la Exposición haya terminado, elArte reconocerá á los suyos, como Dios enla matanza de hugonotes.
Los sultanes de Marruecos serán muy brutos,pero no tienen nada de tontos. Cuandose hallan muy empeñados, en toda lamagnitud de la palabra, corte de cuentas,borrón y... sultán nuevo. Como su dulcehermano, cuando se vió metido en el callejónsin salida de la Conferencia de Algeciras,Muley Haffid, acorralado por los franceses,tira por la calle de en medio y lesdeja con tres palmos de narices. Esta insolvencia—tambiénen toda la extensión de lapalabra—supone mucho trabajo y muchodinero perdidos para los franceses. La diplomaciamarroquí es única en el arte de[96]no pagar al casero. Aunque, en este caso, elcasero era el sultán y su arte ha sido el dequedarse con la fianza y el mes adelantadopor un inquilino que está pagando el alquilerbastante caro.
Con este juego de sultanes compadres todoes tejer y tejer, para la diplomacia europea,en los asuntos de Marruecos. Lo peor es queEuropa no consigue la civilización de Marruecos;pero Marruecos va á conseguir ladescivilización de Europa.
En Francia, en el propio París, en el corazónde su corazón, como si dijéramos, yase ha levantado cruzada contra el extranjero.
¡Si esto no es africanizarse!
La opereta vienesa triunfante no será unafórmula suprema ni definitiva del Arte paralos teatros de género chico. Yo la juzgo reacciónsaludable; tal vez extremosa, comotodas las reacciones. Hay quien la juzga inferiorá nuestro género chico; hay quien,por el contrario, asegura que ésto ha matado[97]aquéllo. En mi opinión, mejor puede decirse:Aquéllo ha traído ésto.
Aquéllo, es decir, nuestro género chico¡había caído tan bajo! Hay que convenir enque la gracia española es siempre agresiva,dura. ¿No ha sido el hambre tema fecundode chistes en nuestra novela y en nuestroteatro?
También el error de muchos escritores, alcreer que lo castizo sólo se halla en las clasesbajas de la sociedad española, porque esen ellas más superficial y no cuesta desentrañarlo,como en las clases alta y media,trajo la fatigosa repetición de cuadros populares,de cada vez más falseados.
De la calle vinieron admirables cuadros alteatro:La verbena de la Paloma,El santode la Isidra; los hermanos Quintero trajeronlas calles andaluzas, con su sana alegría ysus limpios donaires. Pero después llegaronlos imitadores; como ya no quedaba quétraer de la calle más que el arroyo, se trajeronel arroyo al teatro con toda su suciedady su grosería.
Esta opereta vienesa representa, en el género,la reacción idealista. Su gracia es ino[98]centona,sus chistes infantiles, su literaturade novela sentimental á la moda del año 30;pero todo es dulce, amable, de una fantasíasin perversión, como sueño de niña casadera.Los dúos de amor terminan con besosen tiempo de vals y en el ritmo del valsse espiritualizan. Los hombres son galantesy las mujeres coquetas. Nadie se insulta nisalen á relucir las navajas. Las aldeanasvisten de raso y ofrecen flores. Los militaresson como príncipes de cromo...
Todo es lindo, lindo. ¿Pondremos á lafinura el reparo de cursi? De ningún modo.Más vale que nuestras cocineras aprendanestas finuras de las operetas vienesas que nonuestras señoritas aquellas ordinarieces. Yperdonen los casticistas.
El conde de Pradére ha tenido un rasgode verdadero españolismo al adquirirLaVicaría, de Fortuny. Ya que del conde nopuede decirse nada, se dice del cuadro. Hapasado de moda; Fortuny ya no se lleva.
Y ¿qué pintor no ha pasado por estas alternativasy veleidades de la moda? Tiempohubo en que Murillo era estimado sobre Velázquez,el Greco era menospreciado y Goyano era tenido en mucho. Ahora mismo ¿nohemos desempolvado á Lucas?
La pintura de Fortuny está, sin duda, enese período crítico para toda obra de arte:cuando se está viejo y no se ha llegado á serantiguo. Hasta muy pocos años ha ¿no eranrisibles y ridículos los retratos de señora consu miriñaque? Hoy ya tienen valor histórico.Actrices modernas se han atrevido á presentarsecon miriñaque en escena al interpretarobras de aquel tiempo. Y obras dra[100]máticas;á lo que ninguna actriz se hubieraatrevido antes, segura de comprometerel éxito, ante el público regocijado.
El polisón no ha logrado todavía estos honores.Dentro de algunos años tendrá tambiénsu valor histórico y las actrices podránatreverse con él como ahora con el tontilloy con el miriñaque.
Fortuny, como Meissonier, como tantosotros pintores, indiscutibles en su tiempo,pasan ahora por el período difícil del miriñaquey del polisón.
La posteridad inmediata es el más recusablejuez para las obras de arte. Sólo nos interesalo actual ó lo que ya parece muy lejano.Lo que pasó, pero aun está cerca, diríaseque nos envejece al considerarlo. Mejorsabemos dar razón de las guerras púnicasque de la guerra francoprusiana. Mássabemos de Carlos V que de Isabel II.
La Vicaría, de Fortuny, recobrará supuesto de honor en la historia de la pinturaespañola. Aunque no fuera más que porla numerosa descendencia que tuvo. Durantemedio siglo la pintura española fué procedentede Fortuny. Los grandes cuadros de[101]historia, teatrales en sus personajes y en suindumentaria, los cuadros de género, lindos,acabaditos, como miniaturas: de unaEspaña amable, bonita, de terciopelos, rasosy blondas. Visión de un arte lisonjero queá todos nos tenía adormecidos hasta el despertarcruel del desastre. ¡Oh! ¡El arteoptimista!
Hoy todavía dicen algunos de Zuloaga quenos calumnia. Zuloaga no hubiera pintadonuncaLa Vicaría.
La Vicaría era un cuadro de sueño. Loscuadros de Zuloaga son el despertar. Pero¡hay quien dormía tan á gusto!
En Barcelona la opinión ilustrada de algunosmédicos se ha creído en el deber dellamar la atención sobre los perjudicialesefectos causados en la imaginación de losniños por las películas cinematográficas.
El cinematógrafo, como el teatro, abusade lo terrorífico.
Cuando la vida era más ruda y violenta;cuando la expansión individual alternaba,[102]por lo menos, grandes heroísmos con grandescrímenes, estos espectáculos de horror nopodían ser tan nocivos. En la vida moderna,tan socialmente disciplinada, en quelos buenos ciudadanos no son capaces degrandes heroísmos ni de grandes virtudes,por no desentonar, por no descomponer elconjunto, y sólo se manifiesta el individualismoen los rebeldes y en los criminales, elcontraste es más llamativo. Para una imaginacióninquieta, al huir del gris monótono,sólo ve la intensidad del rojo de sangre.Los criminales son como héroes cuandono vemos héroes mejores.
Los dramas y las novelas románticas deahora son dramas y novelas de ladrones yde asesinos. Sus aventuras son robos y asesinatos.
Estos son los modernos libros de caballerías,capaces á crear elementos artificialesinspiradores de siniestros propósitos.
El teatro y el cinematógrafo para los niñoses un problema de higiene, un problemaeducador en que el Estado debe intervenircon urgencia.
Nuestras calles y nuestras casas, y el es[103]pectáculotodo de nuestra vida, ya son bastantepara manchar el alma de nuestros niños.Que al asomarse con la imaginación álos sueños de nuestro Arte, nuestro Arte nosea más sucio, más negro que la mismavida.
¿Llevaríais á vuestros hijos á pasear porun estercolero ó junto á una charca pestilente?
Pues aun es más necesario el aire puro ásu imaginación que á sus pulmones.
Al ver cómo se interesaba la opinión porel nombramiento del nuevo director de laBiblioteca, alguien de buena fe habrá pensado:¡Gracias á Dios que nos interesamospor algo que no sea política menuda ó torería!
¡Ay! Todo es uno y lo mismo. Si la gentese ha interesado en este caso es por lo queello ha tenido de política y de torería. Laimportancia del cargo era lo de menos. Laspersonas designadas para ocuparle, significabapoco. Lo divertido era la lucha, la competencia.Hasta se han cruzado apuestas.
Como siempre, y muy á la española, lospartidarios del uno negaban al otro todomerecimiento.
La triste satisfacción que pueden teneruno y otro es la seguridad de que los másfieros disputadores eran los que más ignorabanel valer de los dos ilustres contrincantes.
En España sería millonario cualquier escritorsi le leyeran todos los que le admirany la mitad siquiera de los que le odian.
Desde Hamburgo me envía persona respetableel original y la traducción de un artículopublicado en el diarioGeneral Anzeigner,de la ciudad citada.
Extractaré lo más substancioso, según latraducción de referencia. El artículo se titula«Deshonra de la raza», y dice, entre otrascosas: «Varios periódicos publican relaciónde las impúdicas aproximaciones de algunasseñoras y señoritas de raza blanca, á loshombres de la tribu de beduínos que actualmentese exhibe en el Jardín Zoológico deHagenbeck, en Hamburgo.
Los buenos beduínos vinieron á las manospor cuestión de faldas y fué necesariala intervención de la Policía y la repatriaciónde los más levantiscos.
Aunque la empresa Hagenbeck ha tomadoenérgicas medidas para evitar la repeticiónde estos incidentes y ha dado á sus emplea[106]dosorden terminante de expulsar del parqueá todaseñora que se aproxime á los beduínosen forma sospechosa, todavía hanocurrido escenas tan lamentables como laque acabamos de describir.
Triste y lamentable es que la mujer alemana,por lo general de carácter y costumbresejemplares, olvide hasta ese punto sudecoro.»
Otras muchas consideraciones trae el artículo;pero no quisiera que, al transcribirlo,nadie creyera que yo me complacía enpublicar debilidades de algunas señoras alemanas;debilidades que, si allí son excepcionales,aunque numerosas, no son exclusivasde Alemania.
Cuando en París se han exhibido de estastribus salvajes, en el Jardín de Aclimataciónó con motivo de Exposiciones universales ócoloniales, tampoco han faltado curiosas deamores exóticos.
Los mulateros de la calle del Cairo, en laExposición de 1889, fueron en aquella temporada,lacoqueluche de cés dames.
Por aquí no menudea ese género de exhibiciones.Sólo hemos tenido una de aschan[107]tisy otra de esquimales, en los malogradosJardines del Buen Retiro. Para prueba no esmucho. La mujer meridional, contra la vulgaropinión, es mucho menos acometedoraen amor que las mujeres del Norte. Pero,en fin, celebremos que las exhibiciones nohayan sido muchas y que los aschantis ylos esquimales fueran, unos, demasiado negros,y otros, demasiado descoloridos.
Las inglesas, por su parte, también se hansignificado bastante en estas exhibiciones;con más cautela y decoro, claro está: conpretextos de filantropía ó de evangelización.La raza inglesa ha sido siempre maestra enhallar buenas razones para hacer lo que leconviene ó lo que se le antoja. En esto talvez consiste su superioridad. Los inglesestienen una religión ó una filosofía para justificarlotodo. Pero su conducto no es nuncaconsecuencia de una religión ó de una filosofía,sino lo contrario; la religión ó la filosofía,consecuencia de su conducta. La concienciaprocede del acto; como en todos lospueblos y en todos los hombres fuertes.
Las alemanas, por lo visto, á pesar de hallarseen tierra de filosofías para todos los[108]gustos, no se andan por las ramas filosóficasy se descaran buenamente en este sistema decolonización pacífica y casera.
La mujer tiende siempre á restaurar másque á revolucionar. Esta manifiesta inclinaciónpor los hombres de otras razas es, quizás,un argumento á favor de la unidad deorigen de las diversas razas humanas. Peroaunque á la unidad volviéramos por estosprocedimientos, respecto á las mujeres,siempre habría dos razas, comunes á todoslos pueblos y en todas las latitudes: lasunas y... las otras. Es á saber, para que nohaya duda en la clasificación: las limpiasy... las puercas.
De todas las intolerancias, la más intolerablees la pretensión de un monopolio paraejercitar el bien ó cumplir un deber.
Por esta pretensión se ha planteado undesagradable conflicto en el benéfico Institutodel doctor Rubio.
La Junta de señoras pretendía sustituir álas enfermeras laicas por hermanas de laCaridad. Los fieles guardadores de la volun[109]taddel doctor Rubio se oponían á esta sustitución.No obstante, con mayor espíritu detolerancia, no se oponían á que alternara unnúmero determinado de hermanas de la Caridadcon otro determinado número de enfermerasen la asistencia de los enfermos.
Las señoras intransigentes no admitieronestemodus vivendi. Dimitieron sus cargosmuy ofendidas y retiraron su valiosa protecciónal benéfico Instituto.
No soy sospechoso; desde muy niñoaprendí á respetar, á admirar á las hermanasde la Caridad. En una de mis obras presentola figura de una de ellas, de tal modo,que muchos la juzgaron por ideal; pero yosé que bien podía ser copia exacta de la realidad.Hay muchas hermanas como aquellahermana.
Cuando se fundó el hospital del Niño Jesús,el primitivo, en el barrio de las Peñuelas,era su directora una admirable mujer,por su talento y por sus virtudes: sor Rosalía.El doctor Tolosa Latour la conoció seguramentey podrá atestiguarlo. Ella solapodía ser honor de una institución. Perotambién, como aquélla, son muchas otras.
Pero también como éstas y como todas lashermanas de la Caridad, hay otras mujeresinteligentes y honradas y buenas, capacesde cumplir con su deber profesional tansantamente como las hermanas de la Caridadcon su deber religioso.
Cuando alguien cumple con su deber, nodebe preguntársele en nombre de qué ideallo cumple. A buen seguro que si esas señorasde la Junta se hallaran en peligro demuerte y supieran que sólo un doctor especialistapodía salvarlas, no se andarían preguntandosi era buen católico, protestanteó librepensador.
El personal facultativo del establecimientose basta y se sobra para juzgar si las enfermerasatienden con solicitud á los enfermosy cumplen con su deber. Ellos son losmás interesados en que así sea.
Ni el amor al prójimo, ni la más sublimecaridad, ni el sacrificio por la más altaidea del deber, son patrimonio de unacreencia religiosa determinada. ¿Con quéderecho puede negarse á nadie que cumplacon su deber, porque sus razones no son lasmismas que las nuestras?
Además, no hay religión en el mundoque llegue á imprimir uno solo de susmandamientos en nuestro corazón, si ennuestro corazón no estaban ya impresos todoslos mandamientos religiosos.
Doña Sol Rubio, hija del eminente fundadordel Instituto Rubio, me pide en cartaabierta rectificación de algunos erroresen que incurrí, por equivocados informes,al relatar los hechos que dieron ocasión ádisidencias en dicho Instituto.
No fué descortesía mi retraso en acusarrecibo de tan atenta carta, sino el deseo derectificar en esta misma sección.
Lo de menos eran los hechos en mis apreciaciones.Pero, en fin, conste que los cumplidoresde la voluntad del doctor Rubiono podían admitir la asistencia de hermanasde la Caridad, por oponerse á ello lavoluntad del fundador. Fueron, pues, lasdamas del Patronato las que propusieronla asistencia mixta de hermanas y de enfermeras.
Lo importante era consignar que bien[114]estaban unas y otras, como todas cumplierancon su deber.
Al decir laicas á las enfermeras, sólo quisesignificar el no hallarse sujetas á la reglade una Hermandad religiosa, sin poneren duda su catolicismo. Por más que yonunca haya creído que la caridad y, sobretodo, el cumplimiento del deber sean patrimoniode una religión determinada. Sindesconocer tampoco que en nuestra santareligión católica resplandecen como en ningunaotra las más altas virtudes.
¿Estamos todos contentos?
La noche del miércoles pasado fué defiesta mayor en casa de Joaquín Sorolla.Se obsequiaba á Mr. Huntington, hispanófiloamericano, meritísimo de cuantos honorespueda España ofrecerle.
La casa de Sorolla es un palacio del Arte,tan á la española trazado, que allí la suntuosidadno es soberbia ostentación, sinohidalga limpieza. Antes que el palacio osadmire os acaricia el hogar, y antes que las[115]maravillas del Arte absorten vuestros ojosel amor y la paz familiares ungieron debuenos pensamientos vuestra frente. Porinquieto y perturbado que esté nuestro espíritu,cuando nos hallamos entre gentesbuenas y dichosas nos sentimos tambiéndichosos y buenos, como si las alas denuestros ángeles custodios, los que nosguardaban de niños, volvieran á traernosnuestra inocencia.
Con vuelo impetuoso más suele el Artedestruir que labrar nidos. Sus glorias raravez van unidas á la gloria de amar y seramado. Por eso al juntarse en la casa deJoaquín Sorolla, este hogar del Arte, estepalacio del Amor, parece como un temploideal á una diosa más ideal todavía: la felicidad.
La casa de Joaquín Sorolla es tan españolacomo el alma de cuantos la habitan;modelo de la verdadera familia española.¡La familia española, la más pura gloriade nuestra raza!
La casa de Joaquín Sorolla debiera serprovechosa lección de edificaciones españolasenfrente de tantos esperpentos á la[116]francesa, á la inglesa y á la suiza con quela cursilería europeizante deshonra nuestrastradiciones arquitectónicas.
Sorolla debe ahora recorrer toda España.Estudia tipos y paisajes para el grandiosofriso decorativo del Museo Españolde Mr. Huntington en los Estados Unidos.
¿Podíamos soñar mejor desquite de pasadashumillaciones? Detrás de una puertacerrada, en un gran salón, se nos diceque están los estudios del natural apuntadospor Sorolla para su gran obra. La entradaestá prohibida. Míster Huntington noquiere que nadie goce las primicias de suencargo. ¡El simpático hispanófilo no loes del todo!
Nada podemos ver, pero es mucho loque adivinamos. Adivinamos, con los ojosque tantas admirables obras del gran pintorespañol admiraron, la más asombrosaevocación de España, la verdadera España:luz, color, brío. Se abren ante nosotrospáginas del Romancero y delQuijote, delas novelas picarescas y de las hazañas deItalia y de Nueva España...
Y también tristezas, y también sombras[117]que el pincel de Sorolla, al no mentir, nolisonjea. Pero de esas sombras y esas tristezasno se alza el pesimismo espectral,agüero de muerte; es más bien la sensacióncaótica de algo muy fuerte y vigorosoque no puede morir porque no ha nacidotodavía.
He aquí la obra de un gran pintor, todorealismo, que, para poner espíritu en suobra, le basta con poner verdad. Y todo esArte.
Y es que en Arte hay dos grandes estilos:uno, en que el alma del artista envuelveel alma de las cosas; otro, en queel alma de las cosas envuelve el alma delartista.
Con la firma de «Un concursante de buenafe» recibo una carta muy atendible, dela que copio lo más interesante:
«¿Querría usted llamar la atención delAyuntamiento respecto á lo que está ocurriendocon el tercer concurso de comedias?
Es el caso que, iniciativa tan plausible,no ha dado hasta ahora otro resultadopráctico que molestar inútilmente á los Juradosy hacer perder tiempo é ilusiones álos concursantes de buena fe.
Tres concursos van convocados; permítameque en pocas palabras le recuerde elhistorial de cada uno.
El primero se convocó el 29 de Noviembrede 1909. Al expirar el plazo de admisiónse habían presentado 153 obras. El Jurado,que formaban los señores Sellés, RodríguezMarín, Répide, Gómez de Baquero,Linares Rivas y Jurado de la Parra,[120]falló el 25 de Junio. (Es decir, invirtió menosde cuatro meses en examinar los 153originales), premió la comediaLos jácarosy mencionó con elogio otras varias.
Bajo su firma declararon los señores delJurado que el concurso era excelente. ¿Recuerdausted el expresivo artículo que Répidepublicó enEl Liberal? Pues si hubierasido pésimo, no hubiera fracasado demás completo modo. Ninguna de las obraselogiadas se ha representado, ni siquiera lapremiada, en el Español ni en ningún otroteatro.
Segundo concurso. Se convocó el 5 deDiciembre de 1910; se clausuró el 5 del siguienteMarzo, con 86 originales. El Jurado,que formaban los señores Villegas, LinaresRivas, Zozaya, Bueno y MartínezSierra, tardó en fallar cerca de nueve meses.Por fin, premió la comediaEl boboy declaró por buenas otras cinco.
¿Resultado práctico? Acaso por la demoradel fallo,El bobo sólo pudo estrenarse,al terminar la temporada oficial, en deplorablescondiciones. Así, mal ensayada,representada para salir del paso, la obra[121]sólo tuvo las tres representaciones á queobliga la ley. Las demás comedias elogiadassiguen inéditas.
Antes de fallar en el segundo concurso—veaotra anomalía—se convocó para el tercero.Al terminar el plazo de admisión—el4 del pasado Febrero—sólo había presentadas46 obras. Esta progresión descendentesignifica mucho también. Estamos á finesde Junio, esto es, han transcurrido cincomeses, y ni hay fallo, ni se sabe si hay Jurado,aunque en el Ayuntamiento son pródigosen dar noticias hasta de lo que paseacada concejal.
¿Considera usted justo hacer una excitaciónal Ayuntamiento, encaminada á quese sepa lo que ha sido de esos originales yá evitar que, una vez más, se esterilice lainiciativa con un fallo en exceso tardío?»
Queda complacido el comunicante. Muyrazonables me parecen sus quejas; pero¡ay! ¡si el concursante de buena fe supieralo que es ser Jurado, también de buenafe, en uno de estos concursos! Por haberlosido en varios, no tengo ninguna feen sus resultados.
[122]Cierto que los autores desconocidos dirán:Y ¿cómo hemos de darnos á conocer?Hay que ser algo fatalistas: lo que ha deser, está escrito, y cuando está bien escrito...es siempre. ¿Que puede existir algúntalento ignorado? Es posible. ¡Dichoso él,que, al verse desconocido, llegará á dudarde su talento y podrá creerse tonto... y serfeliz!
El cultísimo escritor Bernardo Cándamoabre información sobre la conveniencia deestablecer la previa censura teatral.
Un exceso de celo del jefe superior dePolicía ha dado ocasión á que se discuta dela moral y del arte.
De todo ello podrá discutirse, como delas ventajas y desventajas de la previa censura.Lo que está fuera de discusión es queun jefe de Policía, de no producirse alborotoó grave escándalo en el teatro, no esquién para juzgar de moral ni de arte,cuando ni artistas, ni críticos, ni filósofoshan logrado dictaminar de acuerdo en tanardua materia.
[123]La vulgar opinión entiende por inmoralen arte algo que muchas veces nada tieneque ver con la moral, en el más alto sentidode la palabra. Hay quien se escandalizaen el teatro por algo que bien puede calificarsede «mera porquería», como un ingenioperegrino calificaba en picarescos versosalgo que otro, no menos peregrino,diputaba por pecado nefando.
En cambio, obras que pueden ser antisociales,demoledoras ó tal vez peligrosas porinoportunas, no pasan por inmorales ni danocasión á que se alarmen los jefes de Policía.
Estas otras, que tanto alarman á los pudibundos,me parecen la suprema inocencia,y el público que con ellas se regocijade una simplicidad infantil. Considéreseque toda la gracia del espectáculo consisteen que nos digan ante centenares de personaslo que estamos aburridos de oir enreducidos grupos. La novedad no está en loque oímos, sino en oirlo delante de muchagente. Ya sabemos lo que ha de parecemosá nosotros; la picardía está en averiguarlo que les parecerá á los demás.
[124]Obsérvese al espectador durante la representaciónde una de estas obras «inmorales».Más que á la escena, atiende al público.No dirá nunca: ¡Cómo me he reído!, sino: ¡Cómo se reían!
El efecto cómico de este género es el mismoque se logra en cátedra ó en el salónde sesiones con un chiste malo que en losclaustros ó en el salón de conferencias notendría maldita la gracia.
¿Previa censura? Voto en contra. EnEspaña estaría supeditada á todo génerode pasioncillas, caprichos y arbitrariedades,sin contar con la influencia de loscambios políticos.
Y no sería la censura conservadora la mástemible. Sabido es que los liberales son losque aquí se toman mayores confianzas conlas libertades.
Hay una solución productiva. Este géneroalegre no es más nocivo que el juego.¿Por qué no gravarle con un impuesto especial?Es el mejor partido que puede sacarsede todo lo malo. ¡Ay! ¡Menos de losmalos Gobiernos!
Las únicas cartas anónimas insultantesque recibo proceden de furiosos aficionadosá toros, cuando me permito atacar la sublimefiesta. Como el blanco de mis tiros,más que la fiesta misma, ha sido siempre supúblico, claro está que esas cartas llenas deimproperios vienen á confirmar lo que piensorespecto á los furibundos aficionados átoros. Escriben como van á la Plaza. Sonellos, los mismos, los de las almohadillas alredondel y los insultos á los lidiadores quearriesgan su vida, y sólo por esto, ya merecenel mayor respeto.
En justa compensación recibo otras muchascartas que bastarían á sostenerme enmi empeño, si yo lo tuviera en combatir contralas corridas de toros. Pero siempre hejuzgado ineficaz toda predicación destructora.En la vida no se destruye nada. Lascosas desaparecen por sí solas cuando de[126]bendesaparecer. Es decir, cuando se ha edificadolo que debe sustituirlas. No es la labornegativa de clamar contra las corridasde toros lo que puede ser provechosa, sinola paciente labor de promover en las gentesmás nobles aficiones.
Entre las cartas agradables recibo una,firmada por un madrileño, solicitando miatención sobre un niño, verdadero «fenómeno»;así dice, con razón, la carta.
Ese niño, fenómeno en España, se halla enel Asilo de la Paloma, quiere y cuida á lospajarillos y ha llegado á inspirarles á su veztal cariño que, cuando sale por los patios yjardines, le siguen en bandadas, se posanconfiados en sus manos y sobre sus hombrosy, á su modo, le saludan y le agasajan.
Esto, que en otras partes del extranjero escosa corriente; que en las vidas de santos,como San Francisco de Asís y San Antoniode Padua, pasa por milagroso; que Murillojuzgó como suprema bondad infantil, almostrarnos en su cuadro deLa Sagrada Familia,conocida por la del pajarillo, al niñoJesús en actitud de defender á un pájarodel gozquezuelo que le espanta con sus la[127]dridos,en un niño español es más que milagrosopor lo inaudito.
Cuántas veces he visto con pena, porquepensaba en los niños y en los pájaros de España,en paseos y jardines de París á los niñosrodeados de pájaros. Los pájaros erancomo los nuestros. ¡Eran los niños los queno eran iguales! Aquí el niño es el enemigo,el hostigador; allí era el buen amiguito, elesperado con impaciencia. Y nada excedeen poesía á la realidad cuando compone estoscuadros. Cuando el arte, al imaginarlos,no pudo inspirarse en ella, nos parece artefalso y sensiblero.
Nuestro arte, si quiere ser realista, porfuerza ha de ser duro y seco. ¿Dónde estánlas inspiraciones de dulzura en nuestra realidad?
Los que no sentimos la poesía de lo violento,¿no hemos de agradecer á ese niñosu inspiración piadosa?
¿No habrá quien le premie por ella? ¿Noha de merecer la atención que no le hubierafaltado de ser un precoz criminal?
El nombre de ese niño es Francisco Pancorbo,como dije, asilado en la Paloma.[128]Los amantes de los niños, ¿no harán algoen favor de ese niño bueno? No estaría bienque se anticiparan los protectores de los pájarosá recompensarle.
Cuando la política apesta—y nunca apestacomo al convertir en cuestión política laque debiera ser cuestión nacional,—el únicodesinfectante eficativo es volver los ojosá otras manifestaciones de la actividad: álas corrientes aguas, donde va la vida españolapor más ancho cauce.
¡Si atendiéramos sólo al salón de sesionesdel Congreso! ¡Si todo fuera como lapolítica en España! Por fortuna, fuera deella, á despecho de ella, casi siempre se trabaja,se camina y se progresa. Siempre quenos sorprende alguna novedad agradable esalgo que no se ha discutido en las Cortes óque pasó por ellas en silencio, en un renglónde los presupuestos; esos presupuestosque nadie discute, cuya enunciaciónbasta para despejar la Cámara de diputadosy de curiosos.
La admirable instalación de telegrafía sinhilos, en Carabanchel Alto, es una de estasgratas novedades confortadoras.
¿Por qué nuestros modernos poetas, tandesmayados y luctuosos, por regla general,no cantan estas cosas? ¿Son menos interesantesque los parterres de Versalles? Haypara dar razón á los futuristas, con todassus exageraciones.
Yo os aseguro que la instalación de telegrafíasin hilos de Carabanchel Alto bienmerece una oda.
El invento pertenece á la Humanidad.Admira y deslumbra á nuestra inteligencia.Pero aquella instalación es nuestra, es deEspaña; halaga y conforta el corazón. Y españoles,soldados de su ejército, son los sargentosinteligentes, modestos, que allí prestanservicio y han recibido ofertas tentadorasde empresas extranjeras de navegacióny prefieren servir á su patria: á estapatria que no suele ser muy espléndida conlos que trabajan por ella; porque los quetrabajan no intervienen en los presupuestos,y los que intervienen... no trabajan.
Tres muertos ilustres cuenta la crónicaen estos días: Massenet, el general Booth,y, el más grave de todos, Muley Hafid.
El músico francés no ha tenido á su fallecimientola Prensa que podía esperarsede su popularidad en vida. No es que laPrensa francesa y, por reflejo, la europeale haya escatimado las necrologías; perolos elogios han sido tímidos.
Desde que un aristocratismo intelectual yartístico ha sentado como criterio fundamentalen sus juicios la razón inversa delmérito con el aplauso público, es precisoblasonar de independiente y despreocupadopara atreverse á celebrar lo que todos celebran.Por donde sucede que, cuando unaobra empieza á ser aplaudida, es cuandoempezamos á dudar de que merezca serlo.¡Ah! ¡Si las obras de Massenet no hubieransido tan del gusto público! ¡Si Masse[132]nethubiera muerto obscuro y postergadocomo Bizet!
Yo no digo que Massenet fuera uno deesos genios musicales definitivos en una época;pero supo agradar y agradará por muchotiempo á los que aun piensan ó sientenque la música no es una tabla de logaritmos.Al fin y al cabo, genios, lo que se dicegenios musicales, ¿cuántos han sido? Porlos dedos de una mano pueden contarse.Y algunos de ellos muy discutidos por losgrandes inteligentes. Por ejemplo, Bach, dequien yo he oído decir perrerías á personasde muy buen gusto musical. Yo no entro nisalgo, ni juzgo de música más que por sentimiento.A mí la música de Bach me suenaá capilla protestante, que es para mí el sonidomás antipático que puede tener músicaen el mundo. A otro gran músico, CésarFranck, también se le cedo á ustedes poruna friolera. Me parece un filósofo de esosque pretenden explicar por razonamientoscosas pertenecientes á la emoción íntima;conciliadores entre la Ciencia y la Fe, queno concilian nada.
Por todo esto, bien merecía Massenet elo[133]giomás fervoroso de la crítica. ¿Es quesólo puede haber dioses mayores?
En Madrid sólo hemos oído tres óperas deMassenet:El rey de Lahore,Manon yWerther. La primera es de las más endebles.Obra estrenada en la Opera de París,confiado el éxito al aparato escénico, á laespléndida figura de la Reskée y á la hermosavoz del barítono Lasalle.
Manon, mutilada con supresiones importantes,no tuvo al estrenarse en Madrid favorableacogida. Hasta que no fué cantadapor Anselmi, y después por Anselmi y laStorchio, no logró el aprecio del público.
El estreno deWerther también fué desgraciado.Batistini, primero, luego, Anselmi,consiguieron rehabilitarla.
Massenet lo intentó todo, con desigualdesempeño, pero con laudable propósitosiempre. Soñaba con hacer grande, y, comotantos otros, sólo consiguió triunfar cuandomenos se preocupaba por el triunfo. ¡Vanidaddel artista! En sus obras siempre prevaleceun sentido inconciente que está sobrelos cinco sentidos puestos por el artistaen su obra.
[134]En las óperas de Massenet hay variedadde asuntos y de estilos. Historias de amor enManon y enWerther; el cuento de hadas enLa Cenicienta; el poema lírico enDon Quijote;enEsclarmonda la mística leyenda; enLohengrin hembra, donde Massenet aspiróá Wagner y fué su aspiración dulce suspirode enamorado más que de creyente.
La crítica hostil llamaba á Massenet elmúsico de lascocottes. Ya es algo ser el músicode alguien; porque ¿quién no tienealgo de todo á sus horas? Sólo los espíritussuperiores son siempre ellos mismos, que esser muy poca cosa. Los demás, á poco quesoltemos las riendas, ya nos interesamoscon las peripecias de un melodrama como laMargot de Musset—«¡vive le mélodrame oúMargot a pleuré!»,—ya relinchamos comosementales rijosos ante un tablado de tangosy garrotines, ya, como sencillascocottes,nos emocionamos con las chuleríasLuis XV de Manon y de su caballero, puestasen música absolutoria por un músicoamable y francés.
El general Booth, el admirable fundadordel Ejército de Salvación, sólo hubiera po[135]didosalir adelante con su obra en Inglaterra.Sólo en Inglaterra podía salvarse elpeligro más terrible de su empresa: el ridículo.¿Qué hubiéramos hecho en Españacon un general Booth? ¿Qué hubieran hechoen Francia? Sólo en Inglaterra es posiblepredicar el Evangelio al son de unamurga, entre una estrafalaria mascarada, ysólo allí es posible sobreponer la intenciónde la obra á los procedimientos hasta serconsiderado por los Poderes públicos y colaboradorsuyo en ocasiones difíciles.
Todavía, al contemplar el retrato del difuntogeneral, publicado en casi todos losperiódicos ilustrados del mundo, una sonrisade escepticismo se disimula apenas enlabios latinos. ¿Era un santo? ¿Era un vividor?¿Un grande hombre? ¿Un chiflado?¡Ah! ¡Cuántas buenas obras como la delgeneral Booth se habrán malogrado en elmundo por temor á que todos pregunten:¿Quién es el hombre?
¡Y cuántas veces el hombre no puede darmejor razón de sí que sus obras!
¿Nos da Dios, con ser Dios, otra razón desu existencia?
Para la próxima temporada teatral la direcciónartística del teatro Español anunciaobras de casi todos los autores militantes yotras de autores noveles en el teatro, perono tan desconocidos que sea aventurado esperarmucho y bueno de sus obras. Un nombrefalta en la lista, un nombre que estásobre todos, el del propio director artístico:el de don Benito Pérez Galdós. Por delicadeza,estimada por todos en cuanto significa,pero inatendible en esta ocasión, donBenito se niega á estrenar obra suya y áque sean representadas las de su repertorio;y eso no debe ser.
Cuando, por causas de enojosa explicación,las obras y el nombre de don BenitoPérez Galdós no figuran en teatros de importancia,y, por dificultades de interpretación,no pueden ser representadas comoellas merecen en teatros de segundo orden,[138]el teatro Español es el único que puede ofrecerlasdigno escenario. ¿Habrá un solo autorde los que tienen obras anunciadas quepueda mirar con recelo la representaciónde las obras de don Benito? Todo lo contrario;yo creo que todos se apresurarán áfirmar una solicitud pidiéndole que vuelvade su acuerdo. Una campaña de Arte independiente,popular, como debe ser la queen el teatro Español se emprenda en estatemporada, con actores de juveniles alientoscomo Matilde Moreno y Francisco Fuentes,no sería completa si faltaran las obrasdel maestro glorioso de la novela y del teatrocontemporáneo. Con palabras deUndrama nuevo yo, soldado de fila, me atrevoá dirigirme al maestro de todos para decirle:«Sed nuestro general: conducidnosá la victoria.»
Ni en costumbres, ni en leyes, ni en política,en nada se muestra Francia tan republicanacomo en el arte de poner en ridículoá cuantos reyes y soberanos, en acti[139]voó pasivo, transeuntes ó residentes, caenen ella. No son, por cierto, reyes y príncipesmodernos héroes de tragedia; mas si algunolo fuera, al llegar á Francia quedaríaconvertido en caricatura de opereta. Franciaes la Dalila capaz de tomar la cabelleraal más fuerte Sansón. Ved á Muley Hafid,el sultán esperanza de los creyentes, el quefué proclamado por ellos como restauradordel espíritu nacional y religioso, contra suhermano, el débil, el descreído, el europeo.Nada pudo contra los invasores de su Imperio;pero todavía, en el recogimiento desu palacio, podíamos suponerle, como áPrometeo encadenado, más alto y más nobleen su vencimiento que el vencedor injusto.¡Estaba escrito! Pero ahora, al permitirque se traduzca al francés—¡al francésde Montmartre!—lo que el Destino escribióen árabe, ha perdido hasta el derechoá la compasión. Es un triste león deferia, amaestrado como un perro. Lastimosasfueron las femeniles lágrimas del últimorey moro de Granada; pero aun hanpodido hallar piadosa acogida en la leyenday en el poema. Para Muley Hafid sólo que[140]dala musa «bulevardesca» del café-conciertoy de las revistas del año.
Olvidado en el último rincón de su Imperio,pudo ser una figura trágica digna deser representada en tiempos futuros por algúnMonnet-Sully del porvenir, en Parísmismo, en la escena del teatro Francés. Así,no habrá clown que no le remede y ridiculicepor circos y tablados. Al ofrecerle Francialas libertades de su República ha sidomás cruel que si le hubiera encerrado enuna jaula del Jardín de Plantas. Su libertades el ridículo. Y ¿qué hace en París el sultáncaído que no hiciera en su Imperio? Lomismo: satisfacer todos sus deseos; perolo que allí parecían voluntades de un Dios,aquí parecen caprichos de niño ó de loco.
Nuestro aislamiento de la política internacionalno era, ciertamente, el espléndidoaislamiento de que blasonaba Inglaterra alsaberse odiado de todos, pero, al fin, temida,en tiempos no muy lejanos.
Ahora, según noticias, nos disponemos á[141]entrar en alianzas; esas alianzas políticasen abstracto, que significan muy poco enconcreto. ¡Francia, España, Inglaterra, Rusia!Está muy bien; no puede sonar mejor.Pero... ¿y los franceses, los españoles,los ingleses y los rusos?
Formidable alianza si fuera siquiera porconveniencia de todos, ya que de amor nohay para qué hablar en estos matrimoniosinternacionales. ¡Cómo se reirá Alemania!Si es que las abstracciones pueden reirsecomo pueden aliarse.
La alianza es preciosa; pero ¿qué apostamosá que, salvo entre Francia y Rusia,hay muy pronto que lamentar algúncoupde canif, como dicen los franceses, en elcontrato matrimonial? Pese á quien pese,Inglaterra y Alemania están llamadas á entenderse;y en cuanto á Francia y España...Al buen callar llaman Sancho; pero buenosería que le llamáramos Don Quijote.
Como en todos los veranos, las «capeas»han originado conflictos por esos pueblos.La autoridad gubernativa las prohibe, laautoridad de los alcaldes es insuficientepara imponer la prohibición. Los mozos seamotinan; la intervención de la Guardia civilocasionaría mayor conflicto. ¿Qué hande hacer los alcaldes? Dejar que los mozosse salgan con la suya. ¡Es mucho salvajismoel de los pueblos!, se dice. No esmás del que se ha cultivado en ellos. ¡Sipara ellos no hay otra fiesta más que la«capea», y, suprimida, no les queda otradiversión! Pero, aunque otra cosa creanlos que por comodidad ó desidia declaranal pueblo ineducable, ¡es tan fácil su educación!
Buen ejemplo es un humilde lugar de laprovincia de Toledo: Aldeaencabo de Escalona.Por la fiesta del Santo Patrón era[144]inevitable la «capea». Verdad es que á la«capea» quedaba reducido todo el festejo.En este año se acordó organizar una funciónteatral, hubo unas cucañas, unas carrerasen sacos, unos fuegos artificiales ynadie echó de menos la «capea» y nadie protestócontra su prohibición. Para ello habastado con muy poco: con la autoridad deun sacerdote ejemplar, con la influenciaeducadora de un maestro, con la buena voluntadde algunos vecinos, y la fiesta se hacelebrado á satisfacción de todos, modelode orden y de cultura.
Con muy poco gasto y menor esfuerzo seconseguiría lo mismo en todos los lugaresde España. El paisaje de España es comosu espíritu: hosco, áspero. Pongamos dulzuraen los paisajes y en las almas. No escuchemosla voz egoísta de esos enamoradosde lo característico, de lo pintoresco. Sonlos que se asoman al campo y pasan de largo,sin dejar á su paso amor ni bondad. Elamor al paisaje por el paisaje es como elamor á los animales: una forma del egoísmo,de la misantropía. Los paisajes y losanimales no dan disgustos como las perso[145]nas.Estosdilettanti de lo pintoresco se complacenen la rudeza de los campesinos.¡Para lo que han de estar entre ellos! ¿Quese instruyen? ¡Qué lástima! ¿Que pierdencarácter? ¡Qué profanación! Hasta el díade la pedrada ó del garrotazo ó de la coz,que todo llega...
No hay derecho á mantener, en nombrede lo pintoresco, la ignorancia, el atraso,que nunca son bondad, aunque puedan parecersencillez. Dulcifiquemos, dulcifiquemos,sin temor á que la dulzura desvirtúela virilidad. Los pueblos de vida amable seránsiempre más ardorosos defensores desu independencia que los pueblos de vidaingrata, atormentada. Sólo entre los descontentosnacen los traidores. Es precisouna gran virtud para amar á una patria enque nada es amable.
El señor Canalejas, que tan gubernamentalmenteha tronado contra los inadaptados,debiera darse una vueltecita por algunoslugares de España; y lo que había deadmirarle entonces sería... que hubieratantos adaptados á lo inadaptable.
[146]Sarah Bernhardt celebra sus bodas deoro teatrales. ¡Cincuenta años de teatro!Y todavía su arte extraordinario, único enla historia de la escena, logra sobreponerseá los ultrajes del tiempo. Verdad es quenunca el espíritu se sirvió de medios taninmateriales de expresión material como enla divina artista. El cuerpo de Sarah nuncatuvo edad; su voz no fué nunca de humanotimbre. No era la voz que se oye; era lavoz con que se sueña. Era como la luz musicaldel pensamiento. Y ¡la noble armoníade sus actitudes! No hubo sensación fugitivaque no se consagrara en ella, como enescultura, para la inmortalidad.
París, escéptico adorador de sus dioses,ya sonríe ante los cincuenta años escénicosde la actriz bisabuela; pero sonríe cariñosoy admirado. Sarah, con muy buen acuerdo,ha ido á celebrar sus cincuenta años de teatroá Inglaterra. Los ingleses saben admirarlasin escepticismo. La juventud espiritualde Sarah es para ellos tan respetablecomo la propia juventud de la vieja Inglaterra.Un milagro de voluntad, si al decirvoluntad cabe decir milagro. Esa gloriosa[147]vida de arte supone una tensión constantede espíritu sin un desfallecimiento, sin unadesconfianza en las propias fuerzas. Sarahsólo ha vivido para su arte; el arte ha correspondido,generoso, á tanta fidelidad.
En las fiestas de Salamanca he podidoapreciar los tristes efectos delabsentismo.De las casas grandes, de linajuda nobleza,cuyas más saneadas rentas de Salamancaproceden, muy contadas han sido las quecontribuyeron al lucimiento de las fiestas. Ydigo yo, y decían muchos: «¿Qué mejorocasión para un acto de presencia?» Sondías en que los humildes, no sólo miran sinodio el lujo de los señores, sino que lo agradeceny lo admiran como un esplendor másde la fiesta. Son días de acortar distancias yde suavizar asperezas.
Las hermosas muchachas premiadas en elConcurso de belleza, las que vistieron lostrajes clásicos de charra, tuvieron que pasearpor la población en deslucidos cochesde alquiler. ¿Para cuándo guardan los[148]grandes señores de la provincia sus trenesde gala?
En la escolta de charros montaraces, quedieron guardia de honor á los príncipes deBaviera, faltaron los de casas muy principales.¡Buen ejemplo para los de abajo!
¡Luego se quejarán del desamor de loshumildes! ¡Pues qué!, ¿hacen algo pormerecer su amor ó su respeto?
Hay altas posiciones sociales que imponenmuy altos deberes. No es de los más penososel de dejar, por unos días de fiesta en laprovincia, alguna playa ó balneario del extranjero,donde, sin pensar, se va en la ruletadel Casino lo mejor de las rentas solariegas.
Los grandes señores han olvidado el artede agradar, que, claro está, no es más queel arte de saber aburrirse. Pero ese arte esun deber de la nobleza y del dinero. Y ¡esun deber que está tan compensado! Siempreque procuramos agradar acabamos porser agradables; y... cuando se es agradable,se está más divertido que nunca.
Bien pudiera algún predicador haber repetidolas exclamaciones famosas de Bossuet,en los funerales de una princesa deFrancia: «¡Madame se meurt!... ¡Madameest morte!» Las que pusieron espanto enaquel auditorio de príncipes y grandes señoresde la Corte, al considerar cómo, en elbreve espacio de dos exclamaciones, aun novista llegar, pasó la Muerte. La Muerte niveladora,y, por serlo, el más cierto resplandorde la ideal Justicia sobre la tierra; elmás seguro anticipo suyo para otra eternavida. La Muerte, de quien otro poeta francésdijo: «Et les gardes qui veillent auxbarriéres du Louvre, n'en defendent pas nosrois».
Y triste actualidad recobran también losversos de Cervantes á la súbita muerte dela reina Isabel de Valois:
Los poetas de ahora temen ser tildados decortesanos, y, sólo cuando se trata de lisonjearlas malas pasiones de los de abajo, nose juzgan aduladores. Así, los poetas nocantarán á la buena memoria de la infantaMaría Teresa. Ni es necesario: estas vidassencillas, de bondad, de recogimiento, parececomo si se profanaran con altisonanciasditirámbicas. En el abultado libro de la Historia,sobre el trompeteo de las grandeshazañas bélicas y de las intrincadas empresaspolíticas, estas vidas han de ser comoflor guardada entre las hojas del libro: unameditación, un silencio entre el barullo detantas grandes y de tantas malas acciones,que son la Historia y son la vida...
Ni aun sientan bien ponderaciones corte[151]sanaspor el dolor que su muerte causara álos suyos. ¿Para qué decirnos que las tristezasde los grandes de la tierra son excepcionalescomo su grandeza? ¿No estaránuestra mayor simpatía en saber que soniguales á las nuestras? ¿El dolor de la madre?No digáis á las madres que es un dolorde reina; decidles que es el dolor de todaslas madres, y ¿cómo no han de comprenderlo?Ved cómo la Religión cristiana,al divinizar el dolor de Cristo, humanizóel dolor de la Virgen madre; porque divinizadohubiera dejado de ser dolor, al gloriarseen la gloria del Hijo.
Ni es bien poner distancias ante el dolorque á todos iguala. Ofrezcan, con grandezade alma, los grandes de la tierra sus dolores,como sacrificio aplacador de odios yenvidias. Nunca como en la Cruz comprendióá Dios la Humanidad; porque en laCruz está más cerca de nosotros.
Cuando se estudia con serenidad algúnproblema económico, hay que decir como[152]aquel personaje de una comedia: «¿A quiénse engaña aquí?» Esto es: «¿Quién se llevaaquí el dinero?» Porque oye usted á los patronos,y no es porque lo digan ellos, lesajusta usted las cuentas y no puede ustedpor menos de darles la razón. Ellos no sellevan el dinero. Oye usted al trabajador,al obrero, y la razón les sobra: no puedenvivir. Y oye usted á todo el mundo, y el dinerono parece por ninguna parte. El propietariode fincas, ya rústicas, ya urbanas,obtiene un menguado interés de su capital,y el arrendatario y el inquilino dicen queya no pueden con la renta. El industrial sequeja del comerciante, el comerciante delindustrial, y el comprador de todos. Todo elmundo está mal servido y nadie está contento.Y, no obstante, á esto es á lo que llamanorden social y esto es lo que, según dicen,hay que sostener á toda costa.
¿No valdría la pena de hacer algún ensayitopara cambiarlo todo? Aunque fuera enseco; esto es, sin guillotina ni tiroteo por lascalles; un ensayo en buena armonía, puestoque nadie está á gusto y todos se quejan.Y si viniera á resultar, como es de temer,[153]que el verdadero tenedor del dinero de todoses el Estado, con impuestos desproporcionados,insoportables para el país, que elEstado se encargue de todo y con dos suculentosranchos al día nos alimente á todos.Y no nos asustemos del socialismo, cuandola actual organización social no es otracosa: un socialismo con mala administración.
Caricatura veraniega (sin dibujo y fuerade Concurso).
En el Casino:
—¿Qué le pasa á Juanito? ¡Tiene unacara!
—Que le han dejado sin una peseta.
—¿Sí? ¿Cuánto ha perdido?
—Pues eso: una peseta.
Cuando un madrileño, en cualquier esferasocial, ha llegado á ocupar un puesto,alto ó bajo, ya puede asegurarse que se loha ganado por su propio esfuerzo. Al madrileñono le gusta deber nada á nadie. Poreso, aun de la clase más humilde, prefierelos oficios independientes, en los que menoshaya que obedecer y ser mandado. Asíes muy raro hallar un madrileño dedicadoal servicio doméstico, y si, por razón de susocupaciones, depende de algún patrón,maestro ó jefe, todo se conseguirá del madrileñopor la razón persuasiva ó por el ruegoamable; nada por el mandato indiscutible,ni por el rigor áspero.
El madrileño no tiene cacique á quienpedir recomendaciones; no trata, ni siquieraconoce, á sus diputados; no tiene coloniaque le proteja ó le obsequie.
Por todas estas consideraciones, yo, que[156]he perdido en absoluto mi afición á lostoros, siento muy viva simpatía por el toreromadrileño Vicente Pastor y celebro sutriunfo en la última corrida. Lo celebro condoble satisfacción, porque, aunque me estémal el decirlo, entiendo de toros una barbaridady no soy de los admiradores deldía siguiente. Cuando Vicente Pastor, ensus años de desgracia, que fueron más delos debidos, y apuntados van á su condiciónde madrileño, andaba aperreado poresas Plazas, y en la madrileña sobre todo;favorecido por los empresarios con todo elganado de peor lidia, toros cornalones, resabiados,mansos perdidos, nunca dejé dever y de apreciar en él lo que más tardeapreciaron muchos como un descubrimiento:que Vicente Pastor es de los pocos torerosque saben para lo que sirve la muleta;de los pocos que paran y castigan.
Y ¡vaya si ha bregado Vicente Pastorhasta colocarse en el lugar que le corresponde!Nadie dirá que lo ha robado.
Los toreros madrileños luchan siemprecon grandes desventajas. Por la mayor baraturay facilidad de conducción, en las no[157]villadasles sueltan, por lo regular, ganadode la tierra que, si escogido para corridasde toros, es siempre más duro y másdificultoso que el ganado andaluz, que seráen novilladas, donde todo boyancón es derecibo. Hechos á torear mansos, al tomarla alternativa y encontrarse con toros ligerosy bravos, los toreros madrileños andande primeras torpes y desmañados. Al contrariode lo que suele sucederles á los fenómenosnovilleriles de Andalucía, que, acostumbradosá torear allí toritos fáciles y ligeros,al primer toro de la tierra que venasomar por los toriles andan de cabeza yse acabó el fenómeno.
Con Vicente Pastor hicieron horrores lasempresas. Recuerdo una corrida de novillos,con lucha entre un león y un torocomo amenidad de mayor atractivo, y enella Vicente Pastor hubo de torear con elestorbo de una gran jaula en medio delredondel; y por si esto no bastara, comodespués de la lucha no hubo medio de sacaral toro de la jaula, el presidente ordenóla salida del toro de lidia, el cual, naturalmente,tomó la querencia de su com[158]pañeroy semejante, y así hubiera tenidoque torearle y que matarle Vicente Pastorsi la protesta unánime del público no hubieraobligado al presidente á disponer laretirada del toro enjaulado.
Luego se espantan los empresarios si lostoreros, cuando llega la suya, tienen exigencias.
Vicente Pastor no ha llegado por intrigas;no, ciertamente. Bien puede estar orgullosode ello; ha llegado, como buen madrileño,sin deber nada á nadie. Y hoyhabrá toreros más vistosos, más bonitos,más alegres; pero lo único verdad, lo únicoserio, el único toreo de buena ley que seve en las Plazas es el de Vicente Pastor, elmadrileño.
El Hotel Palace se levanta soberbio comoun gran transatlántico. Aquel trozo de Madrid,de tan señorial aspecto cuando lostres linajudos palacios, de Medinaceli, delInfantado y de Vistahermosa, eran todo uncaserío; tan desolado, cuando el inmensosolar del primero de dichos palacios llena[159]bade obscuridad y de tristeza aquella partede Madrid; hoy, con el gran hotel á lamoderna, ha cobrado un aire cosmopolita,de playa ó de balneario á la moda, consu Casino resplandeciente de luces, bulliciosode multitud pasajera, con su músicabailable y su ejército de servidores.
Con el hotel Ritz y el Palace ya cuentaMadrid con dos hoteles europeos. Quizáslos precios sean más asiáticos que europeosy, por este lado, el problema de los alojamientosen Madrid no se haya resuelto conarreglo á la capacidad española. Es de esperarque los europeos y los americanosnos sostendrán estos lujos, que para nosotrossolos serían excesivos.
Ya no hay pretexto para no venir á Madrid.Y, en verdad, ahora que tanto se habladel turismo y tendremos en Madrid unCongreso para discutir cuanto al turismo serefiere, todo el problema es este: ¿No acudenlos turistas á España por falta de buenoshoteles, ó no hay buenos hoteles en Españapor falta de turistas? Problema biológico:¿Es la función la que crea el órganoó el órgano la función?
De cualquier modo, hay mucho que agradecerá los que así arriesgan su dinero enel órgano, anticipándose á la función.
El viajero de raza no retrocede ante lasincomodidades; pero el viajero de raza espoco productivo; suele viajar á pie y sindinero. Al viajerosnob, que es el más provechoso,hay que atraerle con mucho mimoy cultivarle con todo regalo. Una catedralgótica, las ruinas de un castillo son admirablesdespués de una buena comida en unbuen hotel. Tan admirables, que algún viajeroque sólo venía por admirar la catedraló las ruinas, deja de visitarlas por elgusto de volver á un hotel donde tan biense come. Porque si es verdad que un cuadrode Velázquez compensa de una malafonda, también es verdad que una buenafonda compensa de no ver el cuadro.
A los que se inquietan por mis obras futuras,á los que suponen mi entrada en laAcademia como una abdicación de mi independencia,puedo asegurarles que no reniegode una sola de mis obras ni renegarénunca; ellas son toda mi vida, y unas mejores,otras peores, todas responden á unestado espiritual. Ni de las culpas ni de loserrores debe renegarse cuando no se ha perdidoen ellos nuestra conciencia, antes noshan servido de provechosa enseñanza.
Nuestra vida no se gobierna por ideas,sino por sentimientos. Nadie se asimila lasideas que no apetece, como nadie se alimentade lo que no le gusta, salvo en casode necesidad extrema. Por fortuna, yo nome he visto precisado á comer de ideasque me repugnaran. Es aventurado jurarsobre nuestro estómago mucho más que ju[162]rarsobre nuestra conciencia; pero me creocapaz de haberme dejado morir de hambre.Mas, si alguna vez me hubiera vistoen esa extremidad, como el miserable boticariodeRomeo y Julieta, hubiera dicho:«Mi necesidad es la que delinque; no miconciencia.»
De que son las ideas las que se colorande nuestros sentimientos, es buena pruebala idea religiosa. Ninguna parece más fija,más determinada; parece que á todos loscreyentes había de unificar en una mismaacción, encaminada al mismo fin; no obstante,unos prefieren la vida contemplativa;otros, se consagran á obras de caridadcon fervor activísimo; otros, á la propagandabatalladora; todos creen seguir unaidea, y lo que siguen es las naturales inclinacionesde su corazón. Lo mismo en Arte;si por ideas escribiéramos, diríamos siemprelo mismo y diríamos una misma tonteríasiempre. Que nuestro arte sea espontáneo,como juego de niños, expresión devida y de fuerza y de natural esparcimiento;después, nuestro arte, como los juegostambién, irá ordenándose con cierto ritmo,[163]y lo que fué primero actividad será luegobelleza y al fin será bondad.
¿No habrá sido así la creación, comouna obra de arte, como un juego de niños;expresión de una fuerza que, por ser fuerza,es bella y por ser bella es al fin buena?Actividad, Inteligencia, Bienaventuranza:el «Tamas», «Rajas» y «Gattva» de la Teosofíaindia, en que Dios dice al hombre:«Tú eres yo mismo, mi imagen y mi sombra;yo me he revestido de ti y tú eres mivehículo, hasta el día ¡sea con nosotros! enque volverás á ser yo mismo y los demástú mismo y yo.»
De donde se deduce que en la vida universal,como en la vida de cada uno de nosotros,todo es armonía y no hay para quémaldecir de las disonancias.
Sería falsa modestia hacerme el desentendido.Amigos cariñosos pretenden obsequiarmey, con el mejor deseo, acaso noaciertan con el obsequio de mi gusto. ¿Queréissaber lo que más pudiera satisfacer[164]me?Nada de banquetes, nada de exhibiciones;podéis suponer que por grande quefuera mi vanidad personal, estaría ya biensatisfecha.
Empieza el invierno; hay una obra meritoriaque no consigue prosperar, en luchacon la indiferencia: la obra del DesayunoEscolar. Yo os agradecería con toda mialma que ese fuera el obsequio: contribuirá ella en lo que habíais de contribuir á obsequiarmeen otra forma. A todos nos quedaríamejor recuerdo; la buena obra delDesayuno Escolar, atendida, será el mejorobsequio para mí y un obsequio más duraderoen el corazón de todos los que nosunamos en el amor á los niños.
Si me creéis capaz de una gran vanidad,permitidme que me envanezca de estemodo; si me estimáis lo bastante para creerque llevo más alto el corazón que la inteligencia,ya que por amigos os estimo másque por admiradores, sea el obsequio decorazón á corazón. Así el día que me sientavanidoso, podré decir: «¡Gracias á mitalento, he procurado el desayuno á muchospobres niños!» Y el día que me sien[165]tamodesto, por lo menos tendré el consuelode pensar: «¡Yo no tendré mucho talento;pero los pobres niños de las escuelastienen su buen desayuno en las mañanasdel invierno!»
De suerte que ya lo sabéis: con este obsequiono me obsequiais para un día solo,que sería de vanidad; me obsequiais paramuchos días: unos, de vanidad; otros, demodestia, que allá se van alternados, comolos días tristes y los alegres; pero todosson buenos cuando sobre su variable temperanzaponemos algo que esté sobre nosotrosmismos, sobre nuestras arrogancias ónuestros desalientos.
Siento molestar á mis lectores con asuntoreferente en parte á mi persona, aunque,por tratarse de una obra buena, tenga yamás alto interés para todos. Pero debo satisfaccióná cuantos han respondido generosos,y es justo que responda la gratituden donde mismo se elevó el ruego.
De todas partes llegan á mí ofrecimientosen favor del «Desayuno Escolar» y tambiénimportantes donativos. Gracias á todos. ARosario Pino, la insigne actriz, que ofreceel producto íntegro de la función inauguralde su temporada en Valladolid. Y, eneste caso, yo me atrevo á solicitar de RosarioPino que la mitad del ingreso se destineá La Gota de Leche, institución fundada enValladolid. Del mismo modo, cuantos beneficiosse den en teatros de provincias debenrepartirse entre la institución madrileñay alguna que, con el mismo fin de pro[168]teccióná la infancia, exista en la provincia.
La empresa del teatro Español y, al frentede ella, Matilde Moreno, la gran artistade todas las delicadezas, se apresuraba áceder el ingreso de otra función que hasido aplazada á ruegos de la Comisión organizadorade estos beneficios.
El Círculo de Bellas Artes me anuncia encarta de su presidente, don Alberto Aguilera,que destina la cantidad de 1.000 pesetaspara el «Desayuno escolar».
El primer actor don Luis Echaide me haentregado la cantidad de 500 pesetas, importetotal de su sueldo durante los días enque ha actuado en el teatro Español. LuisEchaide no quería cobrar dichas funcionesy sólo ha aceptado el cobro con la idea deofrecerme esa cantidad.
En carta que firma «Un admirador» meenvían 25 pesetas; don Santiago Aragón,otras 25; el señor Gazul, de Llerena, otras25; el señor Sabito, de Infiesto, 7,50. Muchasgracias á todos.
Ahora yo suplico á los que me anuncianel envío de otros donativos y á los que mepreguntan á quién han de enviarlos, espe[169]renpor unos días hasta que pueda organizarseconvenientemente. Yo tengo sobradasocupaciones para entender en esto.
Muchas son también las solicitudes paraque se atienda á otras instituciones benéficas,todas muy laudables y muy dignasde ser atendidas; pero como atender á todases imposible, preferible es atender áuna sola con resultado.
Una hay, sin embargo, que yo creía identificadacon el «Desayuno escolar», y aunqueno sea una misma en la organización,identificada está en el propósito. Es la instituciónde las Cantinas Escolares. Comotodo hace esperar que la recaudación ha deser importante, bien puede repartirse elingreso entre las dos benéficas instituciones,ya que las dos realizan la misma buenaobra y mal puede haber división ni rivalidadentre ellas. De todas suertes, como elofrecimiento primero fué al «Desayuno escolar»,no he de ser yo quien decida; apeloá la generosidad de los señores organizadoresde esta última institución, y creo queno apelaré en vano.
Entre los acuerdos de la Comisión reunidapara festejarme hay uno con el queno puedo estar conforme, y perdone la respetableComisión. Todo cuanto redundeen beneficio de los pobres niños me parecede perlas, aunque sea á costa de mi exhibiciónpersonal. Pero la idea de erigirme unmonumento, por sencilla que sea, tendrásiempre mi oposición más decidida. Soyenemigo de esos homenajes en vida, muchomás si la vida, por desgracia ó por dicha,aun no toca á su acabamiento. Yo no sé sihabré ya escrito mis mejores obras; perosé que aun puedo escribir las peores. Esoshomenajes esculturales que, por serlo, tienenalgo de funerarios, sólo pueden discernirloscon serenidad las generaciones futuras.¿Qué sabemos lo que pensarán losque vengan de nuestras obras? Pesa muchaliteratura sobre la Humanidad y decada vez se impondrá una selección másdepurada.
Necesitan estos monumentos, además,para su contemplación gentes desapasionadas;pero mientras vivimos entre amigos yentre enemigos personales, ¿quién sabrá[171]decirnos dónde acaba la pasión y dóndeempieza el conocimiento?
No, por Dios; nada de monumentos:todo para los niños pobres.
Y otra vez pido perdón á mis lectores porhaberles hablado de mí; vaya en gracia dela intención.
Aquellas guerras de los cien años, de lostreinta años, tan molestas para los estudiantesde Historia Universal, ya no seríanposibles. Las guerras de ahora tienen laventaja de la brevedad. Mueren en ellasmás hombres que en las antiguas; peromueren más pronto. Puede ponderarse sucorta duración con las mismas expresivasfrases de cierto predicador, al considerar larapidez de los deleites carnales: ¿Por quéos condenáis, hermanos? Si fuera asuntode una hora... ¿Qué digo de una hora? Sifuera asunto de cinco minutos... Pero, no;¡zás, zás, zás, y ya estáis en el infierno!
Por fortuna, las guerras modernas son unlujo muy costoso. Lo único barato en ellas,por eso es lo único que puede derrocharse,es el factor hombre. Un soldado, con su racióny todo, vale bastante menos que los cartuchospor él disparados.
[174]Esta baratura del factor hombre es consecuenciadel poco coste de producción.
En esta guerra de los Balkanes se hadado el mismo edificante espectáculo quesolían dar en otros tiempos algunos príncipescristianos aliándose con el Gran Turcopor enemistad con otros príncipes cristianos.Mal disimuladas, por el buen parecer,las simpatías de la culta y cristianaEuropa estaban, en esta guerra, del ladoturco. No quiero pensar mal; pero sospechoque hasta oraciones, en templos muycatólicos, se han elevado al cielo en favorde las armas mahometanas.
Los turcos tenían su deuda muy bien repartida.Los otros desgraciados, por no tener,no tenían ni acreedores. ¿Qué interéspodían inspirar á nadie?
Todavía, después de las victorias conseguidas,han de esperar á que las grandespotencias las den por buenas; porque losturcos habrán perdido muchas batallas,pero ¡pensar que Europa va á perder su dinero!
Como que no hay quien mire por unocomo los acreedores. Por patriotismo, de[175]bieraprocurar el Gobierno español, al levantarel anunciado empréstito de 300 millones,que se cubriera en el extranjero; deese modo, tal vez en situaciones apuradascontaríamos con la simpatía y el interés deotras naciones fuertes; interés y simpatíaque nos faltaron en momentos muy críticos,quizás porque no estábamos bastanteentrampados con el extranjero.
Todo el arte de la guerra moderna estáen enzarzarse, no con quien pueda menosque nosotros, sino con quien deba menos.
Tan vulgar tópico era el de la alegría españolaque, por extremosa reacción, hansido muchos los escritores á rectificarle conla contraria afirmación de nuestra tristeza.Yo no sé si seremos alegres; pero tristes,de ningún modo. El pueblo español no esun pueblo triste; es un pueblo duro, que noes lo mismo.
De que no somos tristes es buena pruebanuestro modo de celebrar la conmemoraciónde los difuntos. ¿Puede darse menos emo[176]ción,menos recogimiento espiritual, menosternura, en una palabra?
La gente pasea por los cementerios comopor un jardín; ríe y bromea y comenta conchistes los epitafios. Esto no puede llamarsealegría, ni siquiera desprecio á la muerte,por fe religiosa ó por elevado estoicismofilosófico; esto es, sencillamente, dureza;esa dureza agresiva que está en la entrañade la vida española. En el hogar, en la vidapública, en el Arte. Por eso hemos sidosiempre tan retóricos; por eso tenemos tantasfórmulas de cortesía y de cumplimientos.¡Nuestra naturalidad es tan áspera!
La fiesta de los muertos debiera serlo degratitud para los muertos gloriosos, paralos buenos muertos... Y el amor acude á lassepulturas en el primer año, la vanidadhasta cinco; mas la verdadera piedad delrecuerdo no tiene flores para los poetas, nipara los héroes, ni para los humildes...¡Allá nos esperen por muchos años!, dicenlos que viven á gusto. ¡Están muy ricamente!,dicen los que viven desesperados. Yasí, entre el egoísmo satisfecho de los unosy el egoísmo desesperado de los otros, los[177]vivos van á la muerte, los muertos al olvido,y la vida española es muy alegre, sialegría es que nada importe, y muy triste,si tristeza es no amar la vida, en verdad, nialegre ni triste; dura como el odio: la únicapasión sin risas y sin lágrimas.
Don Juan Tenorio, casi desterrado de Madrid,ha encontrado espléndido refugio enBarcelona. En quince teatros, lo menos, seha representado allí en estos días.
Si no supiéramos que en Barcelona hatriunfado también durante muchos años, yaun sostiene muy bien su cartel, el señorLerroux, que es el Don Juan Tenorio de lapolítica española, por lo seductor, por loaudaz y por lo de bajar á las cabañas y lode subir á los palacios—presidenciales, seentiende,—pudiera creerse que la predileccióndel público de Barcelona por héroe tannacional como Don Juan Tenorio tenía muchode ensañamiento despectivo: ¡Vean elpersonaje que nos mandan esos castellanos!
Pero no; no hay segunda ni pérfida in[178]tención.El público de Barcelona se entusiasmacon nuestro Don Juan, como ya nonos entusiasmamos nosotros. ¡Señales delos tiempos!
Váyase por el proyecto de mancomunidades,que tiene en Madrid más decididospartidarios que en Barcelona.
En la sesión dedicada por el Ateneo deMadrid á la gloriosa memoria de Menéndezy Pelayo, al oir algunos fragmentos desus obras, sabiamente glosados por el señorBonilla San Martín en su magistral estudiode las obras y del espíritu del gran donMarcelino; al sentir cómo la prosa cálida,vibrante, toda emoción, toda elocuencia,del insigne polígrafo conmovía hondamenteal auditorio, pensaba yo cómo se debieraen España, á imitación de Francia y de Inglaterra,sobre todo, publicar selecciones delas obras maestras; medio eficacísimo paravulgarizar el conocimiento de muchos escritoresque, como Menéndez y Pelayo, por nohaber escrito siempre obras de un interésgeneral, sólo consiguen ser leídos por losespecialistas interesados en aquellas materias.
Dije en otra ocasión que Menéndez y Pe[180]layoera más admirado que leído. Y no hayque espantarse por ello. Hay dos clases delectores: los estudiosos, atentos con preferenciaá las obras que pueden servirles ensus investigaciones especiales, y los desocupados,atentos sólo á la amenidad de loslibros; lectores de novelas, de poesías, decuentos.
La obra total de Menéndez y Pelayo, cadauna de sus obras en particular, aunque nadiecomo él, por ser tan artista y tan poetay tan creador, supo dar amenidad y calorde vida á la crítica erudición, todavía mantieneá respetuosa distancia á los que muyespecialmente no se interesan por la críticay la historia literarias.
Una esmerada selección de sus obras, ásemejanza de las muchas publicadas en Inglaterra,de Ruskin, de Carlyle, de otrosgrandes escritores, facilitaría la lectura delo bueno á los asustadizos de lo mucho.
En España no sabemos ser oportunistas;siempre por los extremos: ó todo ó nada.
¿No convendría refundir, aligerar muchasde nuestras obras clásicas? ¿Es preferibleque permanezcan ignoradas del[181]todo? Ya sé que sus admiradores incondicionales,muchos de los cuales las admirande oídas, no dejarían de clamar: ¡Profanación!¡Sacrilegio!
Profanación sería recortar, borrar y repintaruna pintura de Velázquez ó de Goya,pues los cuadros sólo tienen un ejemplar.Pero una obra literaria no padece detrimentopor estas experiencias. Siempre quedael original para los que quieran admirarlay estudiarla en su integridad.
Quevedo, Gracián, Saavedra Fajardo,otros grandes escritores, hoy tan poco leídos;La Celestina,Guzmán de Alfarache,otras muchas excelentes novelas, ¿perderíanalgo con estas selecciones?
De Inglaterra nos llegan todos los díaslibros pequeños, libros amables, lindoscomo juguetes, con pensamientos y trozosescogidos de los grandes poetas y escritores.Para quien de ellos sabe, son un recuerdo,una flor del jardín, una rama del bosque;para el que nada sabía, son una iniciación,tal vez la puerta de oro que se abre al jardínencantado.
Pongamos estos libros ligeros en las ma[182]nosperezosas, ante los ojos distraídos delas almas frívolas, que vayan perdiéndolesel miedo... El libro español trae siempreun severo ceño de maestro; es preciso alegrarlecon la sonrisa del buen amigo.
Por fin, el señor jefe superior de Policía,tan riguroso cumplidor de la ley de proteccióná la infancia, cuando de espectáculosteatrales se trataba, se ha convencido de quelo menos perjudicial, el trabajo menos penosopara un niño es el de representar uncorto papel en el teatro.
Era ridícula esa severidad en el trabajode los niños en el teatro, cuando á todashoras del día y de la noche andan infelicescriaturas tiradas como perros por esas calles;cuando niños de cuatro y de cincoaños vocean periódicos á las altas horas dela madrugada; cuando hay vendedoras deperiódicos y décimos de lotería, menores deedad, que, como los horteras complacientes,siempre le preguntan al comprador:¿Desea usted algo más? No hablemos de[183]los botones y recaderos de Círculos y hotelesque, por razón de su oficio, muy semejante,en ocasiones, al que Cervantes teníapor muy necesario en toda república bienordenada, han de enterarse y entender detodo.
Y ya que de niños hablamos, á las muchaspersonas que á mí se dirigen, interesadasen la buena obra del «Desayuno escolar»y de las Cantinas, les diré, que, nombradauna Comisión, ella es la que ha dedisponer lo más conveniente.
A mí estas andanzas, por ahora, no mehan traído más que disgustos y molestias.A disposición de la Comisión está lo recaudadopor mí; y en cuanto á la nube depedigüeños que de continuo me envía solicitudesy memoriales, ha de saber que elcargo de académico no tiene asignadas rentasni sueldos; que agradezco mucho laspostales alegóricas, mesas revueltas, platospintados y otras chucherías, como todaprueba de admiración, siempre que sea,por lo menos, gratuita. Sí, por Dios. «¡Bastade aplausos ya, bravos pecheros!»
Un crimen es un caso de una enfermedadsocial, que puede ser endémica ó epidémica.Por eso todo crimen debe ser asunto de meditación,de recogimiento de nuestra conciencia.No caigan todo el horror y toda laculpa sobre elcaso, tan irresponsable comoel palúdico que en su organismo debilitadorecogió los miasmas perniciosos, inofensivospara el fuerte.
¿El anarquista? Si le consideráis como unhombre de ideas,sus ideas, ya le enaltecéisdemasiado y al mismo tiempo eludísvuestra responsabilidad. El anarquista vieneá ser lo que en Teosofía llamamos una formade pensamiento, un elemental artificial,producto de esa misteriosa energía animadapor nuestros pensamientos, buenos ó malos,de amor ó de odio.
¿Sabéis de qué está hecho un anarquista?Del espectáculo del lujo insolente, de la[186]ociosidad parasitaria, de la envidia que calumniay murmura, de la intriga y del favorencumbrados, del mérito desconocido,de la justicia recomendada, y, sobre todoesto, de mil ligerezas que consideramos insignificantes:amenidades, pasatiempos dela vida diaria...
El orador que, por redondear un discursocon una frase de efecto, preconiza el atentadopersonal contra el enemigo político áquien después saluda respetuoso, á quienpor sí mismo ó por tercera persona, pediráalgún favor, á quien estima personalmente,á quien sería incapaz de ocasionar el menordaño.
El escritor—y entremos todos—malabaristade frases que desmiente en privado loque escribió en público, y esas graciosascharlas que desgranamos en los Círculos,en los cafés, y esas indignaciones que no lleganá perturbar nuestra digestión... ¡Quépaís este! ¡Los políticos! ¡El chanchullo!¡El negocio sucio! ¿Sabe usted por qué seha hecho esto? ¡Todos lo mismo!...
Y todo ello, un día y otro, va condensándoseen una forma de pensamiento, en ese[187]elemental artificial, ávido de tomar vida ycuerpo, y, al fin, como espíritu diabólico enlos antiguos posesos, se entra por el cerebrodébil del mastoide, ya perturbado con pobreslecturas, se adueña de él y le deslumbracon la idea fija de ser el reparador, eljusticiero. Una idea fija siempre parece unagran idea, no por ser grande, sino porquellena todo un cerebro. Y el brazo se arma,y el crimen, como el rayo, hiere brutalmente,sin elección, sin descernimiento... Unzarpazo de fiera desgarra una página de laHistoria. Los más inconscientes culpan alcriminal, los más cándidos á la Policía, losmás solapados aprovechan la ocasión paraculpar al enemigo, para pedir represión violenta,prevenciones extremadas. Todo sevuelve aspavientos sobre elcaso. No es elcaso, es la enfermedad, endémica ó epidémica,lo que importa.
Hagamos escrupuloso examen de concienciasocial, y todos tendremos de qué acusarnos.¿Quién no ha sembrado un granitode anarquismo? ¿Quién no ha perturbadocon algún pensamiento de odio?
¡Hay que reprimir, hay que escarmentar,[188]hay que suprimir! Ya se sabe: al energúmenosiempre responde el energúmeno.
No; no es por el campo exterior por dondehay que dar la batida; intrinquémonosdentro de nosotros mismos, y será más seguracaza y más acertado remedio.
Cuando ocurre un caso de enfermedadcontagiosa—y ninguna tan contagiosa comoel crimen,—desinfectar la vivienda es muyimportante, por lo pronto; pero es más importantesanear toda la ciudad, todo el ambiente.
La sesión del Congreso suspendida en señalde duelo por la muerte del presidentedel Consejo, fué de tan glacial severidad,que no parecía sino que la mano trágica delaIntrusa atenazaba todos los corazones.Aquello fué hielito puro. Dícese que losgrandes dolores son mudos y que el verdaderosentimiento nunca es retórico. No locreo yo así; antes creo que el dolor, comotodo sentimiento verdadero, son los másgrandes retóricos; que no fué la retórica la[189]que dió reglas al sentimiento, sino el sentimientoá la retórica.
Y la verdad es que un poco de retórica nohubiera sentado mal en aquellos momentos.Se abomina, sin razón, de la retórica, y talvez creyóse dar más solemnidad al acto conaquel laconismo sin arte y sin artificio.
Pero aquella elegante concisión, aquellanoble sobriedad, no fueron apreciadas entoda su delicadeza ni por los diputados enel Congreso, ni por el público después.
El alma de la multitud es amplia y, comoen los amplios lugares, se pierden en ella losmatices delicados; necesita de frases sonoras,calurosas, vibrantes. Sin duda los oradoreslloraban de verdad en aquellos momentos;pero el público no pudo apreciar elvalor de aquellas lágrimas sin palabras...
Y es que el Arte será una mentira, peroes insustituíble para comunicar verdades.
El decreto para organización de la Policíaha promovido discusiones. La Policía es unode los organismos sociales más difíciles deacomodar á gusto de todos. Si pretende serprevisora, es casi imposible que lo sea sinprofanar á cada paso las libertades públicasy hasta el sagrado de la vida privada.Las indagaciones secretas, los informes privados,las fichas; en una palabra, todo loque viene á ser higiene en la Policía es antipáticoá los ciudadanos. Sin perjuicio decensurarla airadamente y de pedirle estrechacuenta de la imprevisión, cuando no hapodido evitar un delito, por falta, muchasveces, de esa higiene preventiva y molesta.
¿Cómo conciliarlo todo? Llamamos inquisitorialá la Policía si se excede en susprevisiones, y la censuramos por inepta sino es capaz de impedir un delito ó, si cometido,no lo descubre y esclarece en todossus pormenores.
Sobre la Policía pesa una triste tradiciónen nuestro país, desde los alguaciles siniestrosde nuestras novelas picarescas y suscuadrilleros pavorosos hasta el polizonte delabsolutismo y el guindilla de nuestras jaranaspopulares. No se dignifica una instituciónen un día. ¿Qué es preciso para ello?Que nadie considere vergonzosa la profesiónde policía, que nadie se desdore por ser auxiliarsuyo.
Indicado el nombre de un distinguidopersonaje político para la Jefatura de Policía,¿no hemos leído la rectificación desabrida,como de quien rechaza una injuria?Pues es preciso que la Policía llegue á serestimada como profesión noble.
Para ser un buen jefe de Policía son necesariascondiciones superiores de inteligencia.Hay que ser hombre de mundo, antetodo, y no de un solo mundo. Hay que sergran psicólogo, para saber tratar las leyescomo á las mujeres; esto es: lo mismocuando se las atropella que cuando se lasrespeta, parezca siempre que es por amarlas,sobre todo.
En nombre del amor están justificados to[193]doslos atropellos. Un buen jefe de Policíadebe poseer con las leyes el supremo arteen que fué maestro Don Juan Tenorio conlas mujeres: el de violador que enamora;al que, cuando atropella, se le dice: ¡Gracias!
En París se ha conmemorado el trescientoscincuenta aniversario del natalicio deLope de Vega. En un teatro de los llamadosallí «à coté» se ha representado, precedidode una interesante conferencia, un acto deLa estrella de Sevilla, otro deEl mejor alcalde,el rey, unas escenas deLa Dorotea,no representadas nunca, ni en España, decíael cartel, y unas escenas deEl castigosin venganza. Todo ello traducido con ciertalibertad, pero muy lindamente.
Aquí se ha representado por estos díasElanzuelo de Fenisa, una de las más primorosascomedias de Lope de Vega. Ya sabemosque estas obras antiguas, nunca viejas, nopueden despertar hoy la viva emoción decualquier obra moderna. El teatro, como la[194]oratoria, como el periodismo, vive de lo actualy su mayor gracia es lo efímero; comoen la flor, como en la mariposa. Son contadoslos genios poderosos que en la oratoria,en el teatro ó en el periodismo lograron«eternizar el instante».
Pero causa tristeza la displicente actitudde nuestro público ante esas obras. Ello revelauna incultura, un alejamiento de nuestrahistoria, una incapacidad de ponerse ensituación, todo ello á base de ignorancia,que mal pretende disfrazarse de sabiduría,echándolo á elegante escepticismo.
Dentro de poco nuestro teatro clásico seráletra muerta. Y lo malo es que no lo habremossustituído en nuestra admiración conel teatro de Ibsen ni con el de Mæterlink.
El doctor Moliner anda por Madrid enbusca de... cien millones de pesetas, nadamenos. El doctor Moliner no es hombrepara desistir de su propósito. Esos cien millonesson su idea fija. Tener en España unaidea fija, constituirse en incansable propa[195]gandistade ella, sacrificar comodidades, posiciónsocial, por esa idea, es sentar plazade loco ó, por lo menos, de monomaníaco.
Las ideas son bonitas para exponerlas undía en un brillante discurso, en un artículovibrante, en una crónica de actualidad;pero ¡por Dios!, no conviene insistir sobreellas...
A mí me advirtieron: Ya verá usted; eldoctor Moliner le irá á ver á usted, le hablaráá usted de sus cosas, le dará á ustedla lata; no sabe hablar de otra cosa.
Y el doctor Moliner vino á verme y le oícon admiración, y volví á oírle en la conferenciaque dió en el Ateneo sobre lo mismo;conferencia, por cierto, que no ha merecidouna noticia en muchos periódicos, yel doctor Moliner tendrá en mí otro incansablepropagandista de su locura, de su lata,como quieran llamarla.
Esa locura, esa lata, es pedir al Gobiernocien millones de pesetas para Sanatoriosmarítimos, para colonias escolares, para escuelashigiénicas... Es un presupuesto quepudiéramos llamar de la salud, de la vida.¡Ya veis si la cosa es disparatada! Las So[196]ciedadesobreras de Valencia lo piden enrespetuoso mensaje, de que es portador eldoctor Moliner.
Las Sociedades obreras de Madrid, la Casadel Pueblo, no se han dignado tomarlo enconsideración.
Manifiesta señal de la funesta orientaciónrevolucionaria de esas Sociedades.
No quieren tener que agradecer nada paraconservar en toda su plenitud el derecho ála queja; opinan como el sabio, en la comediade Calderón, que:
Ya lo dicen en carta dirigida al doctor Moliner:«Todo eso no es más que un calmante...»
Lo quieren todo ó nada. ¿Todo? Y ¿quées todo en la vida? ¿Qué es todo si no es unpoco cada día, un paso en el camino de laperfección? ¿Serían ellos capaces de revolucionarsu mundo interior en un día? ¡Yde lo que no son capaces en su espíritu, secreen capaces con el mundo entero!
Por lo mismo que así desvarían, hay que[197]darles eso que ellas llaman calmante, á pesarsuyo, contra su voluntad; voluntad queni siquiera interpreta la voluntad de todos,como lo muestra ese mensaje de las Sociedadesobreras de Valencia.
El Gobierno del señor conde de Romanonespuede hallar el mejor programa de supolítica en ese «calmante», en ese presupuestode salud, de vida.
En el número deEl Libro Popular, correspondienteal 5 de Diciembre, en un artículotitulado «El príncipe de los dramaturgos»,referente al autor francés M. Curel, escribedon Enrique Gómez Carrillo lo que textualmentecopio:
—¡Curel!—os oigo murmurar—¿quién es Curel?...En castellano nunca hemos visto ninguna desus obras.
Con su nombre no, efectivamente. Pero hay unacomedia suya que fué traducida por Benavente yque obtiene desde hace diez años el más grandede los éxitos en España y en América. Me refiero al«Repas du lion», que en nuestra lengua se titula«La comida de las fieras».
—Pero—vais, sin duda, á decirme con justa malicia—¿porqué esta pieza figura como original entrelas obras de Benavente?
—Sin duda por razones de empresa—os contestaré,repitiendo una frase del mismo dramaturgomadrileño.
Una comedia que se da como traducida, no tienenunca, para las compañías, la misma importanciaque una comedia nueva.
En todo caso, si el autor de «Los intereses creados»,que es, ante todo, un hombre de honor, seapropia la paternidad del «Repas du lion», no poreso deja de entregarle los derechos que le correspondenal verdadero autor. En las cuentas que laSociedad de Autores, de Madrid, manda cada trimestreá la Société des Auteurs, de París, los productosde «La comida de las fieras» figuran siempreen el haber de Curel. Entre gente del oficioesto no es un secreto para nadie. El gran JoaquínDicenta, que tan admirablemente ha presidido elSindicato de los comediógrafos madrileños durantealgunos años, da testimonio de que en cuanto los«auteurs» parisinos reclamaron en nombre de unode sus asociados la paternidad de la obra castellana,Jacinto Benavente fué el primero en reconocerque su «Comida de las fieras» no era, en efecto,sino un arreglo del francés.
Cuando un escritor de seriedad y respetabilidadcomo don Enrique Gómez Carrilloasienta con tal aplomo semejantes afirmaciones,algo debe haber de verdad enellas. Veamos. ¿Será verdad queLa comidade las fieras no es sino traducción ó arreglode la obra de CurelLe repas du lion?Por unas cinco ó seis pesetas que costaránlos ejemplares de las dos obras puede cualquierasalir de dudas. Ni por el asunto, nipor la idea, ni por los personajes, hay el[201]menor parecido entre una y otra. Hasta laaparente similitud del título es una grandiferencia.Le repas du lion—basta haberleído las fábulas—es, como todos saben, laparte del león.La comida de las fieras es...el domador, según mi obra, basada, comorecuerdan cuantos la han visto ó leído, enescenas muy madrileñas y de actualidadcuando la obra se estrenó. Pasemos.
¿Será verdad que don Joaquín Dicenta,como presidente de la Sociedad de AutoresEspañoles, aseguró á don Enrique GómezCarrillo que los derechos deLa comida delas fieras eran enviados á la Sociedad deAutores Franceses?
Don Joaquín Dicenta tiene la palabra;entre tanto, don Miguel Ramos Carrión, actualpresidente de la Sociedad, me escribela siguiente carta:
Mi querido amigo: La Sociedad de Autores Españolesno envía ni ha enviado nunca á la de AutoresFranceses parte, grande ni pequeña, de losderechos de representación correspondientes á lasobras de usted, porque, para hacerlo, no hay ningunaorden.
Claro es que á usted le consta; pero, por complacerleen lo que desea, así lo declaro oficialmente.
Sirva, pues, para quien, sin fundamento, afirmalo contrario. Siempre de usted compañero y padrinoliterario,
Miguel Ramos Carrión
Todo esto aparte, mal podría M. Curelcobrar esos trimestres, de que el señor donEnrique Gómez Carrillo está tan al tanto,cuandoLa comida de las fieras no se ha representadoen España ni en América desdehace once ó doce años. Como se ve, á pesarde mi buen deseo, no puede hallarse elfondo de verdad que yo deseaba en las afirmacionesde don Enrique Gómez Carrillo.
¿Ha sido ligereza? Para ligereza, es demasiado.¿Ha sido mala intención? Paramala intención, es poco. ¿Ha sido ironía?Para ironía faltaba el fundamento de queLa comida de las fieras fuera, en efecto,algo parecido áLe repas du lion. ¿Ha sidouna broma literaria? Como broma sí hubieratenido gracia... allá en la juventud dedon Enrique Gómez Carrillo.
Contra la opinión de muchos, yo creo quesólo ha habido ligereza por parte de donEnrique Gómez Carrillo, y espero que seapresurará á rectificarla.
[203]Don Enrique Gómez Carrillo, por su historialiteraria, por su significación, no estáen el caso de que se le confunda con unode esos jovenzuelos cronistas que sueltandos ó tres impertinencias, para llamar laatención, en cualquier periódico de ventura.
Y conste que el menos molestado con «laligereza» he sido yo. En esta semana la actualidadera hablar, en pro ó en contra, dela Prensa. Don Enrique Gómez Carrillo meha dado asunto para no verme obligado áopinar; asunto y argumento. Muchas gracias.
A cada año nuevo acude, con todo el valorde una gran verdad filosófica, la reflexiónque, en otras ocasiones, no es más deun tópico adecuado á tertulias caseras:¡Cómo pasa el tiempo!
Parece que fué ayer cuando estrenábamossiglo, y ya nos andamos por su año 13.¡Pavoroso número para los agoreros!
Por lo pronto, aparte la guerra de los Balkanes,ineludible legado de su antecesor,para nosotros ha comenzado con su poquitode perturbación política y, lo que es másgrave, con la amenaza de una carestía generalde los comestibles si no sacamos prontoen rogativa á unas cuantas imágenes desingular devoción.
A este respecto, sería muy de agradecerla buena intención del ilustre jefe del partidoconservador si, al retirarse de la vidapública, hubiera pensado: «Después de mí,[206]el diluvio». Hoy por hoy, un diluvio es lomás necesario sobre esta tierra nuestra,siempre combatida por los extremos: ó sequíahasta perecer, ó inundaciones y desbordamientoshasta la ruina.
Por una vez, llovería á gusto de todos;conformidad tan dificultosa de obtener ennegocios del cielo y de la tierra.
En la noche primera del año una multitudalborozada, más que un nuevo año, parecíaestrenar una vida nueva. ¡A la flor deilusión le basta con tan poco para prenderde nuevo en nuestras almas! Una fecha delcalendario es suficiente. A las once y media,nada esperamos de la vida; al sonar delas doce, lo esperamos todo de un año nuevo.Doce uvas nos bastan para embriagarnosde ilusiones y de esperanzas.
¿Qué nos traerá el año 13? Hasta ahorano trae, como cumple á todo recién nacido,su correspondiente pan debajo del brazo.
La multitud gozosa, que le saludaba alnacer, no pensaba en esto. Ni siquiera pensabaque, con el pan, subirá la carne,y con la carne el precio de los toros delidia.
[207]La multitud, como los niños, es irreflexivaen su alegría.
La moda tiene su significación en Arte.Y tiene su valor el artista que logra imponeruna moda, y más si la moda es naturalexpresión de su espíritu y en él fué originalidady sólo pareció moda al ser después seguiday copiada por los imitadores. Y granvalor tiene también el que, con ajustarse ála moda, logra, no obstante, destacarse entrelos uniformes figurines con fisonomía yaire muy personales.
Pero así como en una reunión de la mejorsociedad, aunque por lo pronto se lleven laatención las mujeres más llamativas en elvestir y en el adorno, las que ponen lamoda, cuando nuestra curiosidad se ha reposadoagradecemos el sencillo atavío dealguna noble dama y en su señorial sencillezaprendemos dónde está la verdaderadistinción, así en Arte, sobre las gracias yfrivolidades llamativas de la moda, acaba[208]mospor volver los ojos á la noble sencillez,que es de todos los tiempos.
Antes de ahora lo he dicho: creo que enningún tiempo hubo en España tantos y tanbuenos poetas como ahora. De ellos, loshay favorecidos por la moda; de ellos, áquien la moda perjudica. De ellos, y ManuelSandoval es el primero, de los que novistieron su poesía con galas á la última, delos que dejaron pasar figurines, seguros deque la moda volvería á ellos, y ellos, aunquealguna vez pudieron desesperarse alverse desairados, nada perdieron con esperar.
De mi cercado es el último libro de versosde Manuel de Sandoval. En los anteriores,Cancionero yMusa castellana, habíadado clara muestra de su valer. Hay en unode ellos una poesía á los primeros pasos desu hija, de las que no se olvidan, de las quedejan esa emoción perdurable que se sumaá las emociones de nuestra propia vida y esel verdadero valor de una obra de Arte.
De mi cercado es la plenitud del poeta.Léase «Pátina»; léase «Recompensa».
Como es esta última poesía la musa cas[209]tiza,de noble prosapia castellana de ManuelSandoval, bien puede decir á los queá ella se lleguen:
Irá para tres años, día más, día menos,que empecé á escribir estas charlas de Sobremesa.Muy agradecido á mis lectores,muy agradecido á la dirección de este periódico,creo que ha llegado, con el añonuevo, ocasión de despedirme por algúntiempo, no sin sentimiento por mi parte;fuera ingratitud, de que soy incapaz.
Renovarse ó morir, ha dicho un excelsopoeta. Ya que uno no pueda renovarse á suvoluntad, bueno es que la propia conciencianos advierta del peligro que hay en sersiempre el mismo, que es el de fatigar álos lectores. A mí me conviene descanso, yá vosotros variedad.
Desde Algeciras.—Algeciras es una minúsculaCosmópolis. Picaresca, linda andaluzade todos festejada, á quien nadie preguntapor su abolengo y de quien nadie indagael origen de su fortuna. Es bonita, sepresenta bien, sabe comportarse en sociedad,y basta.
Su nombre logró resonancia universalen los días de la Conferencia; aquella Conferenciaen que la diplomacia europea dejóarreglado todo... lo que ha sido precisoarreglar después punto por punto.
Tiene dos excelentes hoteles muy á laeuropea, unkursaal muy concurrido, conrecreos honestos; cinematógrafo, un buensexteto. Alguien echará de menos otros recreos,aliciente sabroso de estos lugares. Yono eché nada de menos. Algunos murmuradoresdirán que allí se juega; yo no hevisto jugar.
Las mujeres de Algeciras son muy gua[212]pasy visten con verdadera elegancia. Elmadrileño puede guardar para otro lugary otra ocasión la compasiva sonrisa quetuvo para otras elegancias provincianas.Aquí no hay por qué sonreir.
Frente á Algeciras se alza el Peñón deGibraltar como enormedreadnought anclado.Un lejano atavismo nos mueve á indignacióny á tristeza. Bien será guardar elsentimiento patriótico en lo más amplio denuestra filosofía. De manifestarlo, nos expondríamosá observar en torno esas actitudesy esas caras que podemos advertircuando en una visita cometemos alguna indiscreciónde la que no es posible avisarnosen voz alta sin cometer otra más grave.
Algeciras, La Línea, San Roque, toda lacomarca debe mucho á la vecindad del Peñón.Corren aires de Europa. Tal vez sepiensa si no sería más conveniente que razasy pueblos estuvieran así salpicados, entremezclados,por pequeñas agrupaciones,sin la gran división de extensos territoriosy señaladas fronteras. Quizás la fraternidaduniversal sería ya efectiva.
Desde Ceuta.—Estremece pensar que Ceuta,en manos de nuestros Gobiernos, hayasido lo que fué hasta muy poco. Por fortuna,gracias á los conjuros del generalAlfau, se desvaneció la pesadilla. Aun dejóel presidio alguna atmósfera angustiosa:los elementales artificiales de que nos hablala Teosofía. No subsistirán. Ceuta despierta,Ceuta vive y trabaja con fe y con entusiasmo.
Las tropas españolas animan y alegran laciudad de situación privilegiada, de suaveclima, de sanos aires. Soldados y oficialidadson orgullo de todo buen español. Losque hemos visto en ciudades extranjerasmuy guarnecidas, tumultos, indisciplinas,borracheras, y vemos este orden, esta disciplina,esta confraternidad de nuestros soldados,nos atrevemos á decir á nuestros inquietosantimilitaristas: La perfección noes de este mundo; pero, dentro de nuestroestado social, el Ejército es lo mejor que tenemosen España.
En las canteras de Benzú trabajan españolesy moros en las obras del puerto. Unmoro jovenzuelo, de vivo mirar, fino decabos, como una gacela, como un antílope;resplandeciente de señorío sobre el pobrejaique, con esa nobleza de origen, don celestialen todas las razas hijas del Sol. Suvestidura es mísera, no teme al sol ni á laslluvias y lleva, como pudiera llevar un atributode realeza, un gran paraguas, bienarrollada su tela de algodón. Los morosmás pobres tienen predilección por el paraguas.No es utilidad, es lujo. Como el sultánbajo su imperial quitasol, ellos van orgullososcon su paraguas de tres pesetas debajodel brazo. La democracia busca extrañossenderos para llegar á todas partes.
El morito busca trabajo, se conduele—Morono tiene trabajo; busca y no encuentra.—Yel morito sonríe ladino. Yo sé queen las obras del puerto se da trabajo confacilidad. Le digo que no lo buscará conmuchas ganas. De seguro. Será su padrequien le mande. El morito se ríe ya francamente.—Cuandotrabaja, duele cabeza.—Yse tiende sobre unas piedras como sobre un[215]almohadillado diván; me pide un cigarro,lo enciende y ni siquiera se divierte en mirará los que trabajan en derredor; alza losojos y mira á lo alto.
Desde Ceuta á Tetuán va pasando antenuestros ojos todo el escenario de nuestraguerra de Africa. ¿Cómo sobreponerse á laemoción del glorioso recuerdo? La guerrade Africa fué el único redoble épico quesonó á glorias españolas en nuestros días.
Recordamos cuanto oímos referir á nuestrospadres, con el calor de viviente actualidad.La entrada de las tropas victoriosasen Madrid, después de la toma de Tetuán;el entusiasmo delirante del pueblo madrileño;las bizarrías de Prim; la serena inteligenciade O'Donnell. Recordamos elDiariode un testigo de la guerra de Africa, ellibro que prendió en nuestra infancia bélicasllamaradas, resueltas en peleas á pedradas;juegos de moros y cristianos.
¡ElDiario de un testigo, tantas veces leídoen aquella edición de Gaspar y Roig, con[216]sus ingenuos grabados en madera, con susterribles morazos, terror de nuestros sueñosinfantiles!
Ahora, en la realidad, pasan ante nuestrosojos Sierra Bullones, Los Castillejos,con su prestigio de épica leyenda. Ya puedehaber caído sobre nuestro espíritu una avalanchaarrolladora de escepticismo, de criticismoy de cuanto puede pesar sobre el corazóncomo losa sepulcral de entusiasmos,que la losa saltará á latidos del corazónante estos lugares y la oración á la patriase alzará desde muy hondo; más hondoque de nuestro propio corazón: desde el corazónde nuestra madre; como las oracionesá Dios que ella nos enseñaba y surgensiempre cuando, sobre todos los engaños denuestra inteligencia, la verdad del corazónse estremece al golpear de un verdaderosentimiento.
Antes de llegar á Tetuán son bosquecillosde adelfales, frondosos de laurel y floridosde rosa. El mar, muy azul, se festonea de[217]blancura al caer sobre la playa de las conchas;blanca también, más blanca que lasespumas; de albor calizo sus arenas.
Después, al fin, Tetuán, más blanco todavía;sus caseríos, como terrones de azúcar,extendidos aquí, allá apilados. Comoirisación de tanta blancura deslumbradora,los alminares de las mezquitas con el esmaltede sus mosaicos multicolores.
Un aura de encanto, de misterio sagrado,envuelve á la ciudad de las cincuenta mezquitasy los innumerables morabitos. Yotengo que recordar algunas ciudades españolaspara no asustarme.
Al entrar por la Puerta de Ceuta el encantoqueda roto. Parece imposible que todaaquella blancura total pueda descomponerseen tantas negras suciedades. Nunca con másrazón puede decirse que la suma no es igualá los sumandos.
El «¿Quién vive?» á las puertas de la ciudadle da un acre olor á tenerías; el olorque os perseguirá siempre, que sentiréis penetrarhasta los huesos, correr por lasvenas.
Figuras y grupos interesantes restablecen[218]pronto la atención desilusionada. Un negroenano, con grandes anillos en las orejas, loqueaen la plaza. Es elGaribaldi de Tetuán.Pasa un aguador, vestido de los más pintorescosharapos que puede imaginarse. Tocasu cabeza con un canastillo de mimbres.Sólo nosotros le miramos sorprendidos. Elni siquiera se sorprende de nuestra extrañeza.
Visitamos al nuevo bajá, recién llegado áTetuán. Es mulato, de arrogante figura ynoble porte. Viste como un moro de romance:de sedas sutiles como gasas, una túnicaazul muy pálido, y sobre ella otra blanca,y sobre todo ello un ropón también blanco ytransparente. Nos ofrece el té á la morisca.Sonríe y se lleva la mano al corazón.
El cónsul me presenta. Tiene una fraseamable, que pudiera envidiar cualquiera denuestros hombres públicos: Las ciencias ylas artes hacen grandes á las naciones.
Las casas de los moros acomodados presentangraciosos contrastes. Patios y salas álo morisco, y, entre todo, lámparas de comedor,procedentes de cualquier bazar europeo;cómodas dignas de la calle de los[219]Estudios, espejos de cafetín, floreros y baratijasde baratillo.
En la casa de un rico moro, sobre una cómodase ostentaban dos floreros de altar entrecandeleros de la misma especie. Parecíadispuesto para las Flores de Mayo ópara una devota novena casera. No falta elálbum de retratos con música y profusiónde relojes sin mérito alguno.
En el patio de un moro poeta, un patiotodo recogimiento, todo poesía, juntoá una fuente de preciosos azulejos veíase unarmario chinero, y, al través de sus cristales,como preciosidades de vitrina, un frascode Odol. ¡Buen reclamo! Otros cachivaches,y... ¡oh, civilización!, verdadero símbolode la penetración pacífica, un instrumento...¿Cómo nombrarlo? Una soberbialavativa, en fin, inglesa, de llave.
Este poeta, famoso entre los suyos, escribióen el álbum de uno de mis acompañantesunos versos en árabe. Traducidos, decíanasí: «Cuántas veces amamos á la ciudad,aunque sepamos que no es la mejor, nisu cielo el más azul, ni buena el agua desus manantiales... Pero ¡es la Patria!»
Yo no sé si el poeta moro escribiría conintención y á la nuestra, estos versos. En sufisonomía inteligente la ancianidad sonreíacon maliciosa resignación.
Señoras y señores:
Si yo creyera que habíais tomado en serioel anuncio de esta, que mal puede llamarseconferencia, ni lección, ni disertación, y noha de ser más que una charla veraniega,apropiada al lugar y al tiempo, no sabríacómo disculparme antes de empezar, nicómo pediros perdón al haber terminado sindeciros cosa de provecho. ¡Ahí es nada! ¡Elarte de escribir! Toda una vida de escritorsólo puede mostrarnos las dificultades deese arte, que ni se aprende ni se enseña, porlo menos con reglas fijas.
Cuentan de un señorón adinerado, que alrecibir en su casa á un glorioso poeta, conesa osadía que da el dinero, le preguntó:«Dígame usted: ¿Es muy difícil ser poe[222]ta?»Y el poeta le contestó sencillamente:«¡Oh, señor! O es muy fácil ó es imposible.»
De todo arte, del arte de escribir, por lotanto, puede asegurarse lo mismo. O es muyfácil ó es imposible.
¿Quiere esto decir que el estudio no sirvade nada, que el arte sea un don ajeno á todoesfuerzo, á toda voluntad; que el verdaderoartista sea inconsciente y en su obra se limiteá ser instrumento, poco menos materialque los materiales, y como dice la Escritura:«La voz sea de Jacob; pero la mano deEsaú»?
Cierto que, sin ser fatalistas, es precisocreer en una predestinación. Basta leer lavida de los grandes hombres de la Humanidad,basta con observar nuestra propia vidapara comprender cómo hay en toda criaturauna predisposición natural que le inclina,sin forzarle, como dicen los teólogos,hacia una dirección espiritual determinada,y cómo hasta los sucesos de nuestra vidaque más parecen apartarnos de nuestro camino,al fin vienen á ser como atajos deventaja, y sin ellos veríamos que algo falta[223]baá nuestra vida y no hubiéramos llegadotan seguros y tan experimentados al derecherocamino de nuestro propósito.
Sin esta inclinación natural, sin esta predestinación,¿comprenderíamos el ejerciciode algunas profesiones necesarias á la soberanaarmonía del mundo? Si por libreelección procediéramos, todos elegiríamoslas profesiones más brillantes.
Ved una orquesta, por ejemplo; todoscomprenderéis que haya quien sea director,hasta violín, lleguemos hasta el clarinete;¡pero el bombo y los platillos!, ¿quien comprendeque puedan tocarse sin una predestinaciónirresistible? Y no obstante, como espreciso que haya bombo y platillos para elperfecto conjunto instrumental, admiremosla sabiduría infinita que no inclinó á todoslos hombres al violín ó la batuta. ¡Y desgraciadoslos pueblos en que todos quierenser directores de orquesta!
Que sobre la natural predisposición es precisoel estudio, ¿quién lo duda? No creáisnunca en eso que llaman inspiración. Hayartistas que prefieren pasar por geniales ápasar por estudiosos. Quieren dar á sus[224]obras la importancia de lo sobrenatural:«Yo no he estudiado nada—afirman;—yono sé cómo escribo, yo no sé cómo pinto...»No lo creáis; son coqueterías de artista. Alguiendijo que el genio era una gran paciencia;yo me atrevería á decir que el genio essiempre el premio de un gran trabajo.
Ahora que, el trabajo del artista, es muchasveces lo más parecido á la holganza.El artista pasea, el artista está tumbado, elartista fuma ó saborea una taza de café; elartista, al parecer, no hace nada. Los queandan como azacanes por la vida en trabajosde actividad material, pasan por delantede él y sonríen despectivos: ¡Que buenavida! El artista, tal vez pudoroso, ¿comoconvencerá al afanado de que aquel su holgares trabajo contra la vulgar opinión?—¿Nose hace nada?—¡Phs! Ya lo ve usted;nada.—Pero en esos aparentes ocios fueronengendradas las grandes obras del espíritu;porque todo es trabajo para el artista, siempreen actividad su conciencia, siempre alatisbo su percepción, siempre vibrantes susnervios... tan vibrantes, que muchas vecessaltan y se quiebran y en vez del bien tem[225]pladoacorde y la dulce armonía, es el desgarradodesconcierto de la locura ó es el silenciopavoroso de la muerte. ¡El arte de escribir!El más perfecto sería el que llegaraá comunicar esa exaltación de nuestro espíritusin necesidad de expresarnos con palabras.
Escribir es una limitación, como lo estoda obra, como lo es todo lo creado. Sí; lacreación es una resta del infinito; como todaobra es una resta del espíritu creador del artista.Por eso, lo mejor de una obra no es loque está en ella, sino lo que de ella se escapapara ir á sumarse al espíritu infinito.
Ved, pues, si es difícil espiritualizar materializando.Y eso es la obra del escritor yeso es la creación. Somos los hombres comovasos en que fué recogida un poco de aguade un mar espiritual infinito. El mar se ignorabaen su infinidad y quiso conocerse,ganar conciencia así limitado. Nuestra laborespiritual no es otra cosa: reintegrar unaconciencia á lo infinito inconsciente.
A pesar mío, he hablado demasiado en serio.La ocasión que aquí me trajo á interrumpirpor unos instantes el grato esparci[226]mientode esta noche, era para mí seguridadde vuestra benevolencia.
Yo sí quisiera, en esta noche, poseer absolutodominio del arte de escribir paraunir todos los corazones españoles en unsolo sentimiento de amor á nuestros hermanos.El nos juntó aquí esta noche, y por laexpresión de este material sentimiento hastasería ofensa daros las gracias.
Esperemos que esta fiesta de amor sea elprecedente de otras muchas en este veranoen San Sebastián, en las playas y balneariosdonde la gente adinerada se esparce yse divierte. Olvidarnos de los que luchan ymueren por España, sería criminal. Cuandoallí se cumplen deberes penosos, ¿olvidaremosnosotros los más fáciles? Ved quepara el triunfo glorioso de España en tan difícilempresa, si mucho importa que nosotrosconfiemos en los que allá combaten,importa más que ellos confíen en los queaquí quedamos. Al ¡alerta! de aquellos campamentosen tierra extraña ha de responderel ¡alerta está! de la tierra española. Sóloasí comprenderán nuestros hermanos quedonde ellos están está con ellos toda España.
Si esta fiesta, queridos niños míos, solosignificase una lección aprendida en la escuela,poco significaría en verdad. No aprendidapor vuestra inteligencia, prendida envuestro corazón la quisiera yo para siempre;no por razonamientos de necesaria culturay menos de provechosa utilidad, sinopor sentimiento muy íntimo, muy hondo,por efusión de simpatía, por amor, en unapalabra: aquella misma llamarada de amoren que se ardía el corazón de San Francisco,el serafín de Asís, cuando cantaba á todaslas criaturas de Dios como á hermanos:Hermano sol, hermana agua, hermano lobo,hasta la hermana muerte; el mismo amorque se eleva en aquella sublime plegaria delBuda: ¡Dios mío, evitad el dolor á cuantoexiste!
[228]Si esta fiesta solo significa una pública exhibición,algo como un examen bien preparadode una asignatura, nada valdría, osdigo. No valdría más que esas ruidosas hazañasguerreras de tambores y trompetería,que con ser mucho en la historia de los pueblosson muy poco en su vida. Los héroesde la vida son muy otros que los reyes y losguerreros de la Historia; son los trabajadoresdel telar, de la aguja, los inventoreshumildes, que ni un nombre dejaron.
Si hoy diéseis suelta á estos pajarillos ymañana en casa atormentárais al gato y alperro, y al otro día en el jardín ó en el campo,os dedicárais á sorprender nidos y ádestrozar árboles y flores, ¿qué valdría estafiesta?
No es que yo desconfíe de vosotros, queridosniños; aunque muy graves sabios aseguranque sois de mala condición por logeneral, esos sabios no os conocen bien, porquesólo os han estudiado como hombres deciencia, y á vosotros hay que estudiaros conel corazón. Yo sé que los buenos sentimientosson naturales en vosotros, que vuestrocorazón está siempre abierto á la generosi[229]dad,que en vuestro espíritu alienta la másclara idea de justicia; pero sé también quelos hombres, cuando no con palabras yobras, con obras que desmienten á cadapaso sus palabras, os enseñan muy prontola mentira, la crueldad, la desconfianza. Yno sé yo qué sea peor, si malas palabras ymalas obras de acuerdo, ó buenas palabrasen contradicción con las malas obras; aunes más perturbador, más dañoso este desacuerdo.
¿Qué importa que digamos al niño: nose debe mentir nunca, si el niño ve y observay comprende que nosotros mentimossiempre que nos conviene y á él mismo leengañamos muchas veces por comodidadnuestra?
¿Qué importa que le digamos: hay queser afable con todo el mundo, si él nos vedescompuestos y groseros con los criados,con la familia, con él mismo, con enojo desproporcionado,más cuando una travesurasuya inocente nos molesta que cuando unaverdadera manifestación de peligrosa maldadno llega á molestarnos?
¿Y creéis que los niños no se percatan[230]muy pronto de todas estas contradiccionesnuestras? ¿Creeis que todo ello no va labrandoen su espíritu recelos, hipocresía yrencores?
Por todo esto me atrevo yo á dudar de laeficacia de esta fiesta. Si hoy los niños dansuelta á los pájaros y mañana los padresvan á los toros, ¿á qué lección se inclinarásu espíritu?
Palabras buenas nos llegan de todas partes;pero ¿de dónde vendrá el ejemplo? Yen la educación sólo el ejemplo es eficaz ysólo él tiene virtud de imprimir bueno ómalo en las almas.
Ya lo dijo San Juan de la Cruz: más valepredicador de pocas letras, pero de ejemplarescostumbres, que muy sabio en letrashumanas y divinas y de mal arreglada conducta.
No lo que nos dijeron padres y maestros,lo que en ellos vimos es lo que quedópara siempre grabado en nuestra inteligenciay en nuestro corazón. Por eso la escuelasin la cooperación del hogar nada valdría:casa y escuela ha de ser como un solotemplo con un solo culto: el alma del niño.
Con palabras y con ejemplos es precisoeducar la sensibilidad del niño, despertarsu simpatía por cuanto existe y vive á sualrededor. Los españoles carecemos de eseprecioso don de la simpatía, que es comprenderloy amarlo todo. Si en lo geográficosomos una península, en lo espiritual somosun archipiélago. Separados unos deotros como islas espirituales. Somos hoscosy duros, y toda la vida española adolece deesta sequedad de nuestro espíritu.
Somos pobres y nuestra vida es dura;como la vida es cruel con nosotros, nosotrossomos también duros y crueles. Y esque cuando somos crueles con los demás, esque alguien fué antes cruel con nosotros.Sólo muy altos y nobles espíritus saben volverel dolor en bondad y en dulzura.
La historia nos lo dice: los reyes que dejaronnombres de sanguinarios y de crueles,fueron los que antes de reinar tuvieronque soportar penurias y afrentas: tal fué elcaso de Nerón en Roma, de Don Pedro llamadoel Cruel en España. En cambio, losque se criaron entre halagos y blanduras,sin que nadie les afrentara ni persiguiera,[232]fueron de condición apacible y magnánima:tales San Luis de Francia y San Fernandode España, educados por aquellasdos nobles reinas de Castilla, Doña Blancay Doña Berenguela, de eterno ejemplo comomadres y reinas.
Yo sé que muchos son en España los queen nombre de un mal entendido casticismopreconizan esta dureza nuestra como unapreciosa virtud. Juzgan que si fuéramosblandos de condición, acaso perderíamos envirilidad. Nunca fueron á mi entender muyvaroniles virtudes la crueldad y la destemplanza.Mejor sienta al varón fuerte la noblecontinencia y la apacible gravedad. Nila dulzura de costumbres debilita á los pueblos,antes por ser más amable la vida seráen ellos también más firme el amor patrio.
De los descontentos y los mal hallados salenlos traidores y los malos patriotas, y enverdad que gran virtud es preciso paraamar lo que no es amable.
Una patria en que todos fueran dichosos,¿cómo no había de defenderse con mayorentusiasmo que una patria en que nadie sehallara á gusto?
Meditad sobre la significación de esta fiesta.Al llegar á un pueblo no hay que conocerá sus sabios, ni á sus artistas, ni su riqueza,ni su poderío para apreciar su gradode educación y de bienestar; basta con muypoco. Pueblo en que veáis que los pájarosno huyen espantados al acercarse un niño;pueblo en que veáis que los gatos, esos mansosgatos que se tienden al sol en las puertasde calle, no huyen como escaldados y escarmentadoscuando niños y mozalbetes se lesacercan; pueblo en que sobre las más pobrestapias se alza la frescura frondosa deunos árboles y en las ventanas sonríencomo saludo de paz las macetas floridas,bien cuidadas, como á caricias de manos demujer, bien puede asegurarse que es unpueblo culto, de dulces costumbres, un pueblodichoso.
Queridos niños, vosotros sois el sol de mañana:que ese sol brille más glorioso ennuestro cielo que aquel otro de nuestrasgrandezas, cuando el sol no se ocultaba nuncaen los dominios de España.
Para mostrarnos cómo no puede haberpaz en el alma de los malvados, como aun alverlos triunfantes y en apariencia dichosos,no por eso debemos desconfiar de la eternajusticia, dice un Santo Padre de la Iglesia:«En la conciencia del malvado hay siemprealgo que tiembla». Sí, es verdad...; perotambién para los buenos, para los justos hayalgo que tiembla siempre. Ved; es un díafeliz en la familia, tal vez se celebra unsanto, una fecha venturosa, más unidos quenunca los corazones, padres, hijos, allegados...todos respiran esa confianza mutua,ese enlace de unas almas con otras, probadasen alegrías y dolores compartidos á todashoras... el corazón de cada uno engranaen el corazón de los otros, como una piedraen sólido edificio... el edificio familiar; ¡la[236]familia! Nuestro pequeño mundo, en quenunca pesa sobre nosotros la angustia desentirnos abandonados, como Robinsón ensu isla, ni la tristeza de sentirnos perdidos,dispersos en la multitud del mundo grande,indiferente, hostil, acaso... Es la hora de lacomida; la familia modesta, parte de su pande comunión, bendito por el trabajo honrado.En el silencio hay más efusiva cordialidadque en las palabras. Los pequeños ríenalborozados.
Los padres sin mirarse se miran en sushijos... De pronto la mirada del padre senubla de tristeza, un pensamiento triste hapasado por su frente, ha estrujado su corazón.Sí, también en el alma de los buenoshay algo que tiembla, como en el alma delos malvados. El amor de los suyos. Si yome muero, ha pensado el padre, ¿qué seráde estos hijos? ¿Quién podrá darles estaalegría de ahora? Y en la desolación de sualma, los ve con hambre, con frío, comoesas criaturas de la calle que estremecierontantas veces su corazón de padre, tanto decompasión por ellos como de egoísmo porlos suyos... las criaturas que piden limosna,[237]que venden periódicos, la mozuela desvergonzada,víctima de hombres soeces... elladronzuelo conducido entre guardias áempellones... Todo eso puede ser de sus hijos,de aquellas criaturas que ahora son tanfelices con tan poco, con la alegría de estarjuntos, de compartir con amor aquella comidade bendición... alegrada por algunagolosina de extraordinario... Y el padretiembla y palidece, y cuanto más ríen loshijos más le cuesta contener el llanto quedesborda en su corazón.
—¿Qué te pasa?—le pregunta la esposa,que advirtió pronto la cerrazón de su alma.
—Nada, mujer. ¿Qué quieres que mepase?
Pero ella lo sabe, porque también ha pensadolo mismo muchas veces... sólo que lamujer, cuando piensa en la muerte, piensaen Dios antes, y ella está segura, porqueasí se lo ha pedido á Dios muchas veces...de que el padre no les faltará nunca, porqueella le pide á Dios todos los días que de morirsealguno sea ella... ¡Yo no les hago tantafalta! Sólo las madres saben ofrecer asísu vida en el recogimiento de sus rezos, sólo[238]ella, por amor á sus hijos, llega á creer queno les hacen tanta falta en el mundo comolos padres...
¡Bendita institución esta, que para socorrode viudas y huérfanos de médicos algúnconsuelo será en la vida de los que apenaslogran con su trabajo la seguridad del díade hoy, siempre angustiada por la incertidumbredel mañana!
Penosa profesión es siempre la medicina,aun para los que logran cumplida recompensa.No se comprende sin vocación tan decididacomo la del sacerdocio. Consagrarseal dolor... luchar contra la muerte... enemigoque cuando huye parece que no hubo méritoen vencerle, y cuando se vence siempredeja lugar á la sospecha de que faltó elacierto en combatirle.
Juzga la vulgar opinión que los médicos,en fuerza de frecuentar el dolor, tienen embotadala sensibilidad... A pocos médicoshan conocido en la intimidad los que asíjuzgan. Yo sé de médicos que han lloradopor muchos niños las lágrimas que no llorabaalguna madre indigna de serlo; yo séde algunos médicos que han salvado con[239]abnegación á muchos enfermos del abandonode familias despreocupadas, yo sé de muchosmédicos que han muerto sin enfermedad,sin saber de qué... del corazón, certificabaotro médico, más bien por convencimientoíntimo que por diagnóstico seguro...Lo que sucede es que el médico, cuando nadieve llegar á la muerte, cuando todos sonríená su alrededor confiados, es el únicoque no puede llorar todavía, y cuando todoslloran porque la ven llegar implacable, esel único que ha de sonreir hasta el supremoinstante... interponiéndose con fingida calmaentre los ojos espantados del moribundoy la negrura insondable de la muerte.
Pues estos hombres que pasan sonrientescomo la esperanza, entre todos los dolores ymales de la tierra no pensaron apenas enel dolor de los suyos. Ellos que saben comonadie, que esa crueldad del sentimientoegoísta, cuando al llorar la pérdida de unser querido hace pensar con animal instinto:
¡En qué situación hemos quedado! Ellosque saben la brutalidad de la frase: Elmuerto se lleva la llave de la despensa. Realidadmás descarnada que la misma muerte,[240]consideración brutal que parece como si rebajarael sentimiento del alma al grito dela animalidad; ellos no habían pensadonunca en los suyos para evitarles este dolorvergonzoso...
Pues es preciso que, unidos todos, los predilectosde la ciencia y de la fortuna con loshumildes sea desde hoy tranquilidad de todosy honra de la clase el que vuestras esposas,vuestros hijos, no tengan que añadir áun dolor del alma el dolor del hambre. Queel padre trabajador y honrado no se lleveal morir la llave de la despensa. Que esaspalabras crueles, sólo justificadas por lacrueldad de la vida, no vuelvan á oirse enduelos familiares.
Es mala disculpa de nuestra indiferenciaante los males exclamar resignados: ¡Lavida es así! ¡Cosas de la vida!
Hay un espíritu en nosotros que nada valdríasi no fuera capaz de sobreponerse á losmales del mundo.
Tened en cuenta que la mayor seguridadde que hay una Justicia y una Bondad infinitasestá en que nuestro espíritu las comprenday las desea, y que en nosotros hay[241]poder para realizarlas, poder que Dios bendicedesde el cielo, cuando cantan sus ángeles:«Paz en la tierra á los hombres debuena voluntad».
Señoras y señores:
Fuera descortesía solicitar vuestra benevolencia.Al haberme designado para ocupareste puesto de honor, ya os anticipasteis áofrecerme algo más: un cariño, al que sabrécorresponder con toda la gratitud de mialma, y una admiración, á la que ya nopuedo aseguraros si sabré corresponder delmismo modo. Y, no por vanidad propia,creedme, para contento vuestro, hoy másque nunca quisiera corresponder á ella. Massi en algo habíais de ser defraudados, antesprefiero que lo seáis por mi entendimientoque por mi corazón. Si el verdadero cariñoes el que más perdona, y el más verdaderoel que ni aun se cree en el caso de perdonar,porque ni advierte si hubo falta, ma[244]yorserá mi agradecimiento cuanto más creayo en conciencia que mucho habéis tenidoque perdonarme; como perdona el noble,por natural nobleza, sin darme á entendersiquiera cuanto habéis tenido que perdonar.En ocasiones como esta, os sentisteis entusiasmadosy conmovidos por la palabrade elocuentes oradores; la palabra vibrante,con todo el calor del sentimiento, con todala gracia de la espontaneidad. Hoy la palabraescrita llegará á vosotros apagada y descolorida.Hay de la elocuencia del orador, corrientede agua saltadora y libre, á estasmansas aguas aprisionadas, de la palabraescrita, la diferencia que hay, entre enamorados,de la declaración de amor trémula,que va de la boca al oído, mejor diré, de boca á boca,á la carta en que el amor se declara,con palabras muy comedidas, muyrespetuosas, porque no están delante, al escribirlas,los ojos que niegan ó conceden licenciapara mayor atrevimiento. Y, menosmal, si aunque cortés y fría, aun indica, porsu misma timidez, la verdad del sentimiento,peor, si con frialdades retóricas, quequieren parecer apasionadas, dice bien claro[245]que fué copiada de alguna novela ó más vulgarmentedel secretario de los amantes. Yono soy orador, ni soy elocuente. Aquí me tenéiscon mi carta de enamorado tímido. Lashermosas jóvenes que me escuchan comprenderánmejor que nadie la verdad deesta comparación entre oradores y escritores.Habéis tenido novios orales y escritos.Porque habréis tenido más de un novio. Notemáis que descubra aquí vuestro secreto.Las mamás no escuchan. Las mamás no escuchannunca; sólo miran. ¿No lo habéisobservado? Al despedirse algún rendido galánde ingeniosa charla, cuando las jóvenesencantadas dicen: ¡Es muy simpático!,cómo las mamás solo advierten: lleva muyrozados los puños ó tuerce los tacones. Esque las jóvenes escuchan hasta con los ojos;las mamás no escuchan, miran siempre,hasta cuando parece que leen un periódicoó que duermen. Y ¡qué bien hacen en mirarmientras escucháis vosotras! Porque su tristeexperiencia ve más lejos, porque el matrimoniode mañana y la vida de todos losdías, tienen más relación con los puños rozadosy los tacones torcidos que con las pa[246]labrasseductoras, eterna letra sin sentido,de esa divina música del amor, con que lavida se burla eternamente, sin vencerlosnunca, del eterno dolor y de la eterna muerte.Pensaréis: ya pareció el escéptico, el ironista.Mal sientan ironías y escepticismo enfiesta de amor y poesía. Pero el escepticismono es negación absoluta, es duda y nadieduda de una verdad aparente, si no lleva enlo más profundo de su alma el sentimientoíntimo, la limpia imagen de la verdad verdaderay con ella de lo que es bueno, y esbello, y es justo, y es noble, y es grande. Elescepticismo es comparación y, naturalmente,todos los que quieren engañarnos quisieranque no hubiera comparaciones, queno fuéramos escépticos. Ya lo creo... ¡Quéganga para los falsificadores de moneda sino hubiera moneda legítima para confrontarla...!Nunca veréis que el verdadero creyentese escandalice porque haya quien nocrea santidad la hipocresía de muchos devotospor conveniencia. Nunca veréis que laverdadera caridad se alarme porque no tomemosen serio esas funciones y esas rifasbenéficas organizadas por alguna Junta de[247]señoras aristocráticas; esa caridad que nocuesta mayor sacrificio que enviar unas circularesá los amigos, lucir un lindo traje yleer después la revista de algún cronista desalones—acaso éste sea el mayor sacrificio—dondeá vuelta de adjetivarlas á todas muyprimorosamente, el propio cronista, conguante blanco y llave de aluminio, les abrede par en par las puertas del cielo. Pues áno creer en cosas como éstas se llama escepticismo.En cuanto á la ironía ¿qué es laironía sino la bondad en la indignación?Vamos á indignarnos y nos entristecemostanto que acabamos por compadecer y niqueremos entristecer compadecidos. Y asíes la ironía... una tristeza que no quiere llorar...y sonríe... porque compadece y perdona.El escepticismo y la ironía son alastambién del ideal, que, si no sirven para elevarnosá grandes alturas, como la fe y el entusiasmo,sirven para no tocar demasiadobajo en la tierra cuando á la realidad hemosde acercarnos. Pero, ¡no creer en nada!Eso sólo es posible cuando hemos dejado decreer en nosotros mismos. Cuando nada buenohallamos en nosotros, es cuando pode[248]mosdecir: todo es malo; porque es nuestraalma como nuestros ojos, que al asomarseá otros ojos lo primero que en ellos vemoses nuestra propia imagen... Pero elbien existe mientras el sentimiento del bienesté en nosotros, aunque no seamos capacesde realizarlo por imperfección de nuestravoluntad. El amor existe mientras seamoscapaces de amar, aunque nadie nos ame.La verdad es, mientras nuestra razón nollegue á persuadirse de que son verdades,todas las mentiras con que nuestros interesesy nuestras pasiones y nuestras cobardíasprocuran engañar á nuestra conciencia. Ennosotros está nuestra vida y está nuestramuerte y está lo que más importa, nuestraeternidad, siempre que nuestra concienciaesté sobre todo. No hay que pedir fuera denosotros mismos esa satisfacción del premioy del castigo, buena para desenlazarmelodramas y folletines. Ved, en las grandestragedias de Shakespeare, la más ampliaconcepción de la humanidad que produjoel arte. En ellas, como en la vida, eldolor, que pudiera parecer castigo, cae porigual sobre los buenos y los malos, con más[249]ciega fatalidad que en la tragedia griega.El poeta mismo, tal vez espantado de nopercibir en la tierra un resplandor de justiciadivina, llega á exclamar: Como lasmoscas para los chicuelos traviesos, somoslos hombres para los dioses; nos matan pordivertirse... Pero él sabe que sobre el terriblejuego de los dioses, si eso fuera, estásiempre la idea de justicia en nuestra conciencia,más alta que los mismos dioses.Cuando envueltos en la misma trama demaldades mueren con muerte violenta el infameYago, el apasionado Otelo, Desdémonasin culpa; aunque la fatalidad del destinosea para los tres dolor y muerte, ¿noes verdad que nuestra conciencia bastapara decirnos, aunque el poeta no lo diga,que es infierno y condenación la muertepara Yago, el que solo vivió para su egoísmo,y es muerte animal, muerte de fiera,la de Otelo, el que amaba mucho pero noamaba bien, porque sólo amó por instinto,y es gloriosa la muerte de Desdémona, lainocente, la que culpada no supo hallar másque sencillas disculpas porque las razonesde la virtud son sencillas siempre? Y de los[250]tres, aunque solo Yago, por crueldad delpoeta, hubiera sobrevivido y triunfado detodos... ¿Quién quisiera ser Yago? No hayvíctima inocente que quiera cambiarse alsucumbir por su verdugo triunfante. El quehace bien ni sabe decir por qué lo hace; elque hace mal, ved cómo busca explicacióná su conducta; más que convencernos necesitaconvencerse á sí mismo de que hizobien, tan cierto está de que hizo mal. Y esque toda la maldad de los malos quizás llegaraá suprimir el bien sobre la tierra, perono la justicia. Cuando todos los buenos fuerandesdichados, no habría un solo malvadoque fuera dichoso. El mundo moral estáregido por rigurosas leyes mercantiles;todo valor recibido representa el mismo valorabonado. Tal vez recibimos mal porbien, bien por mal de quien no lo esperábamos.Es que el bien y el mal que hicimosson créditos transferibles; cobramos ópagamos unos por otros, pero al cabo decierto tiempo todo está satisfecho. Vuelve elmal al mal, el bien al bien; la moneda talvez es distinta, el valor es el mismo. El malvadoparece hombre dichoso, está alegre...[251]No os engañéis. Impunes todos sus delitosqueescaparon á las leyes humanas, absueltopor todas las indulgencias, ó descreídode la justicia de los hombres como de lajusticia de Dios, sin temor á nada ni á nadie,hay siempre en el fondo algo que tiembla...En la mayor tristeza del justo, abrumadode todos los males, sobre todas lasnegruras que pudieran obscurecer su conciencia,hay siempre una serenidad de cielo,que ya sería el cielo aunque otro cielono existiera... Es tan mezquina nuestra ideade la eternidad, que no podemos concebirlasin que de ella forme parte lo que más nuestronos parece, por sentirlo más cerca de nosotros.Esto es, nosotros mismos; esta mezquindad,esta limitación que es nuestra persona,un nombre propio, una percepciónreducida en una reducción del tiempo y delespacio. Esperamos que la otra vida sea...casi como esta vida, otra vez nuestra vida;un lugar de reunión en que hemos de saludará la familia y á los amigos por sus nombresy aun hemos de continuar murmurandode sus asuntos y preocupándonos por nuestrosnegocios. ¿Qué eternidad sería esta?[252]Eternidad es no saber de nosotros mismos;porque la eternidad no es material ganancia.La riqueza de nuestra vida no será loque hayamos atesorado, sino lo que hayamosrepartido. Vivirá de nosotros lo quede nosotros hayamos dado; más se encontraráde nosotros cuanto más hayamosperdido. Y ¿cómo hemos de entregarnos,cómo hemos de perdernos? ¿Dónde hallaremosnuestra eternidad, que por serlo deltodo, ni podremos decir que es nuestra? Enel amor y solo por el amor. Religión, Cienciay Poesía; los tres más claros luminaresde nuestro espíritu, nos esclarecen el caminodel Bien, de la Verdad, de la Belleza,que es el camino de la eternidad del espíritu.Amar inmensamente, amar infinitamente:ascender por escala de amor desdeel instinto á la inteligencia, de la inteligenciaá la divinidad. Hablemos sólo de la poesía...Sabio es el lema tradicional de su torneo:Fe, Patria, Amor. Amor todo. Amor,primero instinto; forma ya menos egoístadel instinto de conservación, del miedo á lamuerte, de su instintivo horror en todacriatura... Siente el hombre que ha de mo[253]riry siente la necesidad de prolongar suexistencia en la prole, carne de su carne,vida de su vida. El amor es todavía instinto...Después, siente que la conservación dela prole le impone sacrificios, ha de defenderá sus hijos, ha de cuidarlos... Empiezael deber. Este deber se limita á la familia,todo lo más á la tribu... los otros hombresson... el enemigo, el extraño... Pero el estadode lucha no puede ser constante... Sepacta con la tribu vecina, tal vez para combatircontra otra tribu más fuerte, tal vezporque la paz permita el trabajo del campo,la quietud doméstica. Empieza la amistad.El hombre, por su propio interés, se desinteresaya en algo de sí propio y de los suyos.Y al acercarse al extraño, que fué su enemigo,tal vez se encuentra en él, porque elextraño también tiene hijos, también loscuida y los defiende. Y empieza la simpatía,y tras la simpatía, que es amor, la inteligencia.Sí; tan una es la inteligencia conel corazón que no podremos nunca entenderlo que no hemos sentido. Una vida de estudiosy de meditaciones no dará tanta luz ánuestra inteligencia como una hora de[254]amor. Cuántas veces nos sucede sentir poralguien una antipatía invencible. Fulano esun ser odioso, insoportable; le oímos hablary sentimos la necesidad de llevarle lacontraria, por poco le mataríamos. Y aquelhombre odioso, antipático, llega un día ánosotros con cara triste; habla de sus penas,tal vez perdió á su madre, tal vez á su hijo,tal vez fué víctima de una crueldad, de unainjusticia de los hombres. Ya le escuchamosconmovidos; aquel hombre es un hombrecomo nosotros, aquella pena ha sido nuestraalguna vez, puede volver á serlo, no es unapena extraña, es una pena de nuestro prójimo.Ya no parece aquel hombre tan odiosoni tan antipático, ya es nuestro odio lo quenos parece injustificado. Y así todo se entiendecuando la simpatía nos acerca... Lavirtud y sus más altos heroísmos, como elvicio y el crimen. Hay en todo ello algo humanoque puede ser también nuestro. Parael amor no hay nada extraño ni nada incomprensible.Yo he oído á una desdichada mujer,amante de un verdadero monstruo, uncriminal rematado de presidio: Me dicentodos por qué quiero á este hombre tan[255]malo; pues porque para mí no lo es, y sies malo para todos y para mí no, señal deque á mí me quiere más que á nadie en elmundo. Y era verdad, solo que ella equivocabala razón de su cariño; porque aquelhombre también era malo para ella, peroera ella quien le quería más que nadie en elmundo, y aquel amor de mujer era bastantepara vestir de luz el alma del criminal,como de luz resplandecían las llagas de losleprosos al posarse en ellas las manos deazucena de la Santa Reina Isabel de Hungría.Milagros del amor, acaricie leprososó criminales; milagros del amor, sobre todaslas miserias del alma. Nunca tuvo máshermoso gesto el Cid Castellano, que al tenderla mano sin guantelete al lazarino hundidoen el fangal. Como esa mano entoncesy tantas manos de mujeres divinas y de santosgloriosos, fueron las que vistieron en laEdad Media las armaduras de sayales, lossayales de armaduras, en aquella empresade bárbara grandeza, que fueron las cruzadasy el incesante guerrear de los cristianoscontra los infieles. Y ved también cómo loque empezó en odio y en guerra, fué origen[256]de civilización y de tolerancia, que si el Occidentey el Oriente guerrearon, también seconocieron y también llegaron á amarse ylos poetas cristianos cantaron gentilezas yamores y bizarrías de los infieles, y los poetasorientales hazañas milagrosas, noblezasde corazón de los cristianos. Y sobre el sentimientode Patria y el de Religión, surgióel de Humanidad... Y prendiendo sus alasde luz en el espaldar de las corazas, el espíritualboreaba... Aun alborea. No hay quedesesperar porque tarde en brillar el día.¿Qué importa la tardanza de siglos en lasauroras del Espíritu si amanece para laEternidad? El amor á la Patria es primeroinstinto también, es el amor á la tierra, alcampo que el hombre labra con su trabajo;la Patria es la parte de tierra necesaria á lasubsistencia del hombre y de la prole, es elterreno en que ha de afirmarse la perpetuidadde la raza. Después van despertándoseemociones; recuerdos de horas felices, recuerdosde días gloriosos. El espíritu de laPatria surge; van quedando más hondas lasraíces y elevándose más aéreo el ramaje, yen la rama hay flor, y en la flor aroma. La[257]Patria va teniendo conciencia y se constituyecomo Estado, que es ya la Patria inteligente.La raza aspira á realizar el bien, lajusticia. A la venganza se sobrepone la leyy á la ley el perdón, que es tal vez la mássegura justicia. Por el amor á la Patria comprendeel hombre como debe respetarse laPatria de otros hombres; como por el amorá sus hijos comprendió cómo era respetableel amor de otros hombres á los suyos. Tambiénen otras Patrias hay campos labradoscon pena, y hay hogares de amor, y en tornoabuelos y nietecitos, y recuerdos de díasfelices y gloriosos, y tierra que cubre losrestos de muertos llorados. Y la simpatía vade unas Patrias á otras, y contra el combateinjusto la conciencia universal protesta comocontra una lucha fratricida. No es decir quetoda guerra sea injusta. Hay guerras inevitables;cuando una nación, un Estado constituído,olvida, egoísta, las relaciones deamor y de justicia con otros Estados; cuandoun pueblo bárbaro, todavía de instinto,opone tenaz resistencia al avance de la civilización,precisa es la guerra, como es precisolimpiar de salteadores los caminos. Si por[258]ambición personal de un tirano, como Napoleón;si por codicias de una oligarquía;si por intereses egoístas de un pueblo enteroel camino de la civilización se dificulta,deber es de las naciones inteligentes, de lasque no descendieron de su elevación espiritual,combatir contra los merodeadores. Laguerra entonces es justa y es legítima, comolo fué nuestra guerra de la Independencia,hoy conmemorada entre vosotros en una desus más gloriosas y decisivas batallas, enque la conciencia de tres nobles pueblos seunió contra el instinto de un gran ambicioso,de quién apenas desaparecido, ya preguntabael poeta: «Fu vera gloria, Ai posteril'ardua sentenza». La posteridad ha sentenciado.Todos los arcos triunfales, todaslas columnas, todos los monumentos alzadosen su honor por el pueblo cuyo nombreusurpó para imponer sus ambiciones personalescomo aspiración nacional, no hablantan alto de justicia como cualquiera de esoshumildes campos aldeanos, cuyos terruños,nutridos con la sangre de sus labriegos, quesupieron morir gloriosos sobre la misma tierraque cultivaron humildes, levantan las[259]espigas de sus mieses, como si protestarande haber sido pisoteados por el extranjero.Extranjero de espíritu, que extranjeros erantambién por la Patria y no lo fueron al pelearcon nosotros en nombre de la justicia ydel Derecho atropellados, los nobles ejércitosde Inglaterra y de Portugal que en Españay por España combatieron. Si necesariaes en ocasiones semejantes la solidaridad denaciones alejadas por la distancia, unidassólo por el sentimiento, ¿qué debemos pensarde esas demencias separatistas que pretendenla desunión en un Estado inteligentepara volver á la Patria primitiva del instinto?¿Empequeñecer la Patria que antesdebe tener por aspiración constante destruirfronteras por el amor, que levantarlas por elodio? Si una Patria se perdiera y hasta elrecuerdo de todas sus tradiciones y todassus glorias, por realizar mejor la justicia alfundirse con otras naciones, para constituirun Estado más perfecto, más apto para realizarla justicia... bien perdida estaría; nuncahabía realizado mejor el destino de sueternidad. ¿Y qué decir de esos que en nombrede la Patria son constantes perturbado[260]resdel Estado? ¿Qué les impide aportar suconcurso inteligente á mejorar lo que sólopor solicitud amorosa de todos llegará á serperfecto? ¡Ah, no están conformes con laforma de gobierno! ¿La forma? ¿No lesdice bastante esta palabra? ¿Hay alguna formade Gobierno en los pueblos modernos civilizadosque se oponga á la realización delos más altos ideales de justicia? Todo serásaber imponerlos y por el odio nada se impone.¡Ah, cuantas de esas brillantes inteligenciasservirían mejor á la Patria trabajandomás por ideales de fondo que porideales de forma! ¿Qué importa el metroen que se versifica si la poesía es buena?Cuánto mejor fuera que muchos de esos halagadoresde instintos despertaran inteligenciasdormidas, y mejor que á prometer bienaventuranzasque ellos son los primeros ensaber que no consisten en cambiar de régimen,en vez de decir al pueblo mentiras dela República fueran á los palacios á decirá los Reyes, cara á cara, sin grosería perocon entereza, verdades de la Monarquía...¡Ah, ese amor á la Patria que lo pide todode los demás y nada ofrece por cuenta pro[261]pia!El que no lee, pide que se estudie; elholgazán, que se trabaje; el falsificador,que no se engañe. El padre que no supo educará sus hijos, se lamenta de la falta deescuelas. No: en la escuela, en la Universidad,ilustran los maestros, los libros. Educarsólo educan los padres. Y no con palabrasque se contradicen después en las acciones,sino con ejemplos. Por eso son tantoslos padres que dicen: Que vayan al colegioestos chicos, hay que educarlos. Saben queellos no los educarían nunca. Y cuando nose educa á la Patria en nuestros hijos, cuandonada hacemos por ella en nuestra propiacasa, queremos que los gobiernos trabajenpor los que no trabajan, estudien por losque no estudian, piensen por los que nuncapensaron, tengan una conciencia que nadietiene. Nadie barre la puerta de su casa ynos quejamos de que la calle esté sucia. Pedimosgobiernos inteligentes. ¡Felices lospueblos que pueden ser gobernados por tontos!Y ahora, ved otra grave falta de educación.Si preguntáis al pueblo para qué sirveel Ejército, os dirá: para hacer la guerra.Así lo aprendió, así se lo dijeron. No fuera[262]mejor decirle: el Ejército sirve para mantenerla paz. El Ejército es la fuerza, sí, peroes la fuerza á la orden de la razón y de lajusticia. No es amenaza, es seguridad. Si lejuzgáis improductivo en su acción, no veisque es todo vigilancia y la vigilancia no esnunca ociosa aunque parezca improductiva.La espada del Ejército, como la espada de lajusticia, vela sobre vuestros campos, sobrevuestros talleres, sobre vuestros amores yvuestros ideales; sobre las codicias de fueray las traiciones de dentro. Desconfiad de losque dicen: ¿para qué tanta fuerza, para quétantas precauciones? El que nada intentacontra la seguridad de un domicilio, no seofende si al llamar á la puerta observa quele miran por el ventanillo. Sólo á la gentemaleante le parece que sobra la policía. Hastadel cielo cristiano, mansión de amor, dondela fe del creyente ó la imaginación delpoeta asientan todos los ideales de perfección,se dice que hay milicias celestiales.Hasta la justicia y el amor divino afirman elsanto temor de Dios entre espadas flamígerasde arcángeles. Aun no ha llegado eldía en que la inteligencia sea tan natural en[263]los hombres como el instinto, cuando todoinstinto animal se haya espiritualizado en laconciencia de nuestra eternidad. La fe religiosadel hombre es también instinto al despertar.Es anhelo angustioso de no morirpara siempre. El hombre mira dentro de síy halla una vida interior que es algo queno palpan sus manos, ni ven sus ojos: es elpensamiento que vive en todo él y no estáen parte alguna de su cuerpo. No es el latirde su corazón, ni es el golpear de su cerebro,es algo sutil, algo impalpable. Cierralos ojos, y le parece que ha muerto al cerrarlosá la visión de cuanto le rodea y supensamiento vive todavía, dormido sueña...No hay duda, el pensamiento es la parte inmortalde su ser. Morirá, pero seguirá pensandosiempre. Y su pensamiento sueña conuna eternidad de vida. Vivirá eternamente,pero ¿dónde vivirá? Y sus ojos entonces sevuelven adonde el horizonte es limitado, almisterio insondable de los cielos donde todohabla eternidad. Y allí va su esperanza yallí pone su fe. Después, aquel cielo ignoradova poblándose de imágenes ideales. Primero,para el hombre de instinto, hay un[264]Dios de venganza; después es un Dios dejusticia, después un Dios de misericordia, unDios que por amor se hace hombre y siendotodo sabiduría y todo poder, no quiere juzgará los hombres sin haber padecido todoel dolor de la humanidad. Y padece comosi no supiera. El, que todo lo sabe, que esun Dios quien padece y puede sobreponerseal dolor. ¡Hermosa verdad para el creyente!¡Hermoso símbolo de la verdad para los descreídos!Al expirar en la cruz, al gemircomo una pobre criatura humana, ¡Padremío! ¿por qué me has abandonado? Habráquien dude de que Dios pudiera nunca hacersehombre; no habrá quien dude de queen aquel instante, crucificado por amor átodos los dolores de la carne y á todas lastristezas del alma, el hombre se hizo Dios.Y nunca alboreó la aurora del espíritu comoal morir un Dios crucificado, señalando álos hombres el camino de nuestra redencióny nuestra eternidad. Poetas, reina, damasgentiles, señores todos: vuestro corazónsea conmigo, el mío es con vosotros.Nada más.
Mi vida de autor dramático no podrá recordarsesin recordar á Rosario Pino, laintérprete ideal de tantas comedias míascuando mis comedias no le gustaban á nadiemás que á mí, al contrario de lo queahora sucede, que á muchos les gustan y ámí no me gustan nada. Y yo estoy más tristeahora, que no puedo estar conforme conel aplauso, que entonces cuando no sabíaestar conforme con las censuras.
Sé que al despedirse Rosario Pino muchasobras mías se despiden también; perono seré yo, por eso, quien entristezca estadespedida. ¡Despedirnos, caminar, alejarnos...morir... olvidar al fin, que es verdaderamuerte...! Todo es lo mismo, todo esla vida... y hay que afrontarlo cara á cara...
Si fuímos siquiera, ya que no luz de astroesplendoroso, amable luz de lámpara familiar;si por algún alma pasamos como una[266]caricia; si supimos avivar á nuestro pasola simpatía de otros corazones, capaces desentir como propios toda alegría y todatristeza humanas... al alejarnos—despedidaó muerte—y sustituir la presencia con el recuerdo,será como purificarnos, será comodesmaterializarnos, será un resplandor sinllamarada, será como una diafanidad degloria... Lo mejor de nuestra vida está en elcorazón de los que nos aman. Para el artistael amor es la admiración, que, como dijoShelley, la gloria es amor disfrazado... Poreso sólo puede decirse que se van ó quemueren los que no supieron hacerse amar.
La dulce voz será silencio. Pero ¿qué músicavaldrá lo que el recuerdo de esa voz ennuestras almas? No seré yo quien le salgaá usted al paso para decirle: No nos deje,que el callar de su voz es como si algo tambiénenmudeciera en nosotros... No; queaquí, en nuestro corazón, queda para siemprey bastará poner atento el oído al corazónpara escucharla, como al acercar uncaracol nos parece oir como recogidos ensus repligues de nácar el oleaje del marlejano...
[267]No seamos egoístas en nuestra admiración... Deuna insigne actriz francesa secuenta que en triunfo de teatro exclamaba:¡Bien me pueden aplaudir; les doy mivida! Usted nos ha dado lo mejor de suvida; justo es que nuestra admiración leconsienta á usted descanso.
El público no ve, no sabe que cuando áél llega una ráfaga de arte puro, esa ráfaga...presupone una tempestad en el almadel artista, como el aire apacible que refrescaun día ardoroso nos llega tal vez de unvendaval remoto que fué desolación y espanto...
Para el artista son las lágrimas crueles,para el espectador las dulces lágrimas.Amor y gratitud para el artista que da porbien pagadas sus tristezas más hondas convuestro aplauso.
Rosario Pino no podrá olvidar nunca losaplausos de este público suyo: su recuerdoserá quizás toda su alegría en el descansobuscado... No olvidéis vosotros pronto á laque supo haceros olvidar tantas veces lasemociones penosas de la vida con la elevadaemoción de su arte.
Siempre he temido volver á los lugaresque dejaran en mí gratos recuerdos. Siemprehe temido volver á leer los libros quefueron el encanto de mi niñez ó de mi juventud.El lugar será el mismo, el librotambién. Pero ¿estaba en ellos el encanto óel encanto era el de nuestras almas, sorprendidasy admiradas de todo, como ojosde ciego abiertos por milagro á la luz... ysólo de ver ya gozosos, porque ya el ver esuna hermosura, aunque no sea hermosotodo lo visto...?
Pero, entonces, ¿es que las cosas no sonnada por sí? ¿No hay valor alguno objetivo?Sí; las cosas son algo, son ellas, lasmismas siempre; pero la luz que las alegraó las entristece, auroras ó crepúsculos, plenosol estival ó luz de luna, nubarrones[270]tormentosos con relámpagos de luz ó relámpagosde sombra, frecuentes en el cielo delas almas, todo eso es nuestro, y todo eso esel espíritu de las cosas... y también nuestroespíritu. Nos vemos en los ojos que nosmiran y vivimos en las almas que nosatienden...
Nosotros mismos no sabemos de nosotrosmás de lo que saben decirnos los demás.Nuestra propia conciencia, lo más nuestro,se esconde ante la conciencia ajena para queella no pueda decirnos la verdad de nuestraconciencia. Y este ocultarnos unos á otros laverdad para creernos mejores de lo que somos,si es hipocresía cuando nos damos tanmal arte á vestir el disfraz que todos adviertenque es disfraz, bien pudiera ser todanuestra verdad cuando sabemos disfrazarnosde tal suerte que el disfraz llega á sermás que el vestido, algo tan propio y tanadaptado á nuestro espíritu como nuestracorporal hechura. El que logra hacerse unacara con la más agradable de las caretas hadejado de ser hipócrita para ser virtuoso. Yno digáis: ¡Buena virtud de mascarada seráesa!, si consideramos que ya es virtud llevar[271]de ese modo una careta, y que estas caretasespirituales, si han de parecer como nuestrapropia cara, han de amoldarse de dentro áfuera, y han de ir muy prendidas en nuestrocorazón.
Pues si difícil es saber la verdad de nosotrosmismos, ¡cuánto más difícil será saberla verdad de las cosas! Y si al volver á ellasya no somos los mismos, ¿qué habrá sido deellas?
Como decía Ronssard, el poeta que diósus mejores canciones á la gloria efímera,¿dónde están las nieves de antaño...? Nuestrocorazón es caminante que aunque dos vecespase por un camino siempre le parece caminonuevo.
Un amigo mío acababa de reñir con su novia,á la que había jurado amar eternamente,y á los pocos días me daba á leer una carta deotra novia. Y con otra carta en sus manos dela novia antigua, me decía como loco: «Estasí que me quiere. Lee esa carta y compara,compara con esa carta». Yo leí las dos cartas,y comparé: las dos decían lo mismo. Ycuando él, al verme reir, se dió cuenta deello, sin darse á partido, me decía: «Sí, sí,[272]dicen lo mismo; pero esta es verdad y aquellaera mentira».
Después de esto no extrañaréis que aun noos haya dicho nada de nuestro poeta. Si veisque la apariencia de las cosas, no me atrevo ádecir su verdad, está en nosotros más que enellas, estas emociones suscitadas por el poeta,¿no os dirán más lo que del poeta siento quesi de él os hablara?
¡Campoamor! Yo le conocí. Era yo unniño y su fisonomía me era ya familiar. Sólouna vez hablé con él en los postreros años desu vida; yo comenzaba áliteratear, literaturade señorito.
Un ferviente admirador del gran poeta,gran amigo mío, me presentó á él. Era á lapuerta de la librería de Fe. Don Ramón, antiguotertuliante de la librería, por aquellosúltimos años de su vida, llegaba en cocheante la puerta, y desde allí saludaba á losamigos; todos salían un momento de latienda, rodeaban el coche y conversaban conel anciano poeta, de rostro rubicundo, deojos azules, muy claros, unos ojos que sonreíaná todo, con tal gracia, que con no sonreirsus labios nunca, pues la boca era de[273]severa expresión, la gracia de sus ojos bastabaá mostrarle sonriente, como abuelobondadoso que con la voz reprende al nietezueloy con los ojos ríe la travesura.
Un amigo le dijo al presentarme: «Maestro,le presento á usted á Jacinto Benavente,escritor; tiene mucho talento». Y elmaestro, el abuelo, me miró muy despacioy dijo: «¿Mucho, mucho talento? Porquesi no tiene mucho talento, vale más que seabueno». Y yo no he olvidado nunca aquellaspalabras ni la mirada de bondad. Ycomo no he estado nunca muy seguro detener mucho talento, mucho talento, he procuradosiquiera, ya que en talento no fueseaventajado, aventajar en bondad. Porqueaquellas palabras del poeta y otras del obispo,que al confirmarme me dijo: «Hijito,seas santo», no he dejado de repetirlas unsolo día desde que las oyera, y han sidoacaso mis oraciones más fervorosas, paraque ellas me guarden de toda vanidad.
Ahora, de la vida de Campoamor, ¿quesabré deciros? La vida de los poetas está ensus poesías. La poesía de Campoamor estoda inquietud espiritual; pero una inquie[274]tudque pudiera decirse sosegada. Hay hombresde vida azarosa, perdida en vanas agitaciones,que al parecer responden á desasosiegointerior, á inquietud espiritual, ysi vamos á ver, toda aquella turbulencia esepidérmica, de gestos y pasos.
Otras vidas hay de tranquila apariencia,sin sacudidas aparentes, y toda aquella serenidady placidez es muro de piedra en palacioseñorial, que parece al exterior alegremansión de riqueza y es por dentro mansiónde dolor.
Nuestro poeta hubiera podido escribircomo Goethe: «Tengo bien señalada la demarcaciónentre mi vida política y social ymi vida moral y poética. Demarcación puramenteexterior, se entiende; pero me vamuy bien así». Goethe llamaba á Beethovenser indomesticable, y él se decía á sí mismoun ser social.
Campoamor era, como Goethe, un ser social.Y como el hombre era tan amable decerca, su poesía era también amable. Y elpoeta de las ironías y de los sarcasmos, elmenos ortodoxo de los poetas españoles, oíacelebrados y repetidos sus versos en labios[275]de las damas y de las jóvenes más distinguidasde la mejor sociedad.
Fué el poeta preferido de las mujeres.Era el poeta que mejor las comprendía; lasperdonaba todo. Las mujeres ¡pobres mujeres!creían por eso que las amaba mucho... Nocomprendían que aquel su amable perdón,aquella su indulgencia para todas lasfaltas y errores que pueden cometer las mujeres,tenía más de profundo conocimientode que no podían ser de otra manera, deque no se las debía pedir lo que no puedendar...
Las mujeres que saben de amor sabenque el hombre que de verdad las ama esel que peor habla de ellas y más abominade sus engaños y más se atormenta por sustraiciones... Lo otro no es amar, es comprendery perdonar. Ahora, que la mujer,cuando sólo de poesía se trata, no sabe distinguiral amigo del amante. El poeta amigode las mujeres, comprende y perdona. Elpoeta amante, maldice y castiga.
En la realidad, ya saben ellas distinguirlos.Al buen amigo es al que las mujeresle cuentan las perrerías que les hace el ver[276]daderoamante, y suelen decirle: ¿Por quéno será como usted? Usted sí que me quiere,usted sí que es bueno para mí. No hayque creerlas mucho, porque si lo creyeranasí, con dejar al amante y tomar al amigo...Y ya se sabe que las mujeres conceden raravez ese ascenso.
El amor y la muerte fueron las dos grandesinquietudes que animaron en la poesíade Campoamor. ¿Y qué pensaba Campoamordel amor y de la muerte?
Del amor, tal vez como el filósofo pesimista.Es el lazo que la Naturaleza nos tiendepara perpetuar la especie.
¿Nada más? No, que de este lazo tendidopor la Naturaleza, de este instinto en queel hombre puede ser inferior al bruto, cuandoel hombre solo atienda al placer que engendradolor, el espíritu puede elevarse ensacrificio que, con ser dolor, será más altogoce, si nuestro espíritu sabe elevarse alaceptarlo. Así, del placer instintivo, por suconciencia de dolor, podemos elevarnos alamor espiritual. Cerrado queda así el círculode nuestra evolución. Completa serácuando en sentido inverso, aceptado el de[277]ber,ya todo será espiritualidad en nuestrosamores, y del deber como instinto procedael goce espiritual, en vez de proceder delgoce instintivo el deber doloroso.
Y de la muerte... La región ignorada, decuyos límites ningún caminante torna, comodice Hamlet, ¿qué pensó Campoamor?
Campoamor no sabía si había un Dios;creía que debía haberlo. Y esta creencia yaera una realidad. Si encerrados en un aposentoobscuro, por donde entre las maderasentornadas llega un rayo de sol á nuestrafrente, no supiéramos que el sol estaba allídetrás; si ese rayo viniera del cielo azulsin astro visible á nuestros ojos, ¿no pudiéramoscreer que ese rayo de luz lo mismopudiera llegar del cielo á nuestra frente quede nuestra frente perderse en el cielo? ¿Ydejaría su luz de ser luz por eso? ¡Dios!¡Dios! ¿Dónde está? ¿Qué es? ¿Qué importa?Si el sol fuese invisible á nuestrosojos pero su luz no nos faltara... ¿qué importaría?Creyéramos que el rayo de sol enel aposento obscuro era luz de nuestra frenteó luz de lo alto, su resplandor siempre seríadivino.
Señoras y señores:
La Sección de Literatura sabe muy biená lo que se expone con este florilegio depoetas cuya lectura hoy comenzamos. Seexpone á vuestro aburrimiento. Y á concienciade aburriros nos arriesgamos enesta empresa. Sí, señores. En España espreciso que nos acostumbremos al aburrimiento.Los españoles somos tristes por serdemasiado divertidos. Parece paradoja,¿verdad? Pues así es... Todo nos aburre ytodo nos fastidia, porque pretendemos divertirnoscon todo. De la palabra lata hemoshecho una pavorosa divinidad. Todoes lata. Lata es un discurso de presupuestos;los diputados y senadores huyen apenasse inicia la discusión, se refugian en[280]el salón de conferencias, en los pasillos yallí se bromea á costa de los oradores seriosy se prefiere la amenidad, la diversión dela comidilla política diaria...
Después nos sorprende algún impuestooneroso, algún despilfarro que ha de pesarsobre el contribuyente harto castigado.
Pero ¿qué importa? Nos hemos libradode una lata.
La Ciencia nos engorra, el Arte en serionos fastidia. Faltos de ambiente, son muycontados los que trabajan por la Ciencia yel Arte... ¡Asusta tanto que nos llamen lateros!
Un día las naciones de Europa llaman áconcurso, se buscan nombres, obras, nohay nombres ni obras que ofrecer á losextranjeros. La vanidad nacional se sienteherida... No tenemos Ciencia, no tenemosArte. Está bien. Pero tampoco hemos tenidoque soportar latas, ¿y lo que nos hemosdivertido entre tanto?
Yo confieso que me encanta y me enamoraeste modo de ser nuestro y prefieropara vivir las ciudades á lo morisco, en quelas gentes se tienden al sol y van reposa[281]daspor las calles en amables y ociosascharlas á las ciudades á la europea, á laamericana, por donde se camina á empujones,á codazos, sin un saludo cordial, sinun piropo chirigotero...
Lo malo es que la humanidad ha llegadoá su madurez, y estos pueblos infantiles,que sólo quieren diversión y juegocomo los niños, están muy expuestos á sertraídos á la razón de mala manera. Porqueen la casa donde se trabaja, á la hora detrabajar molestan los niños.
Por eso conviene que los españoles empecemosá saber aburrirnos. La cultura no esotra cosa. Sólo son grandes y cultos lospueblos que han logrado por fin no aburrirsecon todo lo aburrido. Cuando se ha llegadoá sublimar el aburrimiento hasta eléxtasis, como en la música de Wagner,se ha llegado á esa civilización suprema.
Por fortuna, este aburrimiento disciplinadoconcluye por ser más segura diversiónque la otra, la diversión alocada deun día y otro. Porque la vida, aunque pareceque es eso, un día y otro y una hora yotra hora es algo más. Es el día de la suma,[282]la hora de las cuentas, en que todo se paga.
Hay una parte de nuestro ser perezosa,casi inerte, su aspiración es el reposo ytodo lo más un dulce columpiarnos, unadiversión del espíritu; avanzar un pocopara retroceder al mismo punto. Hay otraparte más alta y más noble que aspira ádesprendernos de todo esto que sujeta y detiene,de esto que llamamos la vida y condecir «la vida es así» lo disculpa todo. Peroesta parte, única evolutiva, creadora, únicaque puede libertarnos al fin de la vida yde nosotros mismos, es la que hemos decultivar con dolor y con aburrimiento hastavencerlos, hasta sobreponerse á ellos.
Decir ¡Qué lata! Es decir pereza mental,indigencia de nuestro entendimiento, sequedadde nuestro corazón.
Decimos ¡Qué lata! Y cerramos el libroy apartamos al amigo y por no aburrirnosun día nos quedamos en soledad para muchosdías, para toda la vida.
Y esa soledad, que es desolación porquenada queda donde nada hubo y por habernosdivertido unas horas nos aburrimospara siempre.
He dicho, y como pocas veces he dicho loque sentía, porque ¡deja uno tantas vecesde decir lo que siente por temor á parecerlatero...!
Señoras y señores:
Por esta vez ¡Loado sea Dios! la Secciónde Literatura no celebra funerales literarios.Hoy podemos regocijarnos sin asomosde tristeza, más ó menos espontánea.En otras ocasiones, al honrar la memoriade algún difunto, veníamos á ser como laviuda rica, según dice el refrán: «La viudarica con un ojo llora y con el otro repica».Hoy por fortuna podemos repicar ytocar á gloria de todo corazón.
Vivo y entre nosotros está el poeta festejado,vivo y en plenitud de su númen poético;así es que tampoco tiene esta fiestaese dejo amargo de las despedidas, comootras semejantes en que parece decirse alfestejado, al declinar de su vida y de suentendimiento: «Con esto cumplimos;[286]ahora á casita y no se moleste usted máspor nosotros». Estos homenajes á lo CarlosV vienen á ser algo así como el terceraviso ó como la salida de tono de aquel ingeniosocuanto iracundo escritor, al increpará un portero agonizante: Usted á morirsepronto, que es su obligación.
La Sección de Literatura bien quisierano ser siempre una especie de funeraria. Ysi no prodiga con los vivos estos homenajeses... porque entre los vivos los hay tanvivos que se organizarían ellos mismos elobsequio y habría que declararse en sesiónpermanente. Los muertos no suelen valersede recomendación ni son tan intrigantes.Aun así, yo no sé, ahora que hemos dadoen practicar el espiritismo, si no acudirá algunodel otro mundo á solicitar su homenaje.
Pero, en verdad, estos honores, sólo sonen verdad honores cuando más honra áquien los ofrece que á quien los acepta. Ynadie dudará que hoy es el caso para estaSección de Literatura.
Fuera también de toda utilidad y de todaconsideración extraña al Arte, ni siquiera[287]pensamos al realizar este acto en estrecharlos consabidos lazos hispano-americanos... esoslazos tan traídos y llevados en congresilesdiscursos y brindis de banquetes.
¿Qué discurso valdrá lo que un solo versode Rubén Darío escrito en noble lenguacastellana?
¿Qué brindis, como la inspirada elevaciónde su poesía al alzar el poeta, como elsacerdote en el más sublime misterio denuestra religión, en cáliz de oro la propiasangre que no es otro el misterio de lapoesía?
No hay poeta cuyo corazón no sangresiempre. La sangre del poeta es chorro deluz, pero esa luz que es resplandor para todos,es en el corazón del poeta herida dolorosa.Cuando cantáis á nuestra gloria cantáisá vuestro dolor. ¿No es cierto, poeta?Que vuestras rosas suavicen por un instantelas espinas de vuestra corona. Las mejoresque os ofrecemos son de vuestros floridos rosales.
Nos las ofrecísteis para gloria de todos.Su aroma fué una música espiritual de oracionesque saturó nuestras almas de poe[288]sía.Al prenderlas sobre nuestro corazónaprenderán la más dulce palabra de gloria.¡Amor! ¡Amor al poeta! canta hoyen nuestros corazones esa canción que esarmonía de risa y llanto y pone en las palabrasmás vulgares acentos de una verdadresplandeciente, y es como temblar deaguas vivas, y es la caricia de lo sublime,y es el pasar de Dios por nuestras almas.
He dicho.
Nació este santo poeta en Ontiveros, provinciade Salamanca; el menor de tres hijosque tuvieran de su matrimonio Gonzalo deLepes, tejedor de oficio, y Catalina Alvarez.Nació en el año de 1542.
Viuda á muy poco su madre, y en extremapobreza, pasó con sus hijos á la villa de Arévaloy después á Medina del Campo. Allíhalló Juan un noble protector en don AlonsoAlvarez de Toledo, administrador de unHospital de la villa. En este Hospital cuidabaJuan de los enfermos y era en edad dedoce años grave y pensativo.
A los veintiuno entró como novicio en elMonasterio de Santa Ana, de los PP. Carmelitas,en Medina, y en este mismo Monasterioprofesó á su tiempo, con el nombre deFray Juan de Santa María.
[290]Enviáronle sus superiores á estudiar teologíaen Salamanca, y aconsejado por SantaTeresa, ingresó en la Orden expresada deCarmelitas descalzos. Discordias entre loscalzados y los descalzos, fueron causa depersecuciones para Fray Juan de la Cruz,que así se llamó al cambiar de Orden. Fuétrasladado á Toledo y allí encerrado en elconvento de observantes sujeto á duras penitencias.
Por inspiración divina, nunca nos falta ensemejante caso, recibió la orden de fugarsey así lo ejecutó, descolgándose por una ventana.Refugióse en un convento de monjasy huyó después á Almodóvar. De allí pasó áGranada y fué nombrado, primero, definidorde la Orden, y después, vicario de lacasa de Segovia.
Mal hallado su natural humilde en estoscargos, se retiró al desierto de la Penila, enSierra Morena, y allí, caballero andante á lodivino, como Don Quijote, hizo penitencia,aunque por más alta Dulcinea.
Quebrantada su salud, hubo de recogerseen el convento de Ubeda, y allí murió á 14de Diciembre de 1591.
[291]Fué canonizado en 1674. Su cuerpo estáen Segovia en el convento de la Orden.
Fué San Juan de la Cruz el místico porexcelencia. La vulgar acepción consideramísticos á muchos escritores, que en rigorsólo pueden ser llamados devotos y cuandomás, ascéticos. De los españoles, sólo SantaTeresa, en «Las moradas», el beato Juan deAvila, algunas veces, pueden ser consideradoscomo místicos en el verdadero sentidodel misticismo.
El misticismo, ha dicho Matter, se elevasobre la ciencia positiva y la especulaciónracional y aspira al elevarse, á la intuiciónen lo metafísico, en lo moral á la perfección.
El misticismo llega al conocimiento por elamor como la filosofía y la teología pretendenllegar por el entendimiento.
El misticismo no es luz que alumbra larazón, es llamarada que abrasa sentidos ypotencias y sublima el espíritu hasta confundirsecon el objeto de su amor. Amadaen el amado confundido. Y para él la ver[292]dadsólo tiene un nombre. Amor. ¡Amor!Unica verdad que no admite contradicciónni razonamiento.
Cuando se dice: Creo, tal vez se dice:Dudo. La duda condescendiente siempre seexpresa así: Yo creo que... Cuando se dice:Amo, se dice: Creo, creo con toda el alma.
De todos nuestros místicos ninguno tandesunido del mundo exterior, de su propiomundo interior como San Juan de la Cruz.Su espíritu no era siquiera mariposa que seabrasa á la llama del amor divino, era lapropia llama ardiente como el Espíritu divinoen los zarzales de Moisés, en el taborde Cristo.
Voy á leeros la canción entre el alma y elEsposo, paráfrasis del Cantar de los Cantares.San Juan de la Cruz escribió sobre estascanciones: «El Cántico Espiritual», glosa ydeclaración de cada una de sus estrofas.
Y según palabras del Santo. Por cuantoestas canciones parecen ser escritas con algúnfervor por el amor de Dios, no quieroyo decir toda la anchura y copia que el espíritufecundo del amor en ellos lleva. Porque—añadedespués:—¿Quién podrá escri[293]birlo que á las almas amorosas donde élmora, hace entender?
Esta es la causa porque con figuras, comparacionesy semejanzas antes rebosan algode lo que sienten.
Las cuales semejanzas no leídas con lasencillez del espíritu de amor é inteligenciaque ellas llevan, antes parecen dislates quedichos puestos en razón.
Por haberse, pues, estas canciones compuestoen amor de abundante inteligenciamística, no se podrá declarar al justo, ni miintento es tal, sino dar alguna luz en general,y esto tengo por mejor, porque los dichosde amor es mejor dejarlos á su anchura.
Sabia advertencia para los que pretendenrazonar de lo que está sobre toda razón.
Dejemos el amor á su anchura y ensancheel amor nuestras almas.
El proyecto de erigir una estatua áLagartijoha escandalizado á muchos. No hayrazón para ello.
Nunca tan bien empleado el arte de laescultura como al reproducir en bronce ómármol la humana belleza en su más apreciablemanifestación: la belleza del cuerpo.
Sabido es que, hasta la representaciónsimbólica de abstracciones por medio de laescultura, no tiene otra forma de expresiónque la más bella forma del cuerpo humano.
¿Es preciso buscar antecedentes, razónsuprema de muchas sinrazones nacionales?En Grecia tuvieron más estatuas los atletasy corredores de sus juegos olímpicos,que los hombres de Estado, los filósofos ylos poetas. No se diga en Roma y en Bizancio.
Un sabio, un escritor, cualquier intelec[296]tual,en suma, va mejor servido con la reproduccióny estudio de sus obras, y si deperpetuar su memoria en efigie se trata,con un busto es suficiente. ¿A qué afligirnoscon la contemplación antiestética desu abdomen, doblemente si se nos presentaenfundado en una levita?
Por mucho arte y mucha habilidad delescultor, no podrá evitarse que la estatuade un caballero moderno más nos recuerdelas figuras de cera del Museo Grevinque las esculturas del Museo del Vaticano.
La prueba es, que los escultores modernosprocuran desquitarse en grupos ó figurasalegóricas, del inconveniente buen señor,que viene, de este modo, á ser accesoriodel monumento elevado á su gloria.
Lo que sí puede discutirse es si la figuradel torero en general, y la deLagartijo, enparticular, se prestan á la representaciónescultórica.
El toreo es una habilidad. Sus apasionadosy sus cultivadores aseguran que es unarte. Vaya por el arte. De toda suerte—y aquíbien puede decirse yen todas las suertes, esun arte cuya gracia está en el movimiento.—[297]Fijadcualquiera actitud de un lidiador,como cualquiera actitud de una bailarina yhabrá perdido toda su gracia en la inmovilidad.No hay más que ver las fotografías instantáneasobtenidas durante la ejecución delas más graciosas suertes del toreo.
Sin el ritmo y el garbo en la sucesión demovimientos, ni el lidiador ni la bailarinatienen valor artístico alguno. Es difícil, casiimposible, plantar en una sola actitud lagracia, resultado de varias armónicas actitudes.The moments monuments. La eternidadde un instante, que según Rossetti es el soneto,no puede serlo el arte de torear.
Particularmente enLagartijo, el ritmo erasu mayor encanto. Aquella dejadez señorialde sus pasos y de sus actitudes.
Este arte, de gracia dinámica, digámosloasí, tiene su mejor expresión en la música.Por eso vemos que el toreo, con ser cosa tanespañola, no ha inspirado grandes obras álos pintores ó los escultores españoles. Encambio, es mucha y excelente la música torerade nuestros más famosos compositores.
Y nótese, cómo un pasodoble brillante esmás evocador de majezas taurinas, que pue[298]deserlo una página literaria, un cuadro óuna escultura.
Con ser figuras tan famosas y características,la pintura española no ha legado á laposteridad un buen retrato deLagartijo, nideFrascuelo, ni deGuerrita, ni delEspartero,ni deReverte.
Los mejores cuadros inspirados por nuestrafiesta nacional, son los de Zuloaga. Y noson por cierto un himno á sus gallardías ysus proezas. Hay en ellos una sonrisa deamargura, más patriótica que las fanfarriascoloristas de los aduladores de multitudesincultas.
Hay más luz interior en los cuadros de Zuloagaque en todos los cuadros de esos pintoresde la luz tan celebrados. Hay luz que debierailuminar la conciencia española. Poreso ofende, irrita á muchos.
—¡Es una España de fantasía!—dicen.—No;la de fantasía es la otra.
Por eso me parece muy bien el proyectode erigir una estatua áLagartijo, y celebraríacon toda el alma que se llegara á su realización.
Esa estatua pudiera, al levantarse, ser[299]una forma visible del remordimiento,comola sombra de Banguo en el festín de Macbeth.
Hay conciencias tan dormidas que no necesitanmenos para despertarse.
Ante la estatua deLagartijo se caería enla cuenta: ó de las muchas que faltan, ó deque sobran todas.
[1] Discurso leído en la fiesta que dió elMundoGráfico á beneficio de los soldados heridos encampaña.
[2] Leído en la ciudad de Valladolid en unafiesta de los pájaros.
[3] Leído en una función á beneficio del Montepíopara médicos.
[4] Discurso de D. Jacinto Benavente. 11 deMayo de 1911. En los Juegos Florales de Badajoz.
[5] Leído en la función de despedida de Rosario Pino.
[6] Leído en la inauguración del Florilegio depoetas castellanos.
[7] Leído en la sesión en honor de Rubén Darío.
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